La oración que prevalece

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EL EVANGELIO EN MARCHA

(DANIEL 6)

Por: Rev.Julio Ruiz, Pastor de Iglesia Bautista Hispana Columbia, Falls Church, Virginia

 

INTRODUCCIÓN: Ha quedado comprobado una y otra vez que lo que no hace la oración no lo hace otra cosa. Se equivocan los hombres cuando piensan que el poder más grande que poseen las naciones es el político, económico o militar. Tampoco es el poder nuclear que se cierne con una amenaza de destrucción masiva. Las páginas de la Biblia están llenas de innumerables ejemplos de lo que puede hacer la oración. La oración detuvo la destrucción de Israel cuando pecó con su Dios en el asunto del becerro de oro. La oración hizo que el sol de detuviera por casi un día mientras Josué libraba una feroz batalla. La oración hizo posible que el rey Ezequías destruyera al terrible ejército de Senaquerib, haciendo que huyera avergonzado y se refugiara en la casa de su dios donde fue asesinado por sus propios hijos. La oración hizo posible que Elías, un hombre con debilidades como las nuestras, orara para que no lloviera y así fue por tres años, y luego orara para que oracionllegara la lluvia y así fue hecho. La oración toca el cielo y desde allí se abren las ventadas de bendición. Un simple hombre; un mortal como cualquier otro, se pone en la brecha y clama a Dios, comienza a ver portentos y milagros. La oración simplemente es el poder más grande con el que cuenta cada creyente. Daniel fue un hombre de oración. Nada hizo sin que la oración formara parte de su agenda. Desde Nabucodonosor hasta los reyes medo-persas, supieron del poder de la oración que había en Daniel, para revelar sueños y conocer los misterios de las profecías. Y sin duda que uno de los pasajes más asombrosos, donde vemos ese poder de la oración, fue cuando Daniel se enfrentó en una cueva a hambrientos leones. Pero allí, el milagro de la oración hizo posible que se tapara la boca al “león rugiente”. Analicemos la naturaleza de esta oración en la experiencia de Daniel. Veamos el tipo de oración que prevalece.

 

I. ES AQUELLA QUE ESTÁ LIGADA AL CARÁCTER DEL QUE ORA

1. Un carácter no contaminado (1:8; 6:5). Daniel fue uno de los jóvenes bien parecidos que llegó a Babilonia como resultado de la deportación desde Jerusalén. Desde que llegó al palacio reveló un carácter extraordinario. Al comenzar su vida en ese lugar, propuso en su corazón “no contaminarse con la comida del rey”, por considerarla sacrificada a los ídolos. La prueba a la que fue sometido, por comer solo legumbres, saliendo de ella más robusto que los demás que comían de las carnes y los manjares, le hizo merecedor de altos honores, tanto así que se dice que fue hallado diez veces mejor que los demás jóvenes (1:15). Por cuanto ese carácter lo cultivó en toda su vida, sus enemigos no pudieron acusarlo de ninguna otra cosa, a menos que fuera en lo relacionado a su Dios (6:5). La oración que tiene poder para hacer maravillas, considera el carácter de quien está orando. ¿Por qué razón? Porque una vida apartada para la gloria de Dios, hará que los enemigos más vigilantes no puedan hallar ninguna otra razón a menos que sea respecto a su fe.

 

2. Un carácter sin acusación. El carácter de Daniel le hizo acreedor, por parte de Dios, del nombre: “Muy amado”. Este calificativo se lo daría Dios más adelante a Jesucristo a quien llamó desde los cielos: “Tú eres mi Hijo amado en quien tengo complacencia”. Sin duda que esta es una alta distinción con la que se califica el comportamiento y la consagración de alguien al Señor y a su obra. Daniel fue un profeta y un estadista por lo menos con cuatro reyes. Ninguno de ellos pudo encontrar en él tacha alguna. Y lo más grande de su carácter fue el ministerio de oración que desarrolló. La oración fue su arma poderosa. Se le conoció como a alguien en quien actuaban los “espíritu de los dioses”, que no es si no una manera para distinguir la clase de fe y relación que él tenía con el Dios de sus antepasados.

 

II. ES AQUELLA QUE DESCUBRE LAS MAQUINACIONES DEL ENEMIGO

 

1.Un plan bien orquestado vv- 4-9. La vida de Daniel estuvo siempre propensa a despertar la envidia de los enemigos más cercanos al rey. Por cuanto había en él “un espíritu superior; y el rey pensó en ponerlo sobre todo el reino”, era natural que el resto de los ciento veinte sátrapas y gobernadores no querían que un judío estuviera sobre ellos como gobernante. ¿Sabía usted que la envidia es una de las armas que maneja muy bien el enemigo cuando usted se propone servirle al Señor de una manera total? Esta malévola actitud la utiliza Satanás para debilitar a quienes se proponen vivir diferentes para el Señor. La oración que prevalece traerá a la luz las intensiones de los corazones. El enemigo pudiera estar utilizando mi propia prueba para hacerme sentir miserable delante de Dios. Sin embargo, mi oración desbastará las verdaderas intensiones. Dios no deja avergonzado a sus hijos que ponen en él su fe.

 

2. El edicto humano no cambia el plan divino. Los Sátrapas se aseguraron que el rey Darío firmara el edicto que prohibía que en treinta días no se orara a otro dios que no fuera el del rey. Lo hicieron atrapándolo en su propia vanidad. Y es que así actúa el enemigo siempre. Adula la vanidad en los hombres para que luego queden atrapados en ella misma. Pero lo que estos hombres no sabían era que la oración mientras más está amenazada, y más se prohíbe, es cuando más se entrega a ella. Las pruebas hacen que nuestras oraciones se intensifiquen. Esta verdad ha sido comprobada a través de los tiempos. Se equivoca Satanás cada vez que se levanta contra la obra de Dios y los que están al frente de ella.

 

III. ES AQUELLA QUE CONQUISTA EL TERRENO DE LO IMPOSIBLE

1. La oración no tiene por qué pararse. Los sátrapas pensaron que podían prohibir la oración. Como alguien ha dicho: “Prohibir orar por tanto tiempo, treinta días, es robar a Dios todo el tributo que recibe del hombre y roba al hombre de todo el consuelo que tiene en Dios”. ¿Cómo puede un cristiano vivir treinta días sin la oración? Es como si se tratara de vivir treinta días sin alimentos, sin agua y sin respiración. Simplemente nos morimos. Note lo que Daniel hizo cuando vio venir un serio problema a su vida. Se levantaba una situación imposible de resolver desde el punto de vista humano. Quedó contra la espada y la pared una vez que el rey firmó el edicto que prohibía la oración. Pero, ¿qué hizo Daniel en ese momento? ¿Le hizo caso al edicto, aun cuando eso implicaba que le cortaran la cabeza? ¿Se amilanó frente aquella camada de enemigos que se habían unido para destruirle? ¡No! Mire lo que hizo: “Cuando Daniel supo que el edicto había sido firmado, entró en su casa, y abiertas las ventanas de su cámara que daban hacia Jerusalén, se arrodillaba tres veces al día, y oraba y daba gracias delante de su Dios, como lo solía hacer ante” v. 10. Hermanos, lo último que podría pararse en la vida de un creyente es la oración. Es la oración la que conquista el terreno de lo imposible. El único que podía cambiar las leyes medo-persas era Dios. Así lo hizo.

 

2. La piedra de lo imposible. El texto dice que cuando Darío supo del complot en que había caído, hizo lo imposible, a lo mejor hasta desesperadamente, por librar a Daniel de la sentencia que él mismo había firmado v. 14. La misma decisión lo llevó a darle cabal cumplimiento a su sentencia, tanto así que mandó a poner una piedra sobre la cueva y sellarla con su anillo real, con la finalidad que Daniel no se escapase de tan terrible lugar. La escena no podía ser más difícil para el valiente profeta de Dios. Una de las intensiones de las pruebas es llevarnos hacia un terreno donde pareciera imposible salir de ellas. Desde el punto de vista humano, hay circunstancias para las que no vemos salidas. Una piedra puesta en aquella cueva nos recordaba la que fue puesta sobre la tumba de Jesús porque se corrió el cuento que los discípulos podían robarse el cuerpo. Y esa piedra era símbolo de una imposibilidad humana. Las mujeres cuando iban al sepulcro se preguntaban quién podía ayudarles a remover aquella piedra. Pero la oración que prevalece se encarga de generar el poder más grande, tanto así que queda removida para que desde la tumba misma salga la vida. Lo fue en el caso de Jesús y lo fue con Daniel.

 

IV. ES AQUELLA QUE LE CIERRA LA BOCA AL LEÓN RUGIENTE

 

1. Identificados en la prueba. Cuando un hijo de Dios pasa por una dura prueba hay un pesar muy grande. El rey Darío vivió el dolor de saber que no pudo liberar a Daniel, y lo que era peor aún, imaginarse las fauces de los terribles leones en medio de la oscuridad de la noche. Tal fue su identificación del rey que aquella noche no comió, no se alegró y tampoco durmió v. 18. Eso es lo que realmente produce la condición de un amigo cercano, para nosotros sería un hermano en la fe, cuando está siendo sometido bajo el feroz ataque del enemigo de nuestra alma. El imaginarse a alguien que está bajo el fuego de prueba, donde el enemigo ha desatado toda su furia de destrucción, es algo que conmueve el alma; algo que toca las más íntimas fibras interiores. La voz entre cortada del rey cuando fue a visitar a Daniel, presagiando lo peor, revela una condición muy digna de hacer mención. El versículo 20 en toda esta historia es por demás revelador. Aquel hombre era un pagano, pero el había visto algo distinto en la vida de Daniel. Sabía que su Dios no era como los que él tenía. Intuía que ese Dios podía liberar al profeta de aquel estado. Amados hermanos, la oración que prevalece hace que los mismos impíos reconozcan que el Dios que tenemos es distinto a los que el mundo adora.

 

2. Ni un solo hueso roto. ¿Quién puede amanecer vivo en una cueva oscura con la boca tapada con una piedra y en medio de voraces leones? Solo aquel cuyo Dios es Jehová de los ejércitos. Solo aquel que ha tenido la demostración de por vida que su Dios nunca le ha fallado. Mientras el rey Darío fue con una voz entre cortada, pensando lo peor de ese momento, salió de la cueva una fuerte voz que decía: “Oh rey, vive para siempre. Mi Dios envió su ángel, el cual cerró la boca de los leones, para que no me hiciesen daño, porque ante él fui hallado inocente; y aun delante de ti, oh rey, yo no he hecho nada malo” vv. 21, 22, Ninguno de sus huesos fue quebrado. Pasó una noche con una conciencia tranquila. A lo mejor escogió la melena más grande de alguno de los leones y la puso como su almohada durante aquella negra noche. La oración que prevale le cierra la boca al león rugiente. El diablo queda avergonzado cuando su pueblo se agarra de la oración. Los ángeles del cielo descienden para proteger a sus hijos cuando pasan por los más terribles momentos. Pero los que sin quedan avergonzados son los enemigos. En el caso de esta historia, los leones tuvieron suculento desayuno de carne de los sátrapas junto con sus familias. Se equivoca el diablo si pretende destruir a sus hijos.

 

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