Por amor a vuestras almas

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EL EVANGELIO EN MARCHA

Por amor a vuestras almas

(2 CORINTIO 12:15)

Por: Rev.Julio Ruiz, Pastor de Iglesia Bautista Hispana Columbia, Falls Church, Virginia

 

almaINTRODUCCIÓN: La obra misionera nació en el corazón de Dios, mucho antes que el hombre existiera. Jesucristo, el misionero que vendría al mundo para salvarlo, ya había sido destinado antes que el hombre pecara. El apóstol Pablo lo describió con estas palabras: “Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros en su pobreza fueseis enriquecidos” (2 Corintios 8:9. Por lo tanto, ningún otro tiene mayor interés en que los hombres se salven como el mismo Dios. Y cuando aquel misionero caminó sobre este mundo, llenando de todo bien a una humanidad agobiada y sin esperanza, al ver esas multitudes tenía una visión de ellas como si fueran “ovejas sin pastor”. En la ocasión cuando estaba cerca a los samaritanos, él sabía que el tiempo de la cosecha no espera más, pues mientras los discípulos decían que faltaban “cuatro meses para llegue la ciega”, él les conminaba a levantar sus ojos y ver que ya los campos estaban blancos para la cosecha. Y hablando de ese gran deseo de Dios por la salvación del hombre, la Biblia afirma: “Él no quiere que nadie perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pe. 3:9). El costo de la obra misionera para Dios no fue solo una inversión de tiempo, sino la del sacrificio de su propio Hijo. Nunca igualaremos al Señor en su costo y amor para alcanzar a los hombres. La iglesia no debiera escatimar esfuerzos ni calcular los costos cuando se trata de hacer la obra misionera. Dios no fue “pichirre” con nosotros, por lo tanto nosotros debemos darnos para hacer la obra que nos ha encomendado. Hoy tomamos en el ejemplo del más insigne misionero que vivió después de la muerte de Cristo; nos referimos a Pablo. Veamos, pues, lo que hace el amor por almas. Consideremos su alto costo.

 

I. LA OBRA MISIONERA DEMANDA QUE YO GASTE LO QUE ES MÍO

 

1. El mundo gasta en lo que le place. Nos sorprendemos sobre cómo el mundo es capaz de gastar todo lo que sea necesario, con tal de complacerse en sus muchos deseos. Hay gente que no le importa cuánto pueda gastarse para mantener su figura. Otros no estiman cuánto puedan gastar para darle gusto a su paladar. Otros no les importa cuánto tengan que gastar en ropas para lucir su cuerpo. Mientras que a otros no les importa cuánto dinero tengan que invertir para mantener sus vicios, diversiones y sus apetencias carnales. Cuando vemos las vanidades donde el mundo gasta lo que produce nos damos cuenta de la gran ironía de la vida. Lo que el mundo gasta es para su propio desgaste.

 

2.Un placer distinto para gastar. Pablo utiliza una oración que debe ser considerada de una manera ponderada y llena de asombro: “… con el mayor placer”. Antes de conocer a Cristo, Pablo hacía muchas cosas con placer. Por ejemplo cuando estaban apedreando a Esteban se nos dice que el consentía en su muerte. Eso significa que a él le daba placer ver que los hombres que seguían a Cristo, sufrieran a través de sus persecuciones. Pero cuando tuvo el extraordinario encuentro con Jesucristo, su vida y sus placeres dieron una vuelta total. A partir de ese momento tuvo un nuevo placer y quedó dispuesto a gastar lo suyo: su tiempo, sus fuerzas, su dinero. Pablo en este mismo texto se define como un padre que vela y cuida a sus hijos: “… porque no busco lo vuestro, sino a vosotros, pues no deben atesorar los hijos para los padres, sino los padres para los hijos” v. 14.

 

3. Razones para gastar lo mío. Jesucristo es el mejor ejemplo. Aunque fue cierto que él luchó para que pasara aquella copa amarga, al final puso su vida y que lo habían matado como un mártir, según pensaron los judíos. Hebreos nos dice que Jesús por el “gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio…” (He. 12:2). Pero además de este incomparable ejemplo de entrega, gastamos de lo nuestro por agradecimiento a todo lo que de Dios recibimos. Ha sido por su sacrificio que hemos llegado a ser hijos de Dios, por quien tenemos el perdón de nuestros pecados.

 

II. LA OBRA MISIONERA MERECE LA INVERSIÓN DE MI MISMO

 

1. ¿Quién irá por vosotros? Un día el profeta Isaías visitó el templo del Señor donde tuvo una inigualable visión. En aquella excepcional visión hubo tres aspectos que deben ser resaltados. Una fue la revelación de la majestad divina, “sentado sobre un trono alto y sublime, y faldas llenaban el templo”, exaltada por unos seres sublimes y extraordinarios. En segundo lugar, Isaías vio su propia condición al decir que era un hombre “inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos”. Y en tercer lugar, tuvo la visión del llamado divino, de modo que frente a la pregunta que salió del mismo trono: “¿A quien enviaré, y quién irá por nosotros?”, la respuesta no se hizo esperar, cuando dijo: “Heme aquí, envíame a mi”. Esto nos dice que en el trabajo misionero yo tengo que poner mi propia cuota (Isaías 6). Solemos orar: “Señor, envía obreros a tu mies”. Pero cuántos hemos orado: “Señor, envíame a mí”.

           

2. “…y aun yo mismo me gastaré del todo”. Hay trabajos que desgastan a las personas. Algunos tienen una vejez prematura porque algún trabajo los está consumiendo. La palabra “gastarse” y “desgastarse” tiene una relación directa con el uso que se hacen de las cosas. Mi papá era un agricultor. Acostumbrado al férreo trabajo de su propia tierra, para cuyo obra usaba su machete. Me decía él que no todas las piedras para amolar el machete eran buenas. Él descubrió una de ellas y la usaba todas las mañanas antes de irse al campo. Tal era el uso de aquel instrumento de afiliar, que con el tiempo se vio su desgaste. El uso frecuente de aquella piedra la llevó a desgastarse que ameritaba un sustituto como también el machete. Pablo dice que por el amor a sus hermanos él estaba dispuesto a “gastarse del todo”. Eso significaba que no había nada en Pablo que no fuera puesto al servicio de la obra. ¿No es esto maravilloso? Y, ¿qué significa todo esto? Pablo puso su pluma al servicio del Señor. Casi la mitad del Nuevo Testamento fue escrito por él. Puso su coraje al servicio del Señor. Nadie más sufrió como él para llegar donde otros no habían llegado. Pablo puso sus energías al servicio del Señor. Las iglesias y los viajes misioneros dan cuenta de eso. Cuando escribió a los romanos, les presentó este resumen: “De manera que desde Jerusalén, y por los alrededores y hasta Ilírico, todo lo he llenado con el evangelio de Cristo” (Ro. 15:19). Cuando él dijo: “Yo mismo me gastaré del todo”, no estaba hablando en vano. Quizá el mejor testimonio sobre esto se los dejó a los Gálatas: “De aquí en adelante ninguno me causa molestias; porque yo traigo en mi cuerpo las marcas de Cristo” (Gá 6:17). Y él no murió lleno de días y en plena vejez, sino decapitado.

 

3. Cada creyente debería gastarse por el Señor. ¿Cuál es nuestra más grande pasión como cristianos? Tenemos que admitir que el creyente de hoy no se gasta del todo por el Señor. Muchas cosas ocupan nuestro tiempo, espacio e intereses. Nos asombramos cómo podemos gastar tanto tiempo en asuntos tan triviales que los que podemos dedicar para la obra del Señor. Cuál es el fin de mi trabajo si después no puedo gastarme para el Señor. Cuál es el fin de mis estudios si al final de la carrera todas mis energías son dadas a la compañía, empresa o universidad. Cuál es el fin de hacer deportes si ni siquiera puedo testificar a mis amigos acerca de Jesús. Mi lema, al igual que el de Pablo, debiera ser: “Yo mismo me gastaré del todo”. Recordemos que Pablo hacía tiendas para sostenerse, y usó su trabajo para la obra del Señor. ¡Gástese para el Señor! La recompensa será al final.

 

III. LA OBRA MISIONERA HAY QUE HACERLA DE TODOS MODOS

 

1.La matemática de las misiones.En la obra misionera 2+2 no es igual a 4. Pablo estaba consciente de esta gran verdad. Este pasaje forma parte de todo un contexto donde él ha venido hablando en defensa de su ministerio. Algunos lo estaban cuestionando sobre la ofrenda para los santos, hasta el punto de creer que tenía algún interés personal en dicha ofrenda.

2. Un amor que despierta pasiones encontradas. La experiencia de muchos misioneros que han sido pioneros en el establecimiento de las misiones en otros continentes, dan cuenta del menosprecio que despertó su presencia en medio de ellos. De hecho, muchos murieron de una forma prematura, o llegaron a ver los frutos de su trabajo después de un largo tiempo por la misma condición de odio hacia el mensaje. Hoy tenemos lugares donde nadie se atrevería a decir que es un cristiano so pena de ser echado y hasta asesinado por el fanatismo religioso. Ahora bien, tenemos que decir que esto no es nuevo. Leemos de Juan 3:16, sobre el “de tal manera amó Dios al mundo”, pero de igual manera leemos lo que nos dice Juan 1:12, cuando afirma: “A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron”. La obra misionera es una paradoja incomprensible, pues nadie ama más a la gente que el misionero mismo. La lucha por rescatarle las almas al infierno enfrenta el odio de los que de los mismos que se quieren rescatar.

 

3. Un pago al final de la jornada. Alguien ha dicho que “Dios no paga cada quincena sino al final de la jornada”. La experiencia de Pablo de amar tanto y al final ser amado menos, nos hace ver que el trabajo del misionero no es para que le hagan reconocimientos. Él no busca los aplausos, trofeos y medallas que otros altamente estiman. Él sabe que su trabajo es de exclusividad divino, por lo tanto no busca los méritos o reconocimientos humanos, sino el poder ser “hallado fiel” cuando tenga que estar delante del Señor. Cuando Pablo terminó tu trabajo, y ya estaba para ser sacrificado, — y no jubilado— llegó a decir esto: “Porque yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano. He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida” (2 Tim. 4:6-8). No se preocupe si amando tanto sea amado menos, Dios al final de tu jornada recompensará la obra hecha. Amemos sin importar ser amados.

CONCLUSIÓN: “Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios” (Hechos 20:24).

 

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