Las pisadas de la fe

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EL EVANGELIO EN MARCHA

Las pisadas de la fe

(Romanos 4:11-25)

Por: Rev. Julio Ruiz, Pastor

 

huellas-enn-la-arenaINTRODUCCIÓN: Las pisadas de la fe serán siempre invisibles pero dejarán sus huellas en el tiempo con una repercusión eterna. No son pisadas tan largas que no podamos alcanzar ni tampoco  tan cortas que no podamos avanzar. Son pisadas hechas a la medida para que a través de ellas podamos conocer la persona de Dios, el poder de Dios, las promesas de Dios y al pueblo de Dios. Pablo nos presenta en este pasaje al hombre que nos dejó esas pisadas, nos referimos a Abraham. Un estudio de todo este texto nos revelará la mejor forma de entender la fe, no como un concepto abstracto sino bajo una acción dinámica. Es como ver la fe en movimiento. El nombre que obtuvo Abraham como el “padre de la fe” no fue puesto al azar. En todo caso fue  el resultado de su creer y su  caminar con el Dios que le llamó, quien bendijo su fe. Con la vida de Abraham conoceremos por qué la fe es contada por justicia. A través de su vida y obra conocemos que ningún hombre es justificado por las obras de la ley, sino por la fe puesta en Cristo. De modo, pues, que  Abraham será por siempre la más grande referencia en todos los tiempos para hablar de la  fe real. Nuestra fe no puede ser en otra cosa sino en el Dios de Abraham. No puede ser en otro poder no que no sea el de Dios. No puede ser en otra promesa que no sean las suyas. Y sobre todo, no podía ser para más nadie sino para todo el pueblo de Dios. Esta es la esencia de este capítulo. Sigamos a Pablo en su más grande presentación de la fe  y por qué somos justificados por ella. Conozcamos, pues, las pisadas de la fe. Sigamos estas huellas para nuestro crecimiento.

 

  1. LAS PISADAS DE LA FE SE ORIGINAN CON LA PERSONA DE DIOS

 

  1. El Dios en quien creyó v. 11, 17. En este pasaje tenemos que hablar de la fe extraordinaria de Abraham en la persona de Dios. ¿Por qué decimos esto? Porque Abraham era un hombre pagano. Él venía de Ur de los caldeos y les aseguro que ellos no conocían a un Dios personal como se les va a revelar ahora. Esto es lo que lo va a calificar como el padre de todos nosotros v. 11, 17. Este calificativo será muy importante para el desarrollo de la humanidad. Hoy día tanto los judíos como los árabes ven en Abraham su propio padre. ¿Pero cuál es ese Dios personal en quien Abraham puso su confianza? ¿Cómo se define según la palabra de Dios? El texto añade una frase muy significativa: “da vida a los muertos...”.  Abraham conoció muchos dioses pero todos eran de fabricación casera. Ahora ha oído de Dios que da vida a los muertos. En su mente todavía tendría la imagen que uno de sus dioses en lugar de dar vida, producía muerte, pues a uno de sus dios se le sacrificaban niños. Y por otro lado, ese Dios le había dicho lo que él sería después. Este es el Dios en quien creemos. Nadie ha revelado sus sentimientos como él. El Dios de Abraham y el nuestro habla y se comunica.

 

  1. Fe en Dios no en la fe misma v. 17 c. Si bien es cierto que Abraham se le califica como el “padre de la fe” esto no le vino por sí mismo sino por la manera cómo él depositó su fe en la persona de Dios. Abraham sabía  que si Dios decía algo, se podía dar por hecho. Su confianza descansaba en que si Dios decía que algo iba a suceder, sucedería. Lo que hay que destacar en Abraham y sirve para nosotros es que la fe no puede basarse en nuestra propia fe, sino en la persona de Dios. Las pisadas de la fe tienen que conducirme en esa dirección. Hemos sabido de hombres que han magnificado la fe en  su fe, esto ha sido la bandera de algunos movimientos modernos que magnifican una fe que está centrada más en las obras y posibilidades que en la persona de Dios. Mis amados es en Dios en quien se debe centrar nuestra fe. La fe de Abraham era tan personal en su Dios que llegó a creer que la declaración que él “llama  las cosas que no son como si fuesen” la vio cumplida.

 

  1. LAS PISADAS DE LA FE SE FORTALECEN  CON EL PODER DE DIOS

 

  1. Creer en esperanza contra esperanza v. 18. Esta pudiera ser la parte más difícil para la fe de Abraham. Hasta ahora él había sido obediente al llamado de Dios, pero creer en su poder para hacer algo que era imposible para el hombre como tener un hijo en la vejez era un asunto que requería de mayor fe. De allí que la frase “esperanza contra esperanza” pone a Abraham en la cúspide de la fe para creer porque desde el punto de vista terrenal ya se había cerrado toda esperanza para estos dos ancianos esposos. Creer en el poder de Dios es el más grande desafío de la fe. Hay asuntos que son imposibles bajo la visión humana. Pero como el hombre ve las cosas no siempre corresponde a la visión celestial. Dios había determinado una descendencia para  Abraham  y esto  requería  que él pasara por la primera gran prueba de su fe en el poder de Dios.

 

  1. La fe que jamás se debilita v. 19. Abraham se constituye en el “padre de la fe” precisamente porque creyó en el poder de Dios que podía resucitar algo muerto. Desde el punto de vista de la carne Abraham estaba muerto para tener un hijo. Hay circunstancias que debilitan la fe de una manera muy rápida. El entusiasmo por una buena noticia pudiera resquebrajarse al  ver la imposibilidad que algo pueda ser cierto. Veámoslo de esta forma. Sara y Abraham no podían tener hijos pues ella era estéril. Un buen día ella decide entregarle a su esclava Agar a Abraham para que le diera un hijo y así sucedió con la llegada de Ismael.

 

III.  LAS PISADAS DE LA FE  SE APOYAN EN LAS PROMESAS DE DIOS

 

  1. Sin dudar en las promesas divinas vv. 16, 20. Sigamos a Abraham en las “pisadas de la fe”. Veamos cómo él no solo ha depositado su fe en la persona de Dios, en su poder, sino también en sus promesas. Esta parte corona toda su vida de fe para  que  nosotros  sigamos también sus pisadas. Lo primero que nos dice el texto es que Abraham no “dudó” porque haya sido incrédulo. Al contrario, nos dice el mismo texto que en lugar de dudar se fortaleció en la fe.

 

  1. Convencidos del poderoso Dios de la promesa v. 21. Contrario a otros hombres que vinieron después de él, Abraham fue un hombre que nunca dudó en las promesas de Dios y por eso su fe tuvo la característica de la obediencia. Cuando analizamos la vida de Abraham no lo vemos en ningún momento quejándose o protestando contra Dios. El presente texto nos confirma este testimonio. Note las palabras que Pablo usa con las que describe esa actitud: “Plenamente convencido”. Eso significa “sin ninguna sombra de duda”. El Dios de Abraham no solo era personal sino poderoso. ¡Qué gran confianza en el Señor tenía ese padre espiritual! Por un lado  “creyó en esperanza” (Ro. 4:18); por otro lado no se debilitó en su fe a pesar de las condiciones sumamente adversas (v. 19); ni se dividió su pensar porque le haya dado cabida a la  incredulidad (v. 20a). Pero el pensar en la promesa y en el Prometedor se fortalecido en su fe (v. 20b). Y cuando se fortaleció en la fe, también se fortaleció físicamente. Al llegar a esa condición se convenció que  sólo Dios tenía la capacidad de cumplir lo que había prometido (v. 21). Sigamos las pisadas de la fe en las promesas de Dios.

 

  1. LAS PISADAS DE LA FE ALCANZAN A TODO EL PUEBLO DE DIOS

 

  1. La fe que es contada por justicia vv.  22-24. Así se concluye que lo que Abraham hizo en torno a su fe, no en sus obras, le fue contado por justicia. Es algo así como que le fue agregado a su cuenta. Los hombres tienen su propia justicia basada en lo que son o en lo que hacen. Así, pues, mientras más “buenos” parezcan concluyen que eso será lo que al final Dios considerará para salvarles. Abraham nos muestra que es su fe en la  persona de Dios, en su poder y su promesa que lo hace justo.

 

  1. La fe a través de Cristo que nos justifica v. 25. Pablo cierra este capítulo con la afirmación más grande, solemne y poderosa de todo lo que ha venido diciendo desde los primeros capítulos de la carta. No hubo hasta ese tiempo nadie que pudiera satisfacer la justicia divina en relación al pecado. Nadie tuvo los méritos que calificara para satisfacer a Dios en el asunto del perdón de los pecados. Así, pues, fue Cristo quien reunió en sí mismo todos los méritos a través de su vida sin pecados poniéndola como ofrenda por ellos, para nuestra justificación y salvación. Esta justificación fue lograda por Cristo y nadie más. Las palabras más significativas  de este texto son: el cual fue entregado por nuestras transgresiones…”. ¿Sabe usted quien entregó a Cristo? Pues su propio Padre. Fue el mismo Dios quien tomó esa decisión en acuerdo con su Hijo, porque no hubo otra forma de salvar al hombre de su pecado. Ya sabemos que Abraham entregó a su hijo para que muriera, pero justo cuando eso iba a suceder Dios lo detuvo y proveyó de un sustituto. ¿Qué voz escuchó Dios para detener la muerte de su Hijo? ¿Por qué no oyó la voz de su Hijo en la cruz que detuviera su muerte? De esta manera, tanto su muerte como su resurrección hacen posible nuestra justificación.

 

CONCLUSIÓN: Con Abraham comenzó la era de los hombres “jóvenes” porque su antecesor más antiguo fue Noé quien vivió 950 años y dos años después nació él. Abraham nació en el año 2018 antes de nuestra era y creció en la ciudad de Ur (Gn.11:27,31). Aquel era un lugar pagano donde su propio padre Taré rendía culto a esos dioses (Josué 24:2). Pero se nos dice que Dios llamó de allí a Abraham a una tierra desconocida, la que después sería la “tierra que fluye leche y miel”. Este es el hombre de quien la Biblia nos dice que su fe le fue contada por justicia, la que Pablo nos habla en el pasaje comentado. La pregunta que surge es por qué Abraham fue nominado con tan grande distinción. Qué lo hizo distinto a otros  hombres de fe la en la Biblia. Una sola palabra es la clave: obediencia. Lo fue cuando salió sin saber a dónde ir y cuando ofreció a su hijo Isaac en sacrificio. En ese sentido él nos dejó lo que hemos llamado “las pisadas de la fe”. Esas “pisadas” siguen la persona de Dios, el poder de Dios, las promesas de Dios y llegan a todo el pueblo de Dios. Cuando Abraham fue justificado por la fe se le otorgaron dos nombres: Padre de la fe y amigo de Dios (Stg. 2:23). ¿Qué tipo de fe será aquella que mueve a Dios a llamar a un hombre amigo suyo? Apreciado hermano y amigo, lo único que puede justificar al hombre es su fe en Cristo.

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