EL EVANGELIO EN MARCHA
La justicia de Dios en su juicio
(ROMANOS 2:1-16)
Por: Rev. Julio Ruiz, Pastor
INTRODUCCIÓN: ¿Ha oído usted la frase “Dios no es justo” cuando las cosas no van bien o no funcionan según lo que algunos piensan? En la historia de Inglaterra hay un incidente que ilustra el ideal de la justicia imparcial. Un siervo del Príncipe de Gales cometió un delito, y a pesar de la influencia del príncipe el siervo fue sentenciado. Enojado, el príncipe entró en el tribunal y demandó al magistrado que librara al prisionero. El magistrado en jefe, Gascoigne, aconsejó que el príncipe llevara su petición a su padre, el Rey Enrique IV, quién quizás perdonaría al prisionero. El joven príncipe, furioso porque el magistrado no le obedecía trató de quitarle el prisionero al alcalde y llevárselo. El magistrado en ese momento se puso en pie y con voz severa demandó que el príncipe obedeciera la ley y que pusiera mejor ejemplo a sus súbditos. Luego sentenció al príncipe por contumacia. El joven príncipe reconoció la afrenta que había cometido contra la corte y sumiso fue a la prisión. Cuando las noticias llegaron al Rey Enrique IV, éste exclamó “Bienaventurado el rey que tiene a un magistrado poseído del valor para administrar imparcialmente las leyes; y aun más feliz es el rey cuyo hijo se somete a su justo castigo por haberlas ofendido”. Esto es justicia real, justicia verdadera. Mis amados hermanos, hablar de la justicia de Dios aplicada en su juicio contra el pecado y los pecadores no parece que suene bien para algunos. Pero si creemos que Dios es amor también debemos creer en su justicia porque ella también forma parte de los atributos divinos. La justicia de Dios es lo que prevalecerá en su juicio. De eso se trata el mensaje de hoy. Consideremos cómo Dios aplica su justicia a través de su juicio.
- DIOS APLICA SU JUSTICIA POR MEDIO DE SU JUICIO AL PECADO
1.Nadie es moralmente bueno ante Dios v. 1.Todos somos pecadores, esta ha sido la declaración bíblica más expuesta desde que el hombre cayó de su estado de gracia. En este pasaje Pablo nos habla de otro grupo de pecadores que a lo mejor no estaban haciendo las cosas que aparecen en el capítulo 1, pero que ser muy moralistas, muy “espirituales”, pensaban que estaban lejos de aquellos que cometen esos pecados contra la naturaleza, pero el propósito de Pablo es hacernos ver los pecados de los “santos”. No se nos da una revelación inmediata de quiénes podrían ser este grupo, pero al ver la palabra “juzgar” tres veces, seguramente ese grupo pertenecía a los judíos que condenaban a los gentiles por sus prácticas, los moralistas de su tiempo. La esencia del juicio de Dios contra el pecado consiste en que él es el único que tiene la capacidad santa y moral de juzgar al pecador.
- Dios mira lo que hay dentro del corazón v. 3. Esto es lo que establece la diferencia entre el juicio de Dios y el juicio del hombre. La pregunta de este texto pone al descubierto que los moralistas lanzan sus juicios contra el pecado como si Dios no mirara sus propios corazones. La expresión “…tú que juzgas a los que tal hacen, y haces lo mismo…” desnuda la verdad universal que nadie puede abrogarse el derecho sobre el juicio al pecado. Todos los hombres se equivocan a este respecto porque mientras ellos miran la apariencia, Dios mira el corazón. Dios no tiene hijos favoritos a la hora de juzgar el pecado. ¿Por qué Dios juzga de acuerdo a lo que hay en el corazón? Porque ese es el lugar más apreciado por el hombre, y es allí donde él tiene o sus más negros pecados o sus más encumbradas virtudes. Dios no puede juzgarnos según la apariencia porque su juicio va más allá de lo que hacemos; Dios nos juzga por lo que somos.
- El pecado sin arrepentimiento v. 4. La pregunta de este versículo nos mueve a ver al Dios que juzga al pecado en la dimensión de sus demás atributos divinos. El asunto es que Dios no condenará a ningún hombre sin haberle extendido su oportunidad de arrepentirse de su pecado. En estas cualidades divinas (benignidad, paciencia, longanimidad y benignidad) nos percatamos por qué el juicio de Dios contra el pecado es conforme a su justicia pura, prístina y conforme a su carácter santo.
- DIOS APLICA SU JUSTICIA POR MEDIO DE SU JUICIO JUSTO
- Juicio por el corazón no arrepentido v. 5. Cuando el hombre trata de justificarse a través de su propia moralidad, cubriendo con eso sus propios pecados, trae como resultado un endurecimiento de su corazón y se expone, como los que cometen otros pecados a la justicia divina que será derramada a través de su ira. Lo que Pablo nos muestra es que en el día del justo juicio de Dios nuestras obras “valen un centavo” con las que pudiéramos justificarnos delante de su presencia. Asistimos a una sociedad que no solo se aleja más de Dios sino que hasta se burla de su venidero juicio. Como en los tiempos previos al diluvio que no creían en el juicio divino sino que se burlaron de Noé, quien les predicó de la justicia de Dios y lo que el mundo iba a padecer si no se arrepentía, llegó finalmente el castigo acabando con aquella generación incrédula.
- Juicio por las obras que cada uno hizo v. 6. A todos nos gusta que llegue el día de pago, por lo general es un día de alegría porque se trata de obtener el dinero para mi sustento y el de la familia. El presente texto también nos habla de un “día de pago”, pero observe quién es el Patrón que pagará. El texto nos revela que Dios “pagará a cada uno conforme a sus obras”. Esto plantea un pago distinto a cada persona. La verdad es que ese día de pago será toda una expectativa pues se trata de recibir según lo que haya hecho. Esto nos indica que será un día de gozo para algunos y de profunda tristeza para otros.
- Juicio que sentencia el destino eterno vv. 7-11. Vea primero la recompensa que trae el tener la vida eterna a través del v. 7. Y esto será el cumplimiento en el día del juicio para todos los que perseveran haciendo el bien. Pablo destaca a los que serán recompensados con esa vida, diciéndonos que son los que buscan “gloria y honra e inmortalidad”. Pero además son los que buscan “honra y paz” (v. 10). La palabra clave acá es “perseverancia”. Esto es la consigna del hijo de Dios. Aquí será bueno recordarnos lo que dijo el autor de Hebreos que “nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma” (He. 10:39). Pero para el otro grupo que menosprecia la bondad de Dios, esto es lo que les espera también (vv. 8, 9). Las palabras “ira y enojo, tribulación y angustia” hablan de lo que será una eternidad separa de ese Dios de amor y de gracia. El juicio a través del cual cumple su justicia vendrá sobre todos los hombres. Esta aseveración aterradora o de gozo queda confirmada por el versículo 11.
III. DIOS APLICA SU JUSTICIA POR MEDIO DE SU JUICIO IMPARCIAL
- Los que viven sin ley y los que viven con ley vv. 12, 13. Cuando vemos la justicia de Dios aplicada de esta manera en su juicio, lo primero que resalta es la universalidad con la que Dios toma su juicio. Esto podemos verlo en el caso de los gentiles que no tenían la ley escrita que les señalare su pecado, pero tenían un ley interna, la natural que les indicaba de igual manera qué hacer cuando estaban obrando mal. El hombre posee algo que es muy poderoso en su ser, nos referimos a la conciencia. Ella es un auténtico testigo que tarde o temprano dará testimonio. Cuando el gentil obedecía o no las leyes naturales y sus dictámenes, se activaban sus conciencias para exonerarles o condenarles. Cuando Cristo vino como la luz del mundo puso a unos en terror, porque sus obras fueron descubiertas, pero también de consuelo a los santos porque esa misma luz quita sus tinieblas.
- El juicio de Dios a través Jesucristo vv. 14-16. Este es uno de los pasajes donde claramente se nos dice que el juicio de Dios se hará a través de Jesucristo. Todo el texto nos habla de un juicio para los que viven sin ley y con los viven bajo la ley. Nos revela este pasaje también que los secretos de los hombres serán puestos en evidencia por el mismo Cristo. Cuando Juan tuvo la visión del Cristo glorioso en su libro de Apocalipsis, entre las cosas que menciona de aquella sublime imagen del Cristo de gloria, es que sus ojos son como “llamas de fuego” para decirnos que su mirada es escudriñadora y penetrante lo cual le permitirá develar lo que hay en lo más profundo del corazón del hombre, conocido como “los secretos de los hombres”. De esta manera podremos ver que el juicio de Cristo será totalmente imparcial y que el mismo será hecho conforme a la ley del corazón, conforme a la ley de la conciencia y conforme a la ley del evangelio. Esas leyes son irrefutables para que el juicio de Cristo sea imparcial. Cuando se menciona a Cristo como el responsable del juicio la Biblia lo declara como el único justo que cumplió con la justicia divina y por lo tanto tiene su autoridad para eso.
CONCLUSIÓN: Una de las cosas que tenemos que decir respecto a la justicia de Dios es que ella actúa independientemente de alguna exigencia nuestra. Dios es justo y su justicia se aplica según la visión de su santidad. Por lo tanto, el juicio que él trae sobre el pecado y el pecador es lo correcto porque eso es lo que merecen nuestros actos. En este tema de la justicia divina, Dios aplicará su juicio a través de su Hijo Cristo por cuanto es el hombre justo y perfecto. Uno de los ladrones que morían en la cruz nos dio la mejor definición acerca de por qué el Padre aplica su justicia a través de su Hijo: “Nosotros estamos sufriendo con toda razón, porque estamos pagando el justo castigo de lo que hemos hecho; pero este hombre no hizo nada malo” (Mt. 23:41 DHH). Por lo tanto, su juicio será justo y también imparcial. Será para los que sin ley han pecado y para los que viven bajo la ley. No hay excusa, como dice Pablo al principio v 1, 3. La justicia de Dios plantea la necesidad de juzgar al hombre según lo que haya hecho. Para el Hijo de Dios será de acuerdo al versículo 7 y 8. El Hijo de Dios traerá su juicio de acuerdo al versículo 7 y 8. La única justicia que Dios acepta es por medio de su Hijo (Ro. 5:1). Es a través de él que seremos justificados y escaparemos del juicio que condena al pecador a un estado de separación eterna. Vengamos hoy a él.
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