El mandamiento para congregarnos

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EL EVANGELIO EN MARCHA

 (HEBREOS 10:19-25)

Por: Rev.Julio Ruiz, Pastor de Iglesia Bautista Hispana Columbia, Falls Church, Virginia

CONCIERTO A LA DIVINA PASTORA. 09 DE ENERO DE 2013.INTRODUCCIÓN:Sin duda que uno de los grandes atributos de Dios es su fidelidad. Y en consecuencia una de las más grandes exigencias divinas para sus hijos es que seamos fieles. Este, por cierto, es el deseo de todo cristiano genuino. ¿Qué decir, entonces, del tiempo transcurrido y el que se abre frente a nosotros? ¿Cuál es la evaluación que hacemos de nuestra vida en estas? ¿Estamos con una deuda de fidelidad a Dios o nos regocijaremos al oír de parte del Señor: “Bien buen siervo fiel, sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré”? Esto lo decimos porque delante de Dios no valdrán las excusas que presentó el siervo “malo y negligente” cuando enterró su talento en lugar de producirlo. Y al igual que el dueño de la higuera, el Señor se acerca para buscar los frutos de su cosecha. Es natural que eso suceda, pues con esperanza se siembra la tierra. En virtud de todo esto, me pareció bien traerles el presente tema por cuanto nuestra fidelidad a Dios está muy ligada a su iglesia. Y si bien es cierto que para muchos la iglesia no es de su total agrado, el Señor mide nuestra fidelidad en proporción directa a la importancia que le damos a ella, de eso se trata este tema. La profecía que sentencia que el “amor de muchos se enfriará” (Mt. 24:12-13) se cumple hoy frente a la indiferencia de muchos creyentes que no le dan importancia al compromiso serio y responsable de reunirse para servir al Señor. Hebreos 10:19-25 nos presenta varios mandamientos, pero el del v. 25 jamás debe olvidarse.

EL TEXTO NOS PRESENTA PODEROSAS RAZANOS PARA CUMPLIR CON ESTE MANDAMIENTO

 

El pueblo de Dios se congrega porque es testigo de una salvación tan grande. El creyente es la única persona que sabe cuál ha sido el costo la libertad de sus pecados. Cuando Cristo murió se dieron tres hechos muy notables dignos de consideración.

 

1. La sangre de Jesucristo. Este fue el instrumento usado por el mismo Dios para romper aquello que nos separaba de él. No toda la sangre ofrecida era aceptada por Dios como propiciación por los pecados. La de Jesús fue aceptada porque era como la sangre de un cordero inocente, sin mancha y contaminación. Pedro nos dice que aquella fue “sangre preciosa”. El derramamiento de esa sangre es suficiente motivo para que nos congreguemos, de manera que podamos celebrar tan digno sacrificio por los pecados.

 

2. El camino nuevo. Jesús abrió el acceso para llegar al Padre. Antes de ir a la muerte lo había dicho: “Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino es por mí” (Jn. 14:6). Cuando se habla del camino nuevo es porque todos tenemos que transitar por él si queremos ir al Padre. Hay caminos viejos, como la vida vieja, que conducen a un estado de perdición. Mientras que el camino nuevo tiene que ver con la misma vida que Jesucristo nos otorgó cuando le aceptamos. Desde el momento de la entrega a él comenzamos a transitar ese camino nuevo. Pablo corroboró esto al decirnos que si alguno está en Cristo “nueva criatura es”. El camino nuevo fue abierto por su velo, eso es, su carne al ser desgarrada también. Cuando nos reunimos celebraos ese nuevo camino.

 

3. El sacerdote que intercede por nosotros. Nuestra salvación también incluyó a un gran sumo sacerdote. Cuando Cristo murió y ascendió al cielo, quedó como la cabeza de toda la economía divina. Él es el inmediato al Padre. El único que puede interceder por nosotros. Poner a otros que intercedan por nosotros delante de Dios es rechazar al único puente que nos conecta con el acceso al Padre. Ahora contamos con un sumo sacerdote y un abogado delante de Dios. Tan altísima salvación demanda nuestra congregación.

 

EL TEXTO DEMANDA LAS ACTITUDES CORRECTAS PARA CUMPLIR CON ESTE MANDAMIENTO

 

El próximo texto que encontramos en el pasaje nos dice: “acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificado los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos en agua pura” v. 22. La palabra “acerquémonos” pone un particular énfasis en la idea de ir y participar en algo o con alguien. Y si bien es cierto que tiene que ver con nuestra relación con Dios, también es cierto que se puede aplicar al acto de acercarnos los unos a los otros. ¿Cómo hacerlo? ¿Cuál debiera ser nuestra actitud?

 

1.Con corazón sincero. Eso habla de la forma como venimos al encuentro con Dios y el   involucrarnos en nuestras relaciones. Nada le hace más bien a la comunión de los santos que el acercarse con un corazón desprovisto de malicia, de egoísmo, de orgullo. La idea de “sincero” es el no fingir interés o deseos piadosos que no lo sintamos en el corazón. Es obvio que así debería ser la manera como nos acercamos a Dios.

 

2. En plena certidumbre de fe. Esto sugiere que no siempre que venimos al encuentro con el Señor estamos revestidos de esta auténtica fe. El creyente debiera tener la convicción que algo va pasar cada vez que se reúne. Que algo poderoso y extraordinario el Señor pudiera hacer cuando entramos en su presencia. ¿Qué tipo de fe tenemos? ¿Hay certidumbre en nuestra fe o hay dudas que el Señor pudiera hacer algo nuevo en nuestras vidas hoy? El énfasis de la palabra es que estemos convencidos de lo que puede hacer el ejercicio de la fe cuando la ponemos en práctica. Sin ella no podemos agradar a Dios.

 

EL TEXTO NOS REVELA LO QUE DEBE SER GUARDADO PARA CUMPLIR CON ESTE MANDAMIENTO

 

Un asunto importante a la hora de congregarnos tiene que ver con lo que creemos. Un creyente que ama a su iglesia, que ha hecho del discipulado el instrumento de formación cristiana, que no deja de escuchar el mensaje y los estudios bíblicos que su pastor prepara para su alimentación, será un creyente sólido, estable, que no es movido de un lado para otro. He allí la importancia de congregarnos. ¿Cuáles son las recomendaciones?

 

1. Mantenernos firmes. El mundo con sus “mejores” ofertas hace que la fe de algunos se tienda a desvanecer. Los atractivos de afuera parecieran llenar más las expectativas de lo que la iglesia ofrece. Pero la recomendación sigue siendo la misma: Mantenernos firmes. Creo que estaríamos de acuerdo en afirmar que uno de los asuntos a los que el creyente se enfrenta todos los días es al reto de permanecer firme.

 

2. Porque fiel es el que prometió. A los seres humanos por regla general nos cuesta cumplir con nuestras promesas. La buena noticia es que contamos con un Dios que las ha cumplido siempre, y una de las razones por las que las cumplirá otra vez es porque es un Dios fiel. La seguridad en el cumplimiento de las promesas divinas nos deben impulsar para que festejemos con el resto de los santos la manera como día a día el Señor ha sido fiel para con nosotros. Todos los días somos testigos de las distintas maneras cómo Dios va cumpliendo lo que tiene para nosotros.

 

3. El amor y las buenas obras v.24. Este es un versículo extraordinario. La palabra “considerar” acá tiene la idea de estar consciente de, tomar muy en cuenta, estar atento a, no ignorar, no descuidar, no ser indiferente hacia, estar sinceramente interesado, solícito. Todo esto nos hace ver la importancia que tienen los demás hermanos para mí. Pero nos consideramos con un propósito: “estimularnos al amor y a las buenas obras”. Y la verdad es que yo no puedo ver un mejor lugar para ser esto si no nos reunimos. Cuando un creyente deja de congregarse de una manera deliberada pasa por alto este mandamiento.

 

EL TEXTO NOS DEJA LA MÁS INCOMPARABLE PROMESA PARA CUMPLIR CON ESTE MANDAMIENTOS

 

Vea la incomparable promesa de este texto v. 25. ¿Vivimos como si Cristo viniera hoy? Dejamos claro que nadie se salva por asistir a la iglesia, o que alguien se quedará cuando Cristo venga sino asiste a la iglesia. Sin embargo, es una contradicción que alguien que se diga ser un seguidor de Cristo, teniendo en poco a su cuerpo como Pablo define a la iglesia del Señor. Esta última exhortación presenta una razón poderosa para no dejar de congregarnos. Ningún gozo podrá ser mayor para un creyente que cuando Cristo venga otra vez le encuentre en plena comunión con su Dios, pero también con la iglesia. Las iglesias han sido muy bendecidas por ese tipo de creyentes que mueren “con las botas puestas”. Que aun hasta la vejez le sirvieron al Señor, como la anciana Ana que no se apartaba del templo día y noche hasta que apareció Jesucristo (Lc. 2:36-38). La venida de Cristo mantuvo a la iglesia en un continuo crecimiento. Tal fue ese sentido de espera, y por el cual se trabajó tanto, que Pablo pensaban que Cristo vendría en sus días, pues habla de “nosotros, los que hayamos quedado, seremos transformados en su venida”. No había flojera, desgano, o indiferencia en aquellos primeros creyentes. ¿Hasta dónde espera usted la segunda venida? ¿Cómo le gustaría que Cristo le hallara en su venida? ¿Sabías que muy pronto dejaremos nuestras casas para ir a nuestro hogar?

 

CONCLUSIÓN: Una respuesta al mensaje de hoy lo ofrece el salmo 133. La declaración “porque allí envía Jehová bendición y vida eterna” v. 3b, es lo que todos esperamos al reunirnos. Por lo tanto, no dejemos de congregarnos como ya es nuestra costumbre. Hágalo en el día el Señor. Hágalo los miércoles, si así fuera su caso. Hágalo en los grupos familiares. Reúnase siempre. No quebrante este mandamiento. El Señor le espera en su Casa para darle bendición y vida eterna. Propóngase a ser fiel al Señor en su asistencia a la iglesia. Si usted es fiel a Él y a su iglesia, lo será también en lo demás.

 

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