Cuando el final es mejor que el principio

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EL EVANGELIO EN MARCHA

Cuando el final es mejor que el principio

(ECLESIASTÉS 7:8-10)

Por: Pastor Julio Ruiz

aaINTRODUCCION: Hay muchas personas para quienes el presente proverbio tiene dos formas de ser interpretado. Por ejemplo, si usted ha estado en un largo viaje desea que llega el final por aquello que no hay lugar como el hogar. Esto mismo se aplica para aquellos que ven coronado sus esfuerzos como los de un trabajo, estudios o una relación sentimental. Si usted es sometido a una cirugía, lo que más desea es el final más que el principio. La mujer cuando está en el proceso de parto querrá que llegue el final porque eso será mejor que el principio. Pero por otro lado, para muchas personas mejor es el principio que el final, sobre todo aquellos que trabajan bajo una planificación anticipada. Tome el caso de una compañía o empresa que no avanzarían si primero no se trazan un plan de acción. Muchos empresarios hacen sus cálculos finales en función de lo que fue una planificación previa. Ninguno de ellos se arriesgaría ir a través de todo un año esperando recibir grandes dividendos cuando este termine, sin haber transitado el camino de la adecuación para sus resultados. Por supuesto que el presente proverbio no es una invitación a la holgazanería. El proverbio no aprueba la falta de preparación anticipada. Lo que en esencia nos plantea este texto es que hay muchos comienzos que necesariamente no son exitosos, pero en la medida que avanzan a través de una notable disciplina y perseverancia, los fracasos serán menos y los resultados finales estarán coronados de grande satisfacción. Consideremos las abundantes riquezas de este proverbio cuando estamos finalizando este año. Veamos cómo es que el final del negocio es mejor que su comienzo. Veámoslo bajo la perspectiva del tiempo que finaliza.

 

  1. EL FINAL DEL AÑO ES MEJOR PORQUE DIOS NOS PERMITIO LLEGAR AL PRESENTE

 

  1. Es una prueba de la fidelidad divina (Lm. 3:22, 23). Este proverbio nos ayuda a reconocer que si estamos vivos es por la fidelidad de Dios. Es posible que el comienzo del año tuvo signado por alguna fuerte prueba de alguna enfermedad. A lo mejor alguien en su familia fue severamente tocado por alguna adicción, por un conflicto legal o por algún problema sentimental. Quizá al comienzo del año experimentó la pérdida de un ser amado o en el campo laboral fue despedido de su trabajo. Usted sabe cuál fue la prueba por la que tuvo que pasar, pero ahora llega al final de este año vivo y en victoria. Y al revisar todo lo ocurrido se da cuenta que esto fue posible por las misericordias divinas. Es posible que durante el año decayeron muchas cosas en su vida. A lo mejor decayó su ánimo en no pocas ocasiones, decayó su deseo de seguir adelante, decayó hasta su esperanza por seguir viviendo, pero al abrir la palabra descubre la grandeza de esta promesa “porque nunca decayeron sus misericordias, grande es tu fidelidad”. Nada es mejor que la fidelidad de Dios.

 

  1. Es una prueba que el tiempo no se detiene (2 Cor. 4:16). Este proverbio nos da la perspectiva correcta de la vida. Nosotros estamos necesariamente conectados al tiempo. Un día ya no sabremos nada del tiempo cuando entremos en la dimensión de la eternidad. Pablo sabía muy bien que la vida estaba gobernada por un pasado, presente y futuro. En 2 Corintios 4 y 5 el apóstol habla de la muerte de Jesús en el pasado como la razón por la que vive. Y en el presente, Pablo sabe que su vida no está determinada por lo que vemos, oímos y hacemos. Él sabe que hay cosas más sublimes que las temporales. Y si bien es cierto que el “hombre exterior se va desgastando”, hay otro hombre, el interior que se renueva.

 

  1. Es una prueba que nos comprometa mas (2 Cor. 5:9). Por supuesto que el saber todo lo que nos espera debe determinar cómo viviremos nuestro presente. Esta seguridad es la que nos lleva junto con el apóstol a encarar nuestra vida ahora con el más grande deseo de agradar a Dios. Pablo no lo pudo decir mejor. Él vivía entre el estar aquí y el estar allá. Ambas realidades lo impulsaban a querer vivir agradando a Dios en todo. Así lo expresa: Por tanto procuramos también, o ausentes o presentes, serle agradables” v.9. El reto más grande de un creyente es agradar a Dios.

 

  1. EL FINAL DEL AÑO ES MEJOR SI APRENDIMOS LAS LECCIONES QUE NOS DEJÓ EL PRINCIPIO

 

  1. El repaso obligado del tiempo pasado (Sal. 90:12). “Lo que pasó, pasó” sentencia un refrán popular. Pero lo que pasó nos conduce a una lectura obligada. Es cierto que pronto el 2015 formará parte de la historia. Al recordarlo ponderaremos las cosas que no debieran haber pasado. ¿Qué pasa por nuestra mente ahora cuando estamos por finalizar este año? Un pensamiento podría ser acerca de las oportunidades desaprovechadas. Otro que vendrá como un acusador pertinente será acerca de los errores que cometimos. Otro más serán las oportunidades perdidas donde tendremos que decir “si tan solo tuviera otra oportunidad lo haría de una manera diferente”.
  2. El pasado no es mejor que el presente ( Ecl. 7:10). Si empatamos este texto con el versículo 8 encontramos una conexión que ayuda a explicar todo el pensamiento de Salomón. El vocablo que aquí se traduce como “pasado” es la misma raíz de la palabra vertida por “principio”. De esta manera se deduce que si el fin de un asunto es mejor que el principio, entonces el pasado no llega a ser mejor que el presente. Con esta declaración Salomón le pone un freno aquellos que no ven nada bueno en los tiempos modernos, considerando siempre que la época en la que ellos vivieron fue mejor que la de hoy. Esto es muy conocido. Hay personas que viven siempre diciéndonos que los tiempos pasados fueron mejores que los del presente.

III. EL FINAL DEL AÑO ES MEJOR PORQUE DEJA EN NOSOTROS UNA ESPERANZA SEGURA

 

  1. Hay que comenzar la carrera con paciencia (He. 12:1). Si el final del negocio es mejor que el principio, por lo que damos por sentado que hay experiencias que no queremos repetirlas, aprendemos que un nuevo comienzo debe considerar toda precaución, previsión y preparación para no repetir la misma historia. Para eso, se hace necesario un comienzo sabio, prudente y sin la prisa que es enemiga de lo bien hecho. Es aquí donde el consejo bíblico es oportuno. El comienzo de un nuevo año nos plantea un nuevo caminar y una nueva carrera. Y la recomendación de la palabra es que en efecto comencemos la carrera de un nuevo tiempo pero que lo hagamos con paciencia.

 

  1. Hay que proseguir la meta (2 Tim. 4:6-8). Si alguien supo sobre el proverbio de Salomón fue el apóstol Pablo. Mírelo antes de conocer a Cristo. El principio de su vida estaba orientada hacia el exterminio de los creyentes. Su objetivo de perseguir a los cristianos contaba con la aprobación de sus autoridades a quien servía y obedecía. Pero en él se cumplió que es mejor el final del negocio que el principio. En su caso, el final fue conocer a Jesucristo como el salvador de su vida. Pero una vez que comenzó a seguir a Cristo entonces pasó de perseguidor a perseguido y tuvo que llegar al final de su vida, hablando que había que olvidar lo que queda atrás para extenderse hacia lo que está delante. En esto consiste la vida cristiana. El final de este año es que lleguemos con la esperanza de encaminarnos a otra meta en el nuevo lustro que comienza en enero. Seguimos en la carrera cristiana. Tres cosas encierra la propuesta de Pablo para alcanzar esa meta: olvidar lo que queda atrás, extenderse a lo que está delante y proseguir la meta. El fin de otro año nos deja con una esperanza segura. Toda meta está coronada de un premio. Pero hay que llegar al final del negocio para ser premiado.

 

  1. La Biblia siempre mira hacia delante (He. 11:8-16). Si el final del negocio es mejor que el principio, entonces nuestra mirada no puede ser otra sino hacia delante. Es consolador saber que la Biblia es un libro lleno de esperanza. Es un libro que no solo nos habla de la historia de un pueblo con sus personajes, sino de unos personajes llenos de esperanza. En la galería de los héroes de la fe, todos ellos murieron con esperanza. El final de sus vidas fue mejor que el principio, pues cuando ellos murieron se pusieron en contacto con su cielo prometido. Observe el caso de Abraham. Cuando fue llamado de su tierra salió sin saber a done ir. Cuando Dios le dijo que su anciana esposa iba a tener un hijo, creyó y eso le fue contado por justicia. Cuando Dios le dijo que le sacrificara a su único hijo, lo hizo sabiendo que Dios podía levantar aun de los muertos a su hijo. Abraham lo hizo porque en su corazón había una eterna esperanza de ver algo mejor. Así lo expresa el escritor sagrado: porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios…” v. 10.

 

CONCLUSIÓN. “El fin del negocio es mejor que el principio” es la conclusión que Salomón nos plantea al término de este año. Es un verdadero reto a considerar cuando vemos las cosas que nos han pasado, sean buenas o malas. Esta es una palabra llena de sabiduría. Lo es por cuanto llegamos a esta parte del tiempo con vida, y por supuesto muy agradecidos. Pero también por las lecciones que hemos tenido que aprender en la medida que fuimos sometidos a pruebas que no estábamos esperando. Y sobre todo cuando vemos que “el fin del negocio” nos ha dejado una estela de bendiciones, asegurándonos una esperanza viva para lo que esta adelante. Si hubo alguien en quien este proverbio se cumplió fue en el José de Egipto. Al principio, cuando apenas contaba con 17 años fue odiado y vendido por sus hermanos. Después paso de ser el hijo consentido de Jacob a un esclavo en la casa de Potifar, oficial del faraón. Estando allí fue sometido a una insesante tentación, y por resistirse a ella, fue a parar a la cárcel. El “fin del negocio” para él vino después de haber pasado todas las pruebas, y luego de ser el instrumento de salvación a su padre y sus hermanos, dijo estas palabras: “Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo. Ahora, pues, no tengáis miedo; yo os sustentaré a vosotros y a vuestros hijos. Así los consoló, y les habló al corazón” (Gn. 50:20, 21). Tengamos, pues, la seguridad que el fin del negocio será mejor que el principio, por supuesto siempre y cuando Dios dirija el “negocio”. ¿Lo ha dirigido él?

 

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