¿Por qué faltan tanto los cristianos a la iglesia?

0
170

EL EVANGELIO EN MARCHA

¿Por qué faltan tanto los cristianos a la iglesia?

Por: Gerson Morey

pag 18Algunos creyentes faltan a los servicios de la iglesia con una preocupante frecuencia. Seguramente alguien podría argumentar que el poco compromiso que algunos muestran hacia su iglesia local y la facilidad con la que faltan a los servicios quizá son evidencias de que esas personas nunca fueron regeneradas. Y en cierto sentido creo que esa lógica es correcta y sobretodo bíblica, pues la permanente hostilidad o la indiferencia hacia la iglesia no son rasgos de una persona que posee el Espíritu de Dios.

Sin embargo, me enfocaré en el tema que el título de este artículo presenta: ¿por qué faltan tanto los cristianos a la iglesia?. Es decir, por qué genuinos cristianos faltan a los servicios. Quiero presentar algunas de las posibles causas por las que, verdaderos creyentes se ausentan constantemente a su congregación.

Antes de continuar, debemos reconocer que en ocasiones se presentarán situaciones que nos impedirán congregarnos. En este sentido creo que algunas razones son comprensibles, sobre todo cuando estas, escapan de nuestro control. Problemas de salud; responsabilidades laborales; un complicado horario de trabajo (aunque en ese caso también se deberían buscar alternativas para que eso no se convierta en un impedimento absoluto y permanente); dificultades de transporte; estar fuera de la ciudad y contratiempos semejantes, son algunas de las causas legítimas para ausentarse a un servicio de nuestra iglesia local.

 

EL FONDO DEL PROBLEMA

Creo que en el fondo del problema (lo digo así por qué ausentarse con frecuencia a la iglesia es un problema)  yace una pobre compresión de nuestra redención y sobre todo un defectuoso entendimiento de la doctrina de la iglesia. Dicho de otra manera, si mal entiendo la naturaleza de mi salvación y la naturaleza de la iglesia de Cristo, seguramente congregarme no será una prioridad en mi vida.

Este artículo no podría hacerle justicia a la extensión, la importancia y la riqueza de ambos temas, pero creo que podemos destacar un par de aspectos sobre el mismo.

PRIMERAMENTE, cuando los hombres nos arrepentimos de nuestros pecados, y confiamos en Cristo para nuestra salvación, la Biblia nos enseña que somos sellados con el Espíritu Santo (Efesios 1:13), es decir, somos habitados por el Espíritu de Dios. Pero de la misma manera, Pablo también nos explica que esa realidad se da en el contexto de nuestra unión con el cuerpo de Cristo:

Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, aunque son muchos, constituyen un solo cuerpo, así también es Cristo. Pues por un mismo Espíritu todos fuimos bautizados en un solo cuerpo…”(1 Corintios 12:12-13 LBLA).

Esto quiere decir, que los creyentes hemos sido injertados en el mismo cuerpo, la iglesia de Cristo, por la obra del Espíritu Santo. Ahora, somos hechos miembros de esa comunidad en la que todos han sido participantes del mismo Espíritu. Para decirlo en términos sencillos, desde que nos convertimos, el Señor nos injerta en la iglesia, que es Su cuerpo, para ser parte de ella. Por lo tanto, nuestras vidas deben expresar esa realidad. Nuestra actitud y disposición hacia la iglesia deben reflejar esa necesidad y dependencia que un miembro tiene de un cuerpo.

SEGUNDO, debemos establecer que cuando hablamos de la iglesia, estamos hablando de una comunidad de personas, y no de un edifico en particular. La iglesia debe ser comprendida como la comunidad de creyentes que se congrega para la adoración a Dios. Por ejemplo, cuando la palabra iglesia se usó en el libro de los Hechos, nunca tuvo una connotación geográfica, sino más bien, la referencia era al grupo de personas que se reunían en algún lugar para la adoración y comunión.

Además, debemos tener en cuenta que es el Señor quien es presentado como el dueño de esta comunidad. Cristo dijo “yo edificaré mi iglesia” (Mateo 16:18); Pablo recordó a los ancianos de Efeso que debían “pastorear la iglesia de Dios, la cual El compró con su propia sangre” (Hechos 20:28 LBLA); Pedro también exhortó a los ancianos diciéndoles “pastoread el rebaño de Dios… “(1 Pedro 5:2 LBLA).

Asimismo debemos considerar con atención las palabras que Pablo usa para describir la relación, el cuidado y el propósito que Cristo tiene con su iglesia:

Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia y se dio a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado por el lavamiento del agua con la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia en toda su gloria, sin que tenga mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuera santa e inmaculada. (Efesios 5:25-27 LBLA)

Porque nadie aborreció jamás su propio cuerpo, sino que lo sustenta y lo cuida, así como también Cristo a la iglesia; (Efesios 5:29 LBLA)

Como dije, estos versículos nos presentan un panorama amplio y conmovedor respecto a esta profunda relación entre Cristo y su iglesia. El texto destaca el amor de Cristo por su iglesia, luego que se dio a sí mismo por ella, es decir, se entregó en la cruz por ella. Que la cuida y la sustenta y que tiene el propósito de presentarla a él mismo, sin mancha ni arruga.

Esto es una evidencia de la prominencia que las Escrituras le otorgan a la iglesia. No es para menos: La iglesia es del Señor; pagó un gran precio por ella; es amada, cuidada y sustentada por él, para hacerla cada día más pura y santa con el fin de un día presentársela así mismo adornada de gloria. ¡A esta gloriosa comunidad es que todo creyente pertenece!

Y deberíamos celebrar, sentirnos privilegiados y dar gracias por ello. Deberíamos unirnos, amarla y ser parte activa de ella. Procurar lo mismo que él procura para Su cuerpo. Creo que entender esta dimensión de la iglesia, despertará un aprecio y una actitud más comprometida con ella. Al fin y al cabo, somos miembros de ella.

De otro lado, debo hacer hincapié en algunos mandatos para los creyentes que solo se pueden cumplir cuando somos parte activa de esta comunidad. Estamos llamados a amarnos unos a otros (1 Juan 4:7); a perdonarnos (Efesios 4:32); a soportarnos (Col 3:13); a sobrellevad las cargas de los otros (Gal 6:1) a enseñarnos y exhortarnos unos a otros (Col 3:16).

Ante tan abrumadora evidencia, debemos concluir, que es imposible ser obediente al Señor a este respecto, cuando no estamos participando de la comunión con los demás creyentes. Lo que Pablo dice en referencia a que “si un miembro sufre, todos los miembros sufren con él” (1 Cor 12:26), solo tendrá una completa expresión dentro del compañerismo, del que también participamos durante los servicios de nuestra iglesia local.

 

EXHORTACIÓN FINAL 

Es cierto que hasta el momento no hemos enfocado este artículo a la necesidad y a los beneficios de congregarnos. Lo podemos dejar para otra oportunidad. Pero en este sentido, debo puntualizar que los hijos de Dios necesitamos estar junto a nuestros hermanos y adorar junto a ellos a nuestro Creador y Redentor. Necesitmos la adoración corporal, la instrucción de la palabra y el amor de los hermanos.

Asimismo debo también destacar que hay innumerables, gloriosos y eternos beneficios que se derivan de congregarse regularmente. Pero si somos justos, la adoración con otros creyentes, la palabra que recibimos de nuestro pastor, la oración corporativa y el compañerismo que experimentamos al asistir a los servicios de la iglesia, son beneficios por sí solos.

Por lo tanto, si la realidad de mi salvación comporta una unión con el cuerpo de Cristo; si la vida cristiana sucede en el contexto de la comunión con otros creyentes, y en vista del amor y el gran propósito que Cristo tiene por su iglesia, debemos tener en alta estima cada momento en el que estamos unidos con nuestros hermanos. Por eso, debemos congregarnos cada domingo si es posible. Tenemos que obedecer el mandato explícito de: “no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos unos a otros, y mucho más al ver que el día se acerca. (Hebreos 10:25 LBLA).

Que Dios abra nuestros ojos a estas verdades y que seamos consecuentes con ellas, que asistamos a la iglesia y que entremos por sus “puertas con acción de gracias”, porque al final será para nuestra edificación personal, para la edificación del cuerpo Cristo y sobre todo para la gloria de nuestro gran Dios y Salvador. ( Gerson Morey, autor del blog cristiano El Teclado de Gerson)