EL EVANGELIO EN MARCHA
El tren
Por: Francisco Aular (faular@hotmail.com)
Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría. Salmo 90:12 (RV60)
Una de las verdades que nos enseña este Salmo escrito por Moisés, es que esta vida humana, aquí en el ahora, es temporal, es brevísimo ese viaje, comparado con el Dios eterno: “Porque mil años delante de tus ojos
son como el día de ayer, que pasó,
y como una de las vigilias de la noche”. (v.4).
Ahora bien, me imagino la vida humana como un viaje en tren que atraviesa un continente. En mi caso, procuro ver lo bueno de ese viaje, llevo un cuaderno donde anoto “todo lo verdadero, todo lo respetable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo digno de admiración, en fin, todo lo que sea excelente o merezca elogio” (Filipenses 4:8 NVI), dejo las malas noticias de un mundo injusto, y decido que mis compañeros de viaje serán la Palabra de Dios, el Espíritu Santo y la oración.
Sé que pasaré por túneles, valles, subidas y vertientes en el tren; seguiré mi viaje atravesando las diferentes estaciones del año: primavera, verano, otoño y el temible invierno. He hecho la resolución de disfrutar lo mejor de todas las estaciones de mi vida, la niñez, la juventud, la madurez y la ancianidad.
Los amplios ventanales del tren, me permiten disfrutar del viaje, porque veo escena tras escena de manera rápida y continua. Ante mis ojos, los paisajes de los campos bien trabajados con sus animales pastando a la distancia, mientras que un hombre empuja sus yuntas de bueyes, dándole dignidad al trabajo; hileras y más hileras de graneros llenos de trigo, maíz y algodón; planicies, montañas y valles, y a lo lejos las casas con sus chimeneas desprendiendo el humo hacia las nubes; me imagino allí a una mujer y sus niños en ese bello hogar; también contemplo el horizonte con sus gansos y golondrinas que vuelan hacia algún lugar más cálido.
Veo a lo lejos autos que van de un lado a otros en las autopistas cercanas; escolares que nos saludan en medio de la algarabía infantil; las fábricas con sus señales de humo, dan muestra de que se encaminan hacia la prosperidad y el avance; los templos con sus cúpulas y campanarios, nos recuerdan la verdad dicha por el salmista: “¡Dichoso el pueblo que recibe todo esto! ¡Dichoso el pueblo cuyo Dios es el Señor!” (Salmo 144:15 NVI).
Sin embargo, todos viajamos en ese tren; así que lo que más viene a nuestra mente, durante este viaje es nuestra estación final: ¿Cuándo llegaremos a ella? ¿Cuál de los amados nos esperará? ¿Cómo será ese nuevo lugar en donde viviremos? ¿Se parecerá a nuestro viejo tren? Lo que en realidad sabemos, porque hemos visto a otros llegar a su estación final, es que nuestro tren, a cierta hora de algún día determinado, llegará adonde finalmente tendremos que bajarnos. Pero yo sé, que allí nos recibirán con sonidos de trompetas y campanas, y con una banda de música celestial.
En efecto, cuando lleguemos a nuestra estación final nos montaremos en alas de nuestra esperanza, porque los sueños maravillosos de lo porvenir, se habrán hecho realidad. Arribaremos definitivamente al hogar que el Señor nos prometió: “No se angustien. Confíen en Dios, y confíen también en mí. En el hogar de mi Padre hay muchas viviendas; si no fuera así, ya se lo habría dicho a ustedes. Voy a prepararles un lugar. Y si me voy y se lo preparo, vendré para llevármelos conmigo. Así ustedes estarán donde yo esté” (Juan 14:1-3 NVI). ¿Estás preparado para bajarte en tu estación final? Aprovecha ahora que estás en el tren, y busca y recibe a JESÚS como tu Señor y Salvador.
Oración: Padre eterno: Ahora entiendo que tú me amas y que desde antes de la creación del mundo tú quisiste que yo fuera parte de tu familia. Señor, con humildad te pido que perdones mis pecados, me arrepiento, y te ruego que vengas a mi vida. Gracias JESÚS por salvarme, y de ahora en adelante, tú eres mi Señor y Salvador. Amén. (Si hiciste esta oración con sinceridad, escríbeme para enviarle un material de crecimiento espiritual).
Perla de hoy: ¿Cuándo llegaremos a nuestra estación final? No sabemos, pero sí sabemos que allí estará nuestro amado JESÙS.