EL EVANGELIO EN MARCHA
(Isaías 51:5)
En tiempos de dura prueba el cristiano no tiene en la tierra nada en lo cual pueda confiar, y por tanto se ve precisado a arrojarse en los brazos de su Dios. Cuando su barco se hunde, y no puede valerse de ningún salvamento humano, debe sencilla y enteramente confiarse a la providencia y al cuidado de Dios.
¡Feliz tormenta la que arroja al hombre sobre una roca como ésta! ¡Bendito huracán, que llevas el alma a Dios y sólo a Dios! A veces no nos allegamos a Dios porque tenemos multitud de amigos, pero cuando un hombre es tan pobre y se ve tan desamparado y desvalido que no puede recurrir a nadie, entonces vuela a los brazos de Dios y es felizmente recibido en ellos. Y cuando esté sometido a pruebas tan apremiantes y singulares que no las pueda contar a nadie, solamente a Dios, debe estar agradecido por ello, pues aprenderá más de su Señor en esa ocasión que en cualquier otra. ¡Oh, creyente sacudido por la tempestad!, es una prueba afortunada la que te lleva al Padre.
Ahora que solo tienes a Dios en quien confiar, procura poner en Él toda tu confianza. No afrentes a tu Señor y Maestro con dudas y temores indignos, sino sé fuerte en la fe, dándole gloria. Haz ver al mundo que tu Dios vale para ti más que diez mil mundos; que vean los hombres ricos cuán rico eres, cuando en tu pobreza tienes de ayudador al Señor Dios; que vean los fuertes cuán fuerte eres tú en tu debilidad cuando te sostienen los brazos eternos.
Ahora es tiempo para las hazañas de fe y para las valientes proezas. Sé fuerte y valiente, y el Señor tu Dios, que hizo cielos y tierra, se glorificará en tu debilidad y magnificará su poder en medio de tu aflicción. La magnificencia de la bóveda celeste se perjudicaría si el firmamento descansase en una columna, y tu fe perdería su gloria si des-cansase en algo visible al ojo carnal. ¡Que el Espíritu Santo te haga descansar en Jesús!