No nos metas en tentación

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EL EVANGELIO EN MARCHA

MENSAJES SOBRE EL PADRE NUESTRO

No nos metas en tentación

(MATEO 6:13; SANTIAGO 1:13-15)

 Por: Rev.Julio Ruiz, Pastor de Iglesia Bautista Hispana Columbia, Falls Church, Virginia

 

n11INTRODUCCIÓN: Llegamos a la última petición del Padre nuestro. La forma cómo Jesús nos ha  enseñado a orar no pudo ser mejor. Me imagino el rostro de satisfacción de los discípulos,  quienes después de haberle pedido a su Maestro que les enseñara a orar, les presentó esta joya de Escritura jamás nunca pronunciada. Y usted, ¿cómo llega a esta parte? ¿Tiene sentido en su vida el Padre nuestro? ¿Ha aprendido a orar después de oír cada una de estas peticiones del Señor? ¿Tiene más claro en su vida el concepto de la oración no usando vanas repeticiones y usando el nombre de Dios correctamente? Esta última petición se ha prestado a mucha confusión. La verdad es que resulta muy extraño pedirle a Dios que no nos meta en tentación. A primera vista pareciera que Dios, en efecto, es quien nos mete en una tentación y por lo tanto tengo que pedirle que no lo haga. Qué bueno es recordarnos que palabra de Dios tiene su propia interpretación. Cuando un texto nos parece oscuro en su interpretación hay que acudir a la Biblia misma para que ella nos aclare nuestras dudas. A este respecto, Santiago nos dice que cuando somos tentados, no podemos culpar a  Dios de hacerlo, pues él no puede ser tentado por el mal, ni tampoco tienta a sus hijos. En todo caso, Santiago nos dice que la tentación ocurre cuando desde nuestro interior somos atraídos y seducidos (Stg. 1:13-15). Santiago usa la palabra tentación y prueba al mismo tiempo. Perasmos, es la palabra griega para tentación y se usa también para prueba. Algunos la ponen como tentación/prueba. Entonces, yo necesito saber cuándo se está usando de un modo negativo, lo cual lo hace Satanás, y cuándo es  usada por Dios con algún propósito positivo. De esta manera podemos ver que Dios orquesta una tentación/ prueba para saber de qué tamaño es mi fe al momento cuando soy sometido a ella. Esta petición nos dice que la tentación es real la cual debe ser enfrentada. ¿Por qué el Señor dejó esta petición para el final? ¿Cuál es el fin de cada  tentación? ¿Cómo salir victoriosos de ellas? De esto hablaremos hoy.

 

I. AL SER USADA POR SATANÁS TIENE COMO META LA CAÍDA

1. Algo agradable a la vista (Gn. 3:6). La estrategia de Satanás en la tentación no ha cambiado. Mire la forma cómo engañó a Eva. Se vistió como una serpiente astuta. La Biblia nos dice que entre todos los animales, ésta era la criatura más astuta. La palabra “astuta” se puede usar también como hermosa. No escogió otro animal feo y repugnante para presentárselo a la debilidad de Eva. Luego le ofreció la mejor de todas las frutas, tanto así que el texto dice que a Eva le pareció el fruto como agradable a la vista. La tentación fue presentada con todas las probabilidades para sentirse bien, más allá de vivir en el paraíso donde no había falta de nada. ¿No es esto lo que hace la tentación? Es un ofrecimiento para sentirte mejor y para experimentar algo nuevo que se ha prohibido. Este es el fin de toda tentación.  Satanás sabe que nuestra naturaleza pecadora le encanta la tentación. Y aunque él no es omnisciente, conoce exactamente nuestra debilidad y allí ataca. Eso es lo que más conoce de ti.

 

2. Si eres Hijo de Dios di… (Mt. 4:3). El tentador le ganó la primera batalla al primer Adán. Los argumentos de la mujer fueron muy débiles frente a una tentación tan grande. Desde entonces la puerta ha quedado abierta para que él  regrese y haga las mismas ofertas. Su intención será siempre la caída. Pero si el primer Adán perdió la batalla, el segundo Adán (Cristo), las ganaría todas. La  tentación en el desierto fue el primer round de una intensa batalla. Cuando el Señor dijo: “No nos metas en tentación”, él sabía lo que era lidiar con ellas después de  cuarenta días que pasó en el desierto. Jesús sabe que las tentaciones que Satanás presenta  serán siempre  para ceder a ellas y caer. Vea lo que pasó con él mismo. Se nos dice que después de cuarenta días de ayuno y oración, “Jesús tuvo hambre”. ¿Por qué esta mención? Porque fue exactamente ese día cuando vino el tentador para ofrecerle una salida a su deseo. La tentación tiene esta naturaleza. Tiene la promesa de llenarte, aunque el costo será muy grande. Satanás aprovechó la necesidad de Jesús para ofrecerle una salida. Pero a diferencia del primer Adán, Jesús usó la palabra de Dios para que siguiéramos su ejemplo  (1 Pe. 2:21). ¿Cómo enfrentamos la tentación?

 

3. Aunque tenga que morir por ti… (Mt.26:35). Otra vez, cuando Jesús estableció los elementos principales de la oración modelo, esta parte tuvo que ser una de las que más rápido aprendió el apóstol Pedro, pues él fue sometido a una tremenda prueba que le llevará hasta negar a Cristo. Hubo dos discípulos que conocieron muy bien a Satanás. Judas, el discípulo traidor, fue el que más le conoció. De él se nos dice que Satanás lo tentó con el asunto del dinero y al final cedió a sus intenciones, pues  Satanás entró en su corazón, hasta el punto de entregar  a Jesús. El otro discípulo tentado y zarandeado fue Pedro. Este había afirmado rotundamente que no negaría a su Señor (v. 35), pero al final Satanás le hizo caer.

 

II. AL SER USADA POR DIOS TIENE COMO META SALIR  FORTALECIDO

 

1. No estamos solos en esta batalla (Lc. 22:32). Cuando el texto afirma “no nos metas en tentación”, está dando por sentado que las tentaciones son reales, que están por todas partes, y que nadie está exento de caer en ellas. Alguien, hablando de esa realidad, ha dicho: “La tentación no es un pecado; es un llamado a la batalla”. ¿Por qué es una batalla la tentación? Porque el pecado  es un poder muy grande que se mueve en nuestros miembros. Es una fuerza depravada que nos lleva hacer lo que no queremos. Hay dos seres que están con nosotros en esta batalla. Uno es Satanás que nos acosa como “León rugiente” para devorarnos; pero el otro es Dios, quien nos da la promesa de estar con nosotros, como lo estuvo con Pedro, cuando el enemigo le pidió zarandearlo.

 

2. ¿Nos mete Dios en tentación? La respuesta a esta pregunta es un categórico  ¡no!  Pero, ¿qué significa que oremos diciendo “no nos metas en tentación”? ¿Acaso Dios nos tienta intencionalmente? Ya hemos dicho en la introducción de este mensaje que Dios por su naturaleza santa no puede tentar a nadie, ni él es tentado por el mal. Habacuc decía: “Muy limpio eres de ojo para ver el mal” (Hab. 1:13). La palabra “tentación” y “prueba” llegan a ser usadas indistintamente en las Escrituras. Así que en algunos casos, este vocablo puede tomar el significado de tentación en un sentido concreto,  pero también puede significar “prueba” en un sentido general. Concluimos, pues, que no toda “prueba” es una “tentación”, aunque toda “tentación” sí es una “prueba”. 

 

3. Fiel es Dios que no nos dejará ser tentados… (1 Cor. 10:13).  Dios no tiene nada que ver con las tentaciones. ¿Qué sucede entonces cuando somos tentados y caemos? ¿Cómo entender este texto que nos alienta a ver a nuestro Dios obrando para que no pequemos? Bueno, una cosa es que Dios nos sostiene cuando resistimos la tentación, pero otra muy distinta es cuando cedemos a la tentación. La verdad debe decirse acá. Nuestra naturaleza pecadora le encanta la tentación. Es cierto que nadie le gusta pecar porque se piensa en las consecuencias, sin embargo, y como decía Pablo, “pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco,  eso hago”. Cuando se presenta la tentación hay una mezcla de amor y odio. De deseo y de culpa. De satisfacción y de decepción. De placer y de rechazo. Al principio cuando el hombre pecó vio que la oferta era buena, codiciable, prometedora, pero cuando cedió se estaba escondiendo. Si sabemos esto, debemos aferrarnos a la promesa de Dios que se acuerda que somos polvo, de modo que seamos socorridos cuando somos tentados. José fue tentado por la mujer de Potifar, pero su temor a Dios lo sacó de allí victorioso. Dios no nos deja ser tentados si somos fieles. ¿Tememos a Dios?

 

III. AL SER RESISTIDA POR EL CREYENTE TIENE COMO META LA VICTORIA

 

1. “Mas líbranos del mal” (Mt. 6:13). Una  traducción más exacta de esta oración va en búsqueda de la personificación del mal, de modo que podríamos traducirla así: “Líbranos del maligno”. Con esto concuerdan los que sostienen que,  más que el mal, la petición se enfoca en aquel por quien se origina el mal.  Pablo nos recordará esta misma verdad al decirnos que nuestra lucha no es contra carne ni sangre, sino contra potestades y gobernadores de las tinieblas (Ef. 6:12).

 

2. ¿Cuáles son las lecciones que aprendemos?  De la petición “no nos metas en  tentación” se desprenden muchas aplicaciones que son necesarias aprender. Por un lado, no nos creamos tan fuertes para no caer en la tentación. Nunca piense que usted es un creyente tan sólido para que la tentación no le venza. David creyó esto y pecó. Pedro creyó esto y cayó. Ningún pensamiento que provenga de nosotros para creer que somos suficientes para enfrentar la tentación, nos podrá ayudar. En todo caso, y por cuanto son los pensamientos donde más libramos las batallas contra la tentación, se nos dice que debemos traerlos cautivos a los pies de Cristo con los que podamos resistir el poder las tentaciones  (2 Cor. 10:5). Al orar “no nos metas en tentación” estamos diciéndole al Señor que por ninguna razón deseamos ser probados.

 

CONCLUSIÓN: La forma como esta oración termina es magistral. Solo pudo venir del pensamiento y la sabiduría del Maestro: “porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén. Note usted las tres cosas que le pertenecen a Dios: reino, poder y  gloria. Y si bien es cierto que estas pertenencias se aplican a  la oración hecha, el contexto inmediato nos conduce a poner estas frases en la petición final: “No nos metas en tentación, mas líbranos del mal”. Por cuanto suyo es su reino, ahora yo estoy colocado en él. Es cierto que ese reino se había perdido cuando el primer Adán pecó, pero ahora “tuyo es el reino”. Es el reino de su Hijo y ahora también me pertenece. Pero también “suyo es el poder”. Ese poder ahora mora en mí. Es el poder que me preserva hasta el final, razón por la cual debo vivir en victoria. Pero también “suya es la gloria”. No me perderé en el camino, sino que Dios me garantiza mi entrada a ella. El reto es vivir para su gloria. Ahora Cristo está en esa gloria triunfante y victorioso y espera mi triunfo y mi victoria para llegar hasta allá. Si suyo es el “reino, y el poder, y la gloria”, entonces yo podré triunfar sobre las tentaciones y el mal. ¿Está triunfando sobre sus tentaciones?

 

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