Evitemos uno de los peligros de la nueva Reforma

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EL EVANGELIO EN MARCHA

Evitemos uno de los peligros de la nueva Reforma

Por: Gerson Morey*

bibliaEn el siglo XVII el luteranismo ya era un movimiento consolidado en Alemania y gozaba de un gran prestigio en Europa. La Reforma protestante ya tenía más de cien años de edad. Sin embargo, para esa época el movimiento se enfocó más en los aspectos doctrinales de la fe. El interés era solo intelectual y desprovisto de la devoción y la piedad características de los reformadores. La precisión doctrinal y la defensa de la fe (ante los incrédulos) era lo que acaparó la atención de la iglesia y así descuidó su énfasis espiritual. El luteranismo se había estacionado en la cabeza y dejó atrás el corazón.

Phillip Spener, un pastor luterano en Frankfurt, notó esta tendencia. Para él no había congruencia entre lo que Lutero promovió y el Luteranismo del siglo XVII. Decía que si Lutero se levantaría, seguramente no reconocería a sus propios discípulos luteranos. El pastor Spener fue un luterano decepcionado del luteranismo. Esa desilusión lo llevó, sin proponerse, a convertirse en el precursor del pietismo*. Su deseo por recuperar el espíritu de la Reforma, lo llevaron a fomentar una espiritualidad por medio del compañerismo, el discipulado, la oración y el estudio de las Escrituras. Su preocupación era ver que ese conocimiento se traduzca en una vida santa, comprometida y devota. Su anhelo era que el luteranismo regresara de una ortodoxia muerta a la fe viva de años anteriores. Para el efecto escribió un libro titulado Deseos Piadosos (una especie de manual) y organizó grupos pequeños para que se reunieran en las casas. Este esfuerzo dio lugar a lo que hoy conocemos como el pietismo.

Si nos descuidamos, esta nueva reforma que estamos pidiendo al Señor se puede convertir en una ortodoxia muerta como decía Martyn Lloyd Jones. Un intelectualismo religioso. Si el énfasis solo es por la doctrina, corremos el peligro de que este nuevo despertar por la verdad bíblica también pueda degenerar en un cristianismo estéril. El énfasis en la verdad bíblica no debe ser la meta, sino el camino para el conocimiento de Dios, para un amor más profundo, para una devoción más robusta y un compromiso renovado.

Digo esto con conocimiento de causa. He conocido a creyentes que eran apasionados con la evangelización, fervorosos en su vida de oración, y comprometidos con la obra del Señor, pero que luego de comprender el evangelio bíblico se volvieron complacientes, conformistas, perezosos y hasta arrogantes. Quizá el entendimiento que adquirieron fue solo conceptual, pues una genuina comprensión del evangelio produce una respuesta y una adoración adecuada.

A veces me parece extraño, incongruente y contradictorio cuando decimos aprender de la gracia, pero la gracia no se nota en nuestras vidas. ¡Qué ironía! El entender mejor la gracia de la salvación, nos debe hacer más sencillos, más humildes, más generosos y comprometidos con Dios. Lo más preocupante es que abandonar aspectos como el evangelismo, la oración y el compromiso con la iglesia local son síntomas de decadencia espiritual. No olvidemos que la fe cristiana es una religión de la cabeza y del corazón. En un sentido, creo que con la nueva Reforma también necesitamos el espíritu que provocó el pietismo.

El apóstol Pablo decía que “la paz de Dios gobierne en vuestros corazones” (Col 3:15), es decir, que la paz que ahora tenemos con Dios en virtud de la obra de Cristo sea el criterio que dirija nuestra vida, corazón, emociones, etc. El creyente debe estar enteramente gobernado por el evangelio y controlado desde los más profundo de su ser por la realidad de su salvación.

No descuidemos la Gran Comisión (Mateo 28:19), ni abandonemos el fervor en la oración (1 Tes 5:17), renovemos nuestro compromiso con la iglesia (Gálatas 5:13) y que nuestra devoción en general sea un sacrificio vivo, santo y agradable a Dios (Romanos 12:1). El entendimiento del evangelio debe ir de la mano con una respuesta devota y piadosa (Efesios 4:1). Que el Señor nos conceda un nueva Reforma, pero que este nuevo y glorioso despertar a la verdad bíblica transite por la mente hasta llegar al corazón de los creyentes. ¡Cuidado con la ortodoxia muerta!

(*el pietismo fue un movimiento que se inicio en Alemania bajo el liderazgo de Phillip Spener, como una reacción contra el intelectualismo protestante, y que pretendía despertar, desarrollar y fomentar la espiritualidad y una fe viva entre los cristianos.)*Gerson Morey es pastor en la Iglesia Día de Adoración en la ciudad de Davie en el Sur de la Florida; Puedes encontrarlo en Twitter: @gersonmorey.)

 

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Fijando un ojo sobre el pecado y el otro sobre la cruz

El dolor que es según Dios, produce arrepentimiento (2 Corintios 7:10)

 

El dolor genuino y espiritual por el pecado es obra del Espíritu de Dios. El arrepentimiento es una flor muy delicada para que pueda crecer en el jardín natural. Las perlas se forman naturalmente en las ostras, pero el arrepentimiento nunca se manifiesta en los pecadores, a menos que la gracia divina lo obre en ellos. Si tienes una partícula de sincero odio al pecado, es porque Dios te lo ha dado, pues los abrojos de la naturaleza humana nunca producen un solo higo.

«Lo que es nacido de la carne, carne es.» El verdadero arrepentimiento alude claramente al Salvador. Cuando nos arrepentimos hemos de fijar un ojo sobre el pecado y el otro sobre la cruz, o quizás sea mejor fijar los dos sobre Cristo y ver nuestras transgresiones solamente a la luz de su amor.

El dolor por el pecado es eminentemente práctico. Ningún hombre puede decir que odia el pecado si vive en él. El arrepentimiento nos hace ver el mal del pecado, no solo teóricamente, sino experimentalmente, así como un niño que se ha quemado teme al fuego. Nosotros temeremos al pecado en la misma forma en que un hombre, recientemente asaltado y despojado, teme al ladrón; y lo esquivaremos –lo esquivaremos en todas las cosas–; no solo en las cosas grandes, sino también en las pequeñas, así como los hombres esquivan tanto las víboras pequeñas como las grandes serpientes.

El sincero dolor por el pecado nos hará celosos de nuestras lenguas para que no digamos malas palabras. Vigilaremos con diligencia nuestras acciones diarias para no ofender en nada, y cada noche cerraremos el día con una sentida confesión de nuestras faltas, y cada mañana nos despertaremos con ansiosas oraciones a fin de que Dios nos sostenga ese día para no pecar contra Él. El arrepentimiento sincero es continuo. (Devocional de Charles Spurgeon)

 

 

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El Señor y Siervo

 

A fin de poder mostrar en los siglos venideros las sobreabundantes riquezas de su gracia por su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. (Efesios 2:7)

Para mí, la imagen más impactante de toda la Biblia acerca de la segunda venida de Cristo es la de Lucas 12:35?37, donde se describe el regreso de un amo del banquete de bodas:

«Estad siempre preparados y mantened las lámparas encendidas, y sed semejantes a hombres que esperan a su señor que regresa de las bodas, para abrirle tan pronto como llegue y llame. Dichosos aquellos siervos a quienes el señor, al venir, halle velando; en verdad os digo que se ceñirá para servir, y los sentará a la mesa, y acercándose, les servirá».

Es cierto que a nosotros se nos llama siervos, y no hay duda de que quiere decir exactamente lo que ese término significa. Sin embargo, lo maravilloso de esta imagen es que el amo se empeña en servir aún en la era que viene, cuando aparecerá en toda su gloria «con sus poderosos ángeles en llama de fuego» (2 Tesalonicenses 1:7-8). ¿Por qué?

Porque en el mismo centro de su gloria se halla la plenitud de la gracia, que se desborda en forma de bondad hacia las personas necesitadas. Su objetivo es «mostrar en los siglos venideros las sobreabundantes riquezas de su gracia por su bondad para con nosotros en Cristo Jesús» (Efesios 2:7).

¿En qué consiste la grandeza de nuestro Dios? ¿Qué lo hace único en el mundo? La respuesta se encuentra en Isaías: «Desde la antigüedad no habían escuchado ni dado oídos, ni el ojo había visto a un Dios fuera de ti que obrara a favor del que esperaba en Él» (Isaías 64:4). (Fuente: Soldados de Jesucristo)