¿Cómo es Dios?

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EL EVANGELIO EN MARCHA

¿Cómo es Dios?

 

Por: Francisco Aular (faular@hotmail.com)
PAG 19Alzad a lo alto vuestros ojos y ved quién ha creado estos astros: el que hace salir en orden a su ejército, y a todos llama por su nombre. Por la grandeza de su fuerza y la fortaleza de su poder no falta ni uno. Isaías 40:26 (La Biblia de las Américas)

 

Nunca me olvidaré de la clase que nos dio el hermano Galavís a mi profesor de física y a mí. El hermano Galavís trabajaba haciendo la limpieza del laboratorio y muchas veces, él, un experimentado creyente, y yo un nuevo convertido al Evangelio, habíamos orado en aquel lugar porque Dios enviara su bendición a aquel colegio. Así que, cuando yo le testifiqué al profesor, me repitió el antiguo argumento ateo: “No creo en Dios; yo solo creo en lo que veo, y a Dios, ¡nunca lo he visto!”.

Le iba a responder, cuando el hermano Galavís se acerco, pidió permiso para entrar en nuestra conversación, y mientras limpiaba el microscopio, dijo: “Profesor, yo he escuchado que por donde quiera que vamos existen unos animalitos tan pequeñitos que se llaman microbios y virus…”, el profesor y yo, lo escuchamos con interés, el hermano Galavís siguió con su explicación: “¿Profesor, ¿usted ha visto a simple vista estos animalitos? “¡No, claro que no!”, respondió el profesor, “sin embargo -añadió el hermano Galavís señalando al microscopio y diciendo resueltamente-: “Cuando usted se pone a mirarlos por ese aparato, los ve ¿no es así?”, pues, si usted quiere ver a Dios, necesita ponerse en los ojos de su espíritu un aparato llamado fe, porque la Biblia dice que sin fe es imposible agradar a Dios”. Desde ese día, aquel profesor y yo entendimos mejor cómo es Dios.

Recientemente, mi admirado y famoso astrofísico Stephen Hawking afirma en su nuevo libro “El gran diseño”, que sus investigaciones de astrofísica excluyen la posibilidad de que Dios crease el universo. Además de lo que presumimos es un gancho publicitario de la casa editora para vender el recién editado libro del doctor Hawking, complacerá con sus argumentos a los que pretenden que todo fue hecho por casualidad a partir de átomos y moléculas que se transformaron en el transcurso de millones de años.

Me detengo aquí para hacer una reflexión, como todos sabemos, el afamado doctor Hawking, sufre desde hace muchos años de una enfermedad degenerativa que le impide sus movimientos y él “habla” por medio de una computadora, y desde una silla de ruedas va por todo el mundo. Sencillamente, ¡eso es admirable! Me imagino, que algún científico o un equipo de ellos han estado detrás del diseño de tan sofisticada máquina. Sin duda que esos científicos amigos del doctor Hawking, y él mismo, se morirían de la risa, si yo les dijera, para explicar el origen de su aparato: “Yo creo que esa máquina que usted usa se hizo por casualidad”…

Por lo tanto, limitándome nada más a esa corona de toda la creación que es nuestro cuerpo humano tan maravillosamente diseñado, y con toda la inteligencia que el ser humano ha podido desarrollar, ¿se habría formado por casualidad? ¡Qué locura pensarlo! Por ello, el salmista David, dijo hace tres mil años: “Dice el necio en su corazón: No hay Dios” (Salmo 14:1).

Un joven literato llegó a la casa de Esteban Mallarmé -poeta y crítico francés (1842-1898)- para consultarle su opinión sobre un poema que se proponía escribir sobre Dios. -¡Hermoso asunto!-opinó Mallarmé. -¿Verdad, maestro? Pero usted,-¡casi no me atrevo a preguntárselo!-¿Usted cómo lo ve, como lo concibe? Tomó Mayarmé una hoja de papel en blanco, y en medio de él, y con aquella letra segura y elegante que poseía, escribió: “Dios”. Después dejó la pluma y permaneció en silencio. -¿Y qué maestro?- interrogó al cabo de un instante el joven poeta. ¿Y qué? Pues, nada más. No cabe agregar nada a esa palabra. Las consideraciones más variadas y profundas, las disertaciones más sutiles, y el poema más grandioso que pudiera concebirse, dirían menos que esas cuatro letras: cuando se escribe Dios se ha dicho todo y se ha escrito todo.

Ahora bien, para acercarse y conocer a Dios, todavía vienen a mi miente el recuedo de lo que llamo la fórmula Galavís, que me enseñó, en el laboratorio de física y química: “Si usted quiere ver a Dios, necesita ponerse en los ojos de su espíritu un aparato llamado fe, porque la Biblia dice que sin fe es imposible agradar a Dios. (Hebreos 11:6). Como ya lo he afirmado: Desde ese día, aquel profesor y yo entendimos mejor cómo es Dios.

Perla de hoy: Ver la mano de Dios en todo lo que existe, visible e invisible, hace de nuestra vida humana una gran aventura, cada día.