¿Cómo afrontar la enfermedad?

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EL EVANGELIO EN MARCHA

 ¿Cómo afrontar la enfermedad?

 Por: Enrique Monterroza

 

PAG 20Los últimos días he estado pasando por una situación incómoda de enfermedad. No me siento con la suficiente salud que quisiera, de hecho siento constantes molestias en mi cuerpo y aunque no es algo grave que me lleve a postrarme en cama me siento incómodo andar con este estado de salud.

Esta mañana al llegar a la oficina oraba a Dios y le pedía que si era su voluntad me sanara, que ya no quería seguir con lo mismo, que estaba cansado de las constantes molestias. De pronto, mientras oraba me hice la siguiente pregunta: ¿Y si no es la voluntad de Dios sanarme?, seguida de la siguiente: ¿Y si Dios quiere que pase por esto?, claro dichas preguntas no opacaron mi fe, pero me hicieron ver todo desde otro punto de vista, desde el punto de vista de someterme al proceso de enfermedad y afrontarlo.

Es duro cuando piensas que has hecho los suficientes méritos como para que la enfermedad no te toque, es duro cuando piensas que Dios no va permitir que te enfermes porque crees que has hecho lo suficiente como para merecer el favor de Dios y no pasar por la enfermedad. Pero, ¿Qué tal si Dios quiere que pases por eso?, no, no vamos a hablar de un Dios cruel porque eso sería una blasfemia, tampoco vamos a decir que la enfermedad nunca llegará a los hijos de Dios porque si eres humano de carne y hueso, entonces debes saber que te enfermarás tarde o temprano, es parte de la vida.

Ahora bien, ¿Cómo afrontar el periodo de enfermedad?, hay dos formas de enfrentar la enfermedad y cada uno de nosotros podemos optar por una de ellas sabiendo de antemano las consecuencias de cada decisión que tomemos.

 

Primero: Puedes afrontar la enfermedad quejándote, echándole culpas a Dios, sintiéndote defraudado y hasta dudando de la existencia de Dios. Hay una gran cantidad de gente que cuando se enfrenta a la enfermedad pierde su fe, y la pierde porque “confió” en Dios en que iba a sanar y no sanó. Hay algo que tenemos que entender, yo no confío en Dios porque espero que Él haga todo lo que yo le pida, confío en Él porque sé que Él tiene cuidado de mi, ya sea acá en la tierra o en lugar que me tiene preparado para el día de mi partida de este mundo. Mi confianza en Dios no depende de mi estado de salud, ni de una respuesta que espero que me conteste si o si, sino de lo que Él ya hizo un día muriendo en mi lugar y dándome la oportunidad de ser perdonado de mis pecados y comenzar una nueva vida que antes no tenía.

Si tu eres una persona que cree que Dios tiene que obedecer a todo lo que pidas estás muy confundido, porque Dios no es nuestro siervo que tiene que hacer todo lo que le digamos, él es nuestro Señor y nosotros somos los que debemos someternos a sus decisiones.

Lo peor que puedes hacer en medio de la enfermedad es perder la fe, a veces las enfermedades que afrontamos son consecuencias de nuestros malos hábitos, otras son enfermedades hereditarias y otras que ocurren sin tener un origen claro son parte del repertorio de enfermedades a las que podemos optar en este mundo, pues recuerda que aunque somos creyentes seguimos siendo humanos y nuestro cuerpo puede padecer cualquier enfermedad.

Enfrentar la enfermedad quejándote y echando culpas puede ser el peor fin que un ser humano puede tener, pues más allá de morir de una enfermedad lo peor que puede haber es morir sin fe y sin una esperanza.

 

Segundo: Puedes afrontar la enfermedad con tu fe intacta y con tus ojos puestos en Jesús. Quizá muchos que pasen enfermedades tendrán el privilegio de ser sanados por Dios, otros a lo mejor no tendrán ese privilegio, pero el mayor privilegio que podemos tener en este mundo es mantener nuestra fe intacta en medio de cualquier circunstancia. Cuando entendemos que la enfermedad es un proceso por lo que todos los seres humanos pasaremos, comprendemos  también que no vale la pena renegar o echar culpas, sino más bien afrontar lo que viene confiando en Dios, pero confiando no solo en una sanidad si es que se llegara a dar, sino también confiando en que si no llegamos a sanar tenemos un mejor lugar junto a nuestro Señor y Salvador.

El mayor tesoro que el ser humano puede tener es la esperanza, esa esperanza de saber que un día estaremos por toda una eternidad con el Señor, que no importa lo que nos toque enfrentar en este mundo, pues un día estaremos junto a nuestro Creador por toda una eternidad, en donde la misma Biblia describe que: “Él les secará toda lágrima de los ojos, y no habrá más muerte ni tristeza ni llanto ni dolor. Todas esas cosas ya no existirán más».” Apocalipsis 21:4 Nueva Traducción Viviente (NTV).

Quizá en este momento que estás leyendo estas líneas estés pasando por una enfermedad, a lo mejor te sientes igual o peor que yo, quizá también al igual que yo has orado a Dios para que te sane, sin embargo no hemos visto una respuesta instantánea como la quisiéramos ver. ¿Será eso motivo para dejar de creer o dejar de confiar en Dios?, de ninguna manera, mi fe no se vende por una respuesta, mi fe está en el Dios que hizo los cielos y la tierra.

No sé si Dios querrá sanarme o moriré algún día de una enfermedad, pero lo que sí sé es que mi fe no desfallecerá, pues lo que Dios ha hecho en mi vida es mucho más grande que sanar una enfermedad de mi cuerpo, Dios me sanó el alma, Dios me perdonó de mis pecados y cambió mi vida.

Ese día en el que me extendió sus brazos para perdonarme es el mejor día que pude vivir, ese milagro de la salvación es mucho más grande que cualquier otro y por eso Dios se merece toda mi confianza, se merece toda mi fe, se merece toda mi esperanza, porque hizo un día lo que nadie más quiso hacer por mí, murió en mi lugar para darme vida eterna, no una vida que se acaba en la tierra, sino una vida que va más allá de la muerte terrenal, por eso y más puedo declarar como un día Job lo declaró: “He aquí, aunque él me matare, en él esperaré” Job 13:15 Reina-Valera 1960 (RVR1960).

Hoy te invito a que juntos sigamos creyendo en lo maravilloso que es Dios. Sonriamos cada día al despertar al darnos cuenta que Dios ha sido bueno de regalarnos un día más de vida. Sonriamos al ver a nuestra familia, a nuestros hijos a nuestros cónyuges, sonriamos al darnos cuenta que hemos sido más bendecidos de lo que un día creímos merecer. Sonriamos porque un día Dios nos salvó y nos regaló la entrada al reino de los cielos a través de Cristo Jesús, y eso es suficiente razón para sonreír y mantener nuestra fe intacta en medio de cualquier circunstancia.

Hoy elevo una oración a Dios por ti que me lees, oro a Dios para que en medio de la enfermedad siempre tengas la fortalece y la fe que se necesita para afrontar ese episodio de la mejor manera posible. Oro por aquellos que piden sanidad y que Dios en su infinita misericordia ha tenido a bien sanarlos, oro también por aquellos que no serán sanados para que en medio de su enfermedad no se olviden a alabar y adorar a Dios. Pero sobre todo oro para que Dios nos haga ver lo maravilloso que ha hecho en nuestra vida y lo importante que fue que un día nos diera vida y vida en abundancia, pues la vida que Jesús nos da es para siempre.

Termino con unas palabras escritas por un hombre de Dios que tuvo que pasar por situaciones difíciles, pero que en medio de esas situaciones difíciles siempre tuvo bellas palabras para Dios:

“Mi antiguo yo ha sido crucificado con Cristo. Ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Así que vivo en este cuerpo terrenal confiando en el Hijo de Dios, quien me amó y se entregó a sí mismo por mí.” Gálatas 2:20 Nueva Traducción Viviente (NTV)