Por: Moisés Evangelista
La Biblia advierte claramente que todos podemos caer. Por supuesto que no se refiere a las caídas físicas que son tan comunes a los seres humanos. Por regla general, es fácil tropezar, perder el equilibrio y caer al piso. He visto muchas veces, que a menos que la persona sea muy golpeada y dañada por la caída o sea un anciano o anciana que no puede levantarse por sí mismo, quienes tropiezan y caen tratan de levantarse rápidamente mientras miran a los lados con la esperanza de que nadie les haya observado. Lo mismo sucede cuando tropiezan, aunque no lleguen a caerse del todo. El solo hecho de tropezar nos avergüenza a pesar de que es un suceso normal y cotidiano.
Ignoro por qué oscura razón es tan común la costumbre de reírnos o burlarnos cuando alguien se cae. He visto situaciones en que los que se han caído tienen que suplicar a quienes están a su lado: —No se rían más y ayúdenme a levantar.
Cuando Pablo habla de la posibilidad de caer, recuerda la historia del pueblo de Dios en el Antiguo Testamento. Ellos habían visto las maravillas que Dios obró liberándoles de la esclavitud en Egipto y cómo les alimentó y cuidó milagrosamente. Sin embargo, muchos cayeron en conductas que Dios desprecia y sufrieron las consecuencias de su desvío. Por ello el apóstol nos enseña que no importa cuántas experiencias espirituales ya hayan tenido los creyentes, deben mantenerse vigilantes, porque cualquiera puede caer en tentación o ser desviado del propósito de Dios para su vida.
Incluso quienes hayan sido cristianos por largo tiempo nunca deben olvidar que su fidelidad no es una garantía que les exime de caer y arruinar en un momento el testimonio de vida de muchos años. Por lo tanto debemos ser humildes y mantenernos cerca del Señor.
Si tú eres un cristiano o una cristiana que has seguido con fidelidad al Señor por muchos años, te felicito y doy gracias a Dios por tu vida. Pero a la vez, te recuerdo que aunque Satanás anda como león rugiente buscando a quien devorar (1 Pedro 5:8) la caída es evitable si vivimos en humildad y dependencia del Señor.
Otro proverbio nos advierte: Antes del quebrantamiento es la soberbia, y antes de la caída la altivez de espíritu (Proverbios 16-18). Enorgullecernos por nuestra fidelidad es absurdo y peligroso. La fuerza para seguir siendo fieles viene, precisamente, de la humildad y dependencia que tengamos al Espíritu Santo.