En lugar de buscar una excusa, busca a Cristo

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EL EVANGELIO EN MARCHA

En lugar de buscar una excusa, busca a Cristo

Por: Steven Morales*

PAG 19Creo que para muchos de nosotros nos cuesta bastante admitir nuestro pecado honestamente. Especialmente cuando alguien nos confronta y tenemos la excusa perfecta para defendernos. Pero las excusas no redimen los pecados, más bien revelan qué tan pecaminosos realmente somos.

Sinceramente, es más fácil hablar del pecado cuando hablamos en términos generales. No cuesta en un sermón decir: “Todos somos pecadores; nadie alcanza la gloria de Dios”, pero cuando pecas y sientes esa punzada de culpabilidad, lo último que quieres hacer es predicar un sermón sobre ello.

Sin embargo, en aquellos momentos es necesario predicar un sermón —no a otras personas, sino a ti mismo—. Como dijo Paul Tripp: “La persona con la que más hablas eres ti mismo”, y esta conversación toma lugar en tu corazón. Cuando pecamos, a menudo la conversación se convierte en un atentado de autojustificarnos o excusar nuestro pecado o motivación detrás del mismo.

“¡Es que nadie sabe por lo que estoy pasando!”. “Hay muchas otras personas que son peores que yo”. “No tuve otro opción en el momento”. Las excusas abundan, pero no importa cuanto tratamos de esconder nuestro pecado, la culpabilidad permanece. Si somos honestos, cada intento de autojustificación es en realidad un acto de autodecepción (1 Juan 1:8).

Gracias a Dios, la conversación interna no tiene que terminar allí. Para los que se identifican en Cristo y en quienes mora el Espíritu Santo, hay otro mensaje que podemos predicar a nosotros mismos: el mensaje del evangelio.

Este mensaje empieza con el reconocimiento de nuestros pecados, y por ende, de nuestra culpabilidad. Empieza con reconocer que si recibieras justicia, recibieras condenación. Es saber que no existe nada para excusar nuestro comportamiento pecaminoso, y cualquier atentado a ello solo empeoraría nuestro grado de culpabilidad.

El evangelio provee otra alternativa en lugar de excusar nuestro pecado para no sentirnos culpables: admitir tu culpabilidad junto a tu necesidad de un Salvador. Piénsalo de esta manera: al excusar tu comportamiento pecaminoso, estás negando tu necesidad de un Salvador perfecto.

Le estás diciendo al mundo que las circunstancias que te rodean determinan la gravedad de tu pecado y por casualidad, tus circunstancias siempre parecen devaluar su seriedad.

La lógica bajo la cual operas dice: “Mi pecado no es tan malo. Por lo tanto, no necesito a Jesús tanto como otros pecadores”. Esta manera de pensar no solo es peligrosa, sino fatal. No olvidemos las palabras de Pablo: Por lo cual no tienes excusa, oh hombre, quienquiera que seas tú que juzgas, pues al juzgar a otro, a ti mismo te condenas, porque tú que juzgas practicas las mismas cosas. (Romanos 2:1)

No importa tu excusa o cuanto te comparas a los demás, si no entiendes por qué necesitas a Cristo, no puedes vivir en Cristo.

Si quieres salir de la adicción a tu pecado —sea el adulterio, pornografía, enojo, orgullo, avaricia, etc.— debes traer ese pecado a la luz. Debes dejar que el evangelio resplandezca en los lugares oscuros de tu corazón. Debes dejar que esa culpabilidad se convierta en convicción, la convicción en confesión, y la confesión en arrepentimiento.

Las excusas son nuestro método más común de autojustificación, y al buscarlas estamos atacando directamente al corazón del evangelio. Mejor en lugar de buscar una excusa, busquemos a Cristo. (Steven Morales es editor asociado de Coalición por el Evangelio)