EL EVANGELIO EN MARCHA
Se busca a ese hombre
(PROVERBIOS 20:6; EZEQUIEL 22:30; JOSUÉ 24:15)
Por: Rev. Julio Ruiz, Pastor
INTRODUCCIÓN: Hay una pregunta en la Biblia que tiene que ver con el tema de hoy:“Muchos hombres proclaman cada uno su propia bondad, pero hombre de verdad, ¿quién lo hallará?”. Bueno, hoy queremos conseguirlo. Esa búsqueda comenzó en el mismo momento cuando el hombre cayó de su estado de gracia a uno de maldición. Después que el hombre pecó, Dios hizo la pregunta: “¿Dónde estás tú?”. A través de los siglos esa búsqueda no ha cesado. Dios creó a un hombre de verdad y lo sigue buscando. Él buscó a ese hombre en Sodoma para no destruirla y no encontró a ninguno. Años después Ezequiel seguiría hablándonos de esa búsqueda en el contexto que dio origen al cautiverio de Israel en su capítulo 22:30. Dios buscó a un hombre que hiciese “vallado” y que se pusiera “delante de la brecha” para que no viniera el juicio divino, y no lo halló. ¿Qué había pasado? ¿Dónde estaba ese hombre? Cuando uno lee Ezequiel 22 pareciera tener delante las noticias del periódico de cualquiera de nuestras ciudades. La vida no vale nada. Al parecer valen más sus adornos y sus lujos que la vida misma. Al igual que los tiempos previos a la destrucción y deportación de Jerusalén, los profetas describían que el placer sensual era lo más importante. El estado de indolencia en que había caído la sociedad era un terreno propicio para una intervención divina, por cuanto Dios no encontró a un hombre que se parara en la brecha e intercediera. Pero quiero pensar que Dios si tiene a esos hombres. Hablamos de aquellos que temen y aman a Dios de verdad. Que funcionan como un hombre de verdad, que asumen la responsabilidad como un hombre de verdad, que piensan como un hombre de verdad, que actúan como un hombre de verdad, que trabajan como un hombre de verdad. Si usted tiene estos requisitos entonces usted ese hombre que Dios busca, usted es ese padre que finalmente Dios busca. ¿Dónde está ese hombre? ¿Dónde encontrarlo? Veamos algunos ejemplos de ellos.
- ESE HOMBRE LO ENCONTRAMOS EN AQUELLOS QUE EJERCEN LA FE COMO ABRAHAM
- En creer solamente la promesa (Gn. 12:1). Abraham no tenía necesidad de salir de su “tierra y de su parentela”. No había problemas económicos en su país, ni tampoco guerras o persecuciones políticas. Vea su condición. Era un hombre joven con solo 70 años. Estaba casado con una esposa inteligente y bellísima. Además, era un hombre muy rico, lo cual nos hace pensar que era un hombre próspero en todos sus negocios. ¿Tenía necesidad Abraham de dejar a su gente por una simple promesa? ¿Se mudaría usted a un lugar sin saber a dónde vivir? Se dice que el simple hecho de que un hombre dejara a sus parientes y se fuera a vivir lejos era de por sí una terrible desgracia. Algunos lo consideraban incluso peor que la muerte. Estudios arqueológicos han descubierto que Ur de los Caldeos, la tierra de Abraham, era de familias ricas y pudientes, con grandes e innumerables habitaciones. ¿Qué impulsó a Abraham a dejar a su gente, basado en una sola promesa? ¿Por qué él es un hombre de verdad? Porque le creyó a Dios, aunque no sabía a dónde iba (He. 11:8-10). Una de las cosas que impactará más la vida de nuestros hijos es ver a su padre que le cree a Dios y sus promesas. Eso hará un hijo seguro.
- En creer que Dios proveerá (Gn. 22:8). Las dos grandes razones que califican a Abraham como el “padre de la fe” están enmarcadas en la experiencia de salir de su tierra conocida, para caminar en la tierra prometida y luego el ofrecer a su hijo Isaac en sacrificio por el pedido de Dios. Se ha dicho que la prueba más grande del amor que tenemos por Dios es cuando él nos pide sacrificar lo que más valoramos. Si no pasamos esa prueba, el amor por Dios está en déficit. Definitivamente la fe de Abraham escaló toda la montaña donde Dios le pidió sacrificar a su hijo, su único. Su corazón se partía en pedazos cuando pensaba en levantar el cuchillo que había servido para degollar los corderos para el sacrifico del altar a Dios, y ahora tener que usarlo para degollar a su propio hijo. Y la cumbre de todo su dolor llegó cuando el hijo nacido en la vejez, y él más esperado por Sara y él, le preguntó por el cordero para el holocausto (v.7). Pero la respuesta llena de fe del padre acongojado, a la larga será la profecía cumplida en Cristo (v.8). El padre de verdad alentará a su hijo a través de su fe en la provisión divina, en medio de la prueba.
- ESE HOMBRE LO ENCONTRAMOS EN AQUELLOS QUE AMAN A DIOS COMO DAVID
- El dulce cantor de Israel (2 Sam. 23:1). David tuvo muchos nombres, gracias a su carácter y por el especial amor que dispensó hacia Dios. Si bien es cierto que cometió graves pecados, y tuvo muchas debilidades, nadie podrá negar que él aparece entre la galería de aquellos mortales que dijo: “Amo a Jehová, fortaleza mía…” (Sal. 18:1). La calificación que se hizo de él, llamándolo “el dulce cantor de Israel”, nos dice tanto del poeta que supo expresar a través de los salmos los más encumbrados himnos de adoración y alabanza al Dios eterno. Quién puede negar que hay un deleite en los salmos de David que los hacen tan universalmente amados y de tanta edificación para el alma. No importa cuál sea nuestro estado de ánimo, incluyendo el gozo o la depresión, David pareciera describir en cada salmo nuestras cambiantes emociones. Quién no podrá ver cómo David expresa su amor a Dios cuando compuso salmos como el 23 o el 51. Tan grande era su amor a Dios que lo anhelaba como el siervo que clama por las aguas (Sal. 42:1). Que como padres encontremos en el ejemplo de David el especial amor que tuvo por Dios como un desafío que nos lleve a decir también: “Amo a Jehová, fortaleza mía”.
- Conforme al corazón de Dios (Hch. 13:22). ¿Qué cualidades tuvo David para ser calificado de esta manera sobre todo cuando su vida estuvo llena de debilidades? ¿Por qué no se dijo eso de un José o de un Daniel, quienes con sus modelos de pureza podían haber encarnado mejor esa calificación? ¿A caso no fue David un hombre que reveló ese lado oscuro de la naturaleza humana, cometiendo dos pecados para los cuales no había ningún tipo de sacrificio? Entonces, ¿por qué Dios descubrió que el corazón de este hombre era parecido al suyo? ¿Cuáles fueron las características que lo calificaron para este reconocimiento? Porque desde su juventud comenzó amar a Dios y a confiar en él.
III. ESE HOMBRE LO ENCONTRAMOS EN AQUELLOS QUE SIRVEN A DIOS COMO JOSUÉ
- Tenemos la opción de escoger a quien servir (Jos. 24:15a). Otro hombre de verdad en la Biblia fue Josué. Su carácter está adornado con una vida de servicio a Moisés, su líder, al pueblo de Israel y por ende a Dios. Su determinación fue tan seria que después de todos los triunfos que el Señor le dio en la conquista de la tierra prometida, convocó a las tribus para que definieran si iban a servir a los dioses “del otro lado del río” o al Dios que les había dado las victorias.
- Yo y mi casa serviremos a Jehová (v. 15b). Esta es una de las decisiones donde se puede ver el carácter del padre virtuoso. Hay padres que sirven solos al Señor, pero sus hijos no le siguen. Cuando Josué dice “yo” está asumiendo el rol que le fue dado. No podemos transferir esta responsabilidad a la madre, la escuela o la iglesia. Soy yo quien debo liderar las riendas de mi casa y de mis hijos.
- ESE HOMBRE LO ENCONTRAMOS EN AQUELLOS QUE OBEDECEN AL SEÑOR COMO JOSÉ
Se habla mucho de María, la madre de Jesús. La devoción que han hecho de ella la ha llevado hasta la categoría de “inmaculada”, “reina del cielo”, “madre de Dios” y la “eterna intercesora”, entre algunos títulos. Pero de José, su esposo, no se habla mucho. Son muy raros los mensajes que se predican acerca de su persona y carácter. José es el hombre que no habla en la Biblia. No hay un solo texto donde él haya tenido una conversación. Fue un hombre íntegro y de un profundo amor por María, pues cuando supo que estaba embarazada, quiso dejarla “secretamente”. Y desde que tuvo el sueño del ángel, reveló la obediencia como su más grande virtud. Cuando el despertó del sueño, el texto dice: “Hizo como el ángel del Señor le había mandado, y recibió a su mujer” v. 24. No muchos hacen lo que Dios ordena.
CONCLUSIÓN: Una historia cuenta de unos padres que tuvieron a un hijo que desde que nació llenó sus vidas de alegría, pero cuando llegó a los 13 comenzó a llenarla de tristeza por su mal comportamiento, siendo castigado duramente por esto. El padre como ya no podía con su hijo, un día se levantó y le propuso un trato. Le dijo: “Hijo amado, ven y siéntate que quiero hacer un trato”. “¿Cuál trato?”, respondió el hijo. Que de aquí en adelante no voy a castigarte si me prometes cambiar tu actitud. Su propuesta la hizo trayendo un martillo y muchos clavos, y le explicó que por cada falta hecha iba a poner un clavo en la puerta de su dormitorio. Bueno, el hijo pronto quebrantó el trato peleando con sus compañeros y al llegar a casa puso el primer clavo. Pero notó que sus padres no le dijeron nada, lo cual le hizo ver que ellos cumplirían su palabra. El hijo seguía faltando y la puerta se llenó pronto de clavos. Al ver el padre que esto no paraba, y que ya no había más espacio donde poner más clavos, tomó el martillo y unos tres clavos más que faltaban clavar. Cuando el hijo vino y miró la puerta, cayó de rodillas delante del padre llorando y avergonzado, diciendo que no soportaba más la carga de sus culpas. Al llegar la noche el hijo abrazó a su padre y llorando amargamente le pidió hacer un nuevo trato donde él quería ser un niño bueno, el padre sonrió y tomó el martillo y los tres clavos que faltaban clavar y los guardó y después le dijo al hijo, el nuevo trato será que por cada buena obra que hagas tu podrás sacar un clavo a la vez. El hijo cambió y logró llegar a sacar todos los clavos y lloró de felicidad por sentirse limpio de sus faltas y llamó a sus padres y les mostró que no tenía más clavos en su puerta, y su padre le dijo que no olvidara cómo había quedado la puerta. El hijo notó que su puerta estaba destruida por los clavos y se sintió culpable de lo pasado a pesar de no tener más clavos. Como quiera que haya sido el padre premió a su hijo con una nueva puerta más preciosa que la anterior y sacó de la casa la puerta dañada, y al llegar su hijo vio a su padre junto a su nueva puerta y le agradeció mucho. En ese momento el padre le dio nuevamente los tres clavos que no clavó y el martillo, entonces el hijo lo miró y le preguntó llorando, “¿tengo que clavar en mi nueva puerta los clavos que me faltan del trato anterior?” exclamó con profunda tristeza. El padre le detuvo y le dijo que no. El padre le dijo que esos tres clavos representan los tres clavos que nuestro Señor Jesucristo llevó en la cruz del calvario, para pagar todas nuestras faltas y darnos una nueva vida más preciosa que la que teníamos. El hijo lo abrazó llorando y le dijo: “Tú eres especial”. ¿Soy un padre de verdad?
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