Despreciando tus derechos

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EL EVANGELIO EN MARCHA

Despreciando tus derechos

Por: Enrique Monterroza (www.enriquemonterroza.com)

 

PAG 19“Los muchachos fueron creciendo, y Esaú se convirtió en un hábil cazador. Él era un hombre de campo, pero Jacob tenía un temperamento tranquilo y prefería quedarse en casa. Isaac amaba a Esaú porque le gustaba comer los animales que cazaba, pero Rebeca amaba a Jacob. Cierto día, mientras Jacob preparaba un guiso, Esaú regresó del desierto, agotado y hambriento. Esaú le dijo a Jacob: —¡Me muero de hambre! ¡Dame un poco de ese guiso rojo! (Así es como Esaú obtuvo su otro nombre, Edom, que significa «rojo»). —Muy bien —respondió Jacob—, pero dame a cambio tus derechos del hijo mayor. —Mira, ¡me estoy muriendo de hambre! —dijo Esaú—. ¿De qué me sirven ahora los derechos del hijo mayor? Pero Jacob dijo: —Primero tienes que jurar que los derechos del hijo mayor me pertenecen a mí. Así que Esaú hizo un juramento, mediante el cual vendía todos sus derechos del hijo mayor a su hermano Jacob. Entonces Jacob le dio a Esaú guiso de lentejas y algo de pan. Esaú comió, y luego se levantó y se fue. Así mostró desprecio por sus derechos del hijo mayor.” Génesis 25:27-34 Nueva Traducción Viviente (NTV)

 

La mayoría de los que en algún momento de nuestra vida hemos leído está historia, catalogamos a Jacob como un usurpador, que “engañó” a su hermano para conseguir la primogenitura, que en pocas palabras es el derecho que el hijo mayor tiene. Pero la realidad de la historia no es sólo que Jacob se aprovechó del momento que Esaú pasaba, sino que también es de resaltar que Esaú mostró desprecio por sus derechos como hijo mayor, en pocas palabras, no le tomó mucha importancia.

Personalmente hay algunos aspectos de este relato que me llama la atención: En primer lugar las preferencias de los padres, Isaac amaba a Esaú y Rebeca su esposa a Jacob, el amor demasiado marcado de los padres puede provocar peleas entre los hijos, cosa que puedo ver al notar que Jacob pudiendo regalar alimento a su hermano Esaú no lo hizo, sino que en su lugar prefirió negociarlo, eso me lleva a pensar que la relación entre ellos no era buena, es posible que sus padres tuvieran algo que ver en dicha relación, la preferencias nunca hacen un bien, al contrario, dividen.

El segundo aspecto que me llama la atención es la exagerada “hambre” de Esaú, yo me pregunto: ¿Realmente su hambre era tal que podría morir?, realmente no creo que el hambre y cansancio de Esaú fuera tal que estuviera a punto de morir, considero que Esaú exageraba. Un hombre como Esaú, acostumbrado a ir de caza, seguramente fuerte y con mucha resistencia, no podría morir de la manera de cómo él lo expresaba, considero que exageraba y su deseo de “lo fácil” (la comida ya estaba hecha) lo hizo perder la cordura al estar dispuesto a negociar su derecho de hijo mayor.

Cuando nosotros nos decidimos por “lo fácil” podemos perder la cabeza y tomar decisiones equivocadas que pueden traer duras consecuencias. Esaú decidió que su derecho de hijo mayor no era tan importante como saciar el hambre que en ese momento sentía, así que negocio y cedió su derecho de hijo mayor a Jacob, quien luego de escuchar el juramento de su hermano que lo designaba con los derechos de hijo mayor decidió darle de los alimentos que había preparado.

La historia en si trata de reflejar la forma cómo Esaú despreció sus derechos de hijo mayor, es parecido a lo que nosotros hacemos cuando estamos dispuestos a negociar con el mundo y sus placeres. Cuando nosotros no le damos importancia a nuestros derechos como hijos de Dios caemos en el mismo error que Esaú.

Muchas veces nosotros vamos por la vida vendiendo o negociando nuestros derechos de hijos de Dios a cualquier precio, hasta por cosas tan insignificantes que consideramos necesitar en el momento, pero que realmente no eran una necesidad vital y que a la larga nos afecta en la vida.

Cuando un hombre casado y de familia está dispuesto a engañar a su esposa por alguien a quien no le juró lealtad en un altar está vendiendo sus derechos de esposo, pero sobre todo sus derechos de hijo de Dios, pues no está poniendo en alto el nombre de Dios y lejos de honrarlo, está deshonrándolo.

Cuando un cristiano nacido de nuevo está dispuesto a hacer un negocio ilícito está vendiendo sus derechos de hijo de Dios por algo que a la larga no vale la pena y puede acarrear más penas que glorias. Cuando un joven cristiano está dispuesto a igualarse a cualquier joven que no teme a Dios y que vive la vida como quiere, entonces está vendiendo sus derechos de hijo de Dios, pues no está dispuesto a honrar a su Padre, sino a agradar al mundo. Cuando una mujer soltera o casada se deja endulzar el oído por alguien que no es su esposo o por alguien que lo único que quiere es acostarse con ella y está pensando en ceder, también está menospreciando sus derechos como hija de Dios, pues está haciendo lo opuesto a lo que Dios quiere que haga.

Todos podemos estar vendiendo o negociando nuestros derechos de hijos de Dios a través de cosas innecesarias que lo único que nos darán serán consecuencias dolorosas y ya llegado el momento de las consecuencias desearemos no haber tomado esas decisiones o menospreciado nuestros derechos como hijos de Dios.