EL EVANGELIO EN MARCHA
¡Patria, ayuno y oración!
Por: Francisco Aular (faular@hotmail.com)
En primer lugar, te ruego que ores por todos los seres humanos. Pídele a Dios que los ayude; intercede en su favor, y da gracias por ellos. Ora de ese modo por los reyes y por todos los que están en autoridad, para que podamos tener una vida pacífica y tranquila, caracterizada por la devoción a Dios y la dignidad. Esto es bueno y le agrada a Dios nuestro Salvador, quien quiere que todos se salven y lleguen a conocer la verdad. 1 Timoteo 2:1-4 (NTV)
A Nehemías, un hombre laico, copero del rey Artajerjes (465-424 a. de J.C.), le llegaron noticias de la patria lejana en los siguientes términos: “Las cosas no andan bien. Los que regresaron a la provincia de Judá tienen grandes dificultades y viven en desgracia. La muralla de Jerusalén fue derribada, y las puertas fueron consumidas por el fuego” (Nehemías 1:3,4 NTV), su reacción fue inmediata: “Cuando oí esto, me senté a llorar. De hecho, durante varios días estuve de duelo, ayuné y oré al Dios del cielo” (Nehemías 1:5 NTV). Es más, el libro que lleva su nombre comienza y termina en oración. ¡Patria, ayuno y oración!, se convirtieron en su lema y en motivos principales de su andar cotidiano, hasta que volvió a su patria e hizo la labor, la cual sirve hasta hoy de modelo de liderazgo en la obra de Dios. Así que orar por la patria, no es opcional es la responsabilidad de cada cristiano nacido de nuevo.
En efecto, la Biblia nos dice que Dios es el Creador de todas las naciones y los pueblos étnicos que a lo largo de la historia de la humanidad se han formado. También nos dice claramente, que Dios quiere que las naciones le pertenezcan: “Qué alegría para la nación cuyo Dios es el SEÑOR, cuyo pueblo él eligió como herencia” (Salmo 33:12 NTV). Dios nos ha dado una patria con características particulares, en donde, además de las bellezas naturales se encuentra lo más hermoso de ella, su gente. Sí, gente que viene y que va; gente que habla en una forma particular, tiene una cultura; una nación que aprendimos a amar cuando nuestra madres nos dormían con sus cantos en los años de nuestra inocencia, ya pegados a su seno, ya meciendo la cuna; patria es un lugar y también un sentimiento porque en ella hemos nacido, criado y vivido, allí descansan los restos de nuestros antepasados, y esperamos que al final de nuestros días, esa tierra se abra para recibirnos también a nosotros. Mientras tanto, oremos por nuestros conciudadanos, siguiendo el pasaje de hoy: “En primer lugar, te ruego que ores por todos los seres humanos. Pídele a Dios que los ayude; intercede en su favor, y da gracias por ellos”. ¡Patria, ayuno y oración!
Pues bien, un día conocimos a través de la Biblia, y por la obra del Espíritu Santo la historia de la salvación; Dios nos salvó y nos dio la tarea de proclamar su mensaje. Así que somos ciudadanos de dos entidades: Como hijos de Dios, nuestra ciudadanía está en los cielos, pero como hijos de una patria terrenal, nada de lo que sobre ella ocurra, debe ser ajeno a nosotros. Debemos dar gracias al Señor por la patria hermosa que Él nos ha dado; esto muestra que amamos al suelo en donde hemos nacido, pero que también amamos a Dios sobre todas las cosas. Así que: ¡Patria, ayuno y oración!
Ahora bien, no debemos confundir patria con gobierno. Los gobiernos son pasajeros, sus gobernantes tendrán que dar cuenta de sus acciones, tarde o temprano; ciertamente, nosotros debemos orar por la patria y por los que nos gobiernan, como lo dice el pasaje de hoy: “Ora de ese modo por los reyes y por todos los que están en autoridad, para que podamos tener una vida pacífica y tranquila, caracterizada por la devoción a Dios y la dignidad”. La patria seguirá y trascenderá los confines del tiempo: “Las naciones caminarán a la luz de la ciudad, y los reyes del mundo entrarán en ella con toda su gloria” (Apocalipsis 21:24 NTV). Hasta el final: ¡Patria, ayuno y oración!
Se espera que los hijos de Dios pongan su mirada en el cielo, porque el reino de Dios, como Él mismo, es trascendente e inmanente. El Señor dijo: “Mi reino no es de este mundo” (Juan 18:36), y Pablo escribió: “Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas” (2 Corintios 10:4 RV60). Que la oración por la patria nos ayude a mantener la prioridad en lo eterno y no en lo pasajero: Esto es bueno y le agrada a Dios nuestro Salvador, quien quiere que todos se salven y lleguen a conocer la verdad.
ORACIÓN: Amado Padre Celestial, Señor, gracias infinitas por la patria que me has dado; la libertad que tengo en Cristo y la Razón para vivir. Ayúdame para anunciar tu Reino y orar y accionar hasta que tu voluntad sea hecha aquí en la tierra como en los cielos. En el nombre de JESÚS, amén.
PERLA DE HOY: Mantén la oración y acciones positivas por la patria terrenal, sin descuidar la prioridad de la Patria Celestial.