EL EVANGELIO EN MARCHA
Justificados por su sangre
(ROMANOS 5:1-11)
Por: Rev. Julio Ruiz, Pastor
INTRODUCCÓN: El hombre que escribió este pasaje dista mucho de aquel que un día iba camino de Damasco, respirando amenazas de muerte contra los humildes seguidores de Cristo. Este hombre, en nombre de Dios y la ley, estaba justificando sus actos, justificándose así mismo, y por cuanto era fariseo, declarando que la única manera de conocer a Dios era a través de las obras de la ley. Pero ahora ese hombre que un día cayó a los pies de Cristo, confesándolo como su salvador, es que quien escribe este extraordinario pasaje. Mis amados, la deuda por nuestros pecados era muy grande y jamás podíamos pagarla. Y es aquí donde entra la grandeza de la justificación. Así que la única manera de quedar libre de esa deuda sería irnos a la “banca rota”, pero ni siquiera eso podíamos hacer. Nadie podía pagar la deuda de pecado, de allí que era necesario que el mismo Dios tomara la iniciativa y eso fue lo que hizo a través de su Hijo Cristo. Mírelo de esta forma. Dios atribuyó a nuestra cuenta todas las riquezas de la justicia perfecta de Cristo para que nosotros seamos ricos ahora en esa justicia, la positiva, la verdadera. Esa justicia perfecta será conocida como la justicia de Dios; no podía ser de otra forma. ¿Ha notado que en este pasaje la palabra “gloriarnos” y “gloria” aparece cuatro veces (vv. 2, 3, 11)? Sin duda que esta es una de las palabras favoritas de Pablo. La gloria que el siempre buscó no fue la suya propia, sino la que pertenece a “la esperanza de la gloria de Dios”, al “gloriarnos en las tribulaciones” y finalmente “nos gloriamos en Dios por el Señor. La gloria del cual se habla en este pasaje tenemos que asignarla a la justificación de Dios por medio de la sangre de Cristo. ¿En qué consiste?
- EL INCOMPARABLE AMOR DE DIOS POR NOSOTROS
- La muerte de Cristo muestra lo que somos v. 6. En este texto nos llama la atención nos cosas de mucha importancia. Uno es la frase “cuando éramos débiles” lo cual nos habla de una condición desvalida, sin defensa y sin posibilidades de salvarse de una condenación eterna. La debilidad forma parte de esa condición con la que nos dejó el pecado después de la caída. Pablo asigna una calificación que profundiza más esa condición cuando habla que éramos “impíos”. Ninguna palabra describe tanto al pecador como esta. Esa debilidad de la que aquí se habla tiene que ver con la impiedad en las que no has dejado el pecado. No fue una condición nada deseable, de allí que la presencia de un salvador era necesario para que esto cambiara. La otra frase es “a su tiempo”. Cristo no vino ni antes ni después. Y si bien es cierto que la historia se va dividir así después que Cristo murió, aquí nos referimos que Cristo vino cuando el Padre lo había determinado. El escenario mundial tenía que ser propicio. El reloj divino dio su hora exacta cuando Cristo nació. Él vino para morir por los débiles de manera que ahora seamos fuertes. Su muerte justifica a ese hombre débil.
- La muerte de Cristo califica el amor de Dios v. 8. Cuando hablamos de la justificación por su sangre este texto llega a ser la cumbre de lo que aquí estamos exponiendo. La salvación nuestra no es sino un apto insondable, inimaginable e incompresible del eterno amor de Dios. Lo que le mostró el pecado a Dios es su total corrupción y sus más insospechables consecuencias. Una de las cosas que siempre se ha pensado y se ha hecho la pregunta, ¿por qué Dios no condenó al hombre como lo hizo con los ángeles que cayeron de su estado de gracia? Nadie tiene una respuesta para esto sino la que encontramos en el Juan 3:16 y Romanos 5:8.
- La muerte de Cristo nos reconcilia con Dios v. 10. La palabra “reconciliación” es una de las más poderosas de nuestro diccionario. Nada le hace más bien a la vida que restablecer una relación rota, reconciliar dos bandos en pugna, romper los muros de separación. La reconciliación no es sino tirar un puente para unir un vacío. Es traer a la paz lo que nos separaba. En el contexto de lo que hablamos, la muerte de Cristo hizo posible lo que parecía imposible: reconciliar al hombre con Dios.
- LA JUSTIFICACIÓN POR SU SANGRE NOS ABRE LA PUERTA A LOS REGALOS DIVINOS
- El resultado de entrar a la gracia de Dios v. 2. La oración “por quien también” de este texto es una manera de decir, que además de lo anterior dicho, esto que viene ahora le sigue a lo que hemos llamado “la gloria de la justificación”. ¿De qué se trata lo que Pablo va a decirnos? ¿Por qué es tan importante este otro resultado? Bueno se trata nada menos que entrar por esa fe a la gracia. Es decir, la justificación de nuestra fe en Cristo nos hizo acreedores para entrar a una dimensión que se llama “gracia”.
- El resultado de la paz con Dios v. 1. Otra de las cosas que hace la justificación por la sangre es llevarnos a “la paz con Dios”. Esto plantea que antes de llegar a disfrutar de nuestra salvación hemos estado enemistados con Dios. De esto se deduce que si cualquier enemistad con el hombre es una posición que rompe una relación, trayendo muchos sentimientos encontrados, cuanto más será estar enemistado con Dios. Pero, ¿qué significa estar enemistado con Dios? En esto tenemos que admitir que el hombre natural es un enemigo de Dios cuando hace las cosas que son propias de su naturaleza caída, viviendo en sus delitos y pecados, llegando a vivir en la más fragrante condición de espaldas al temor de Dios.
- El resultado de gloriarse en la gloria de Dios v. 2. El apóstol Pablo nos va a decir una y otra vez porque no vale la pena gloriarse en nosotros mismos, y menos aquellos que lo hacían en las obras de la ley. Pero él si tenía una gloria que la proclamaba y la hacía suya: la gloria de Dios. Anteriormente habíamos leído que todos los hombres son pecadores y están destituidos de gloria de Dios. Pero cuando somos justificados por su sangre ahora podemos “gloriarnos en la esperanza de la gloria de Dios”. Toda esta oración es significativa. Ahora si somos acreedores de una gloria personal. Ahora si podemos gloriarnos, pero vea cómo y en qué. Antes teníamos una esperanza, pero era muerte.
- LA JUSTIFICACIÓN POR SU SANGRE NOS SALVA DE LA IRA VENIDERA
- La sangre que salva de la ira v. 9. Hemos oído desde la antigüedad que “sin derramamiento de sangre no hay remisión de pecados”. Eso significa que hasta que llegó Cristo, la sangre de todos los sacrificios cruentos fue necesario para aplacar la ira de Dios contra el pecado. Sin embargo eso siempre fue temporal, pues los sacrificios no se detenían todos los días. La nota que distingue todo esto es que fue necesario la sangre de una víctima para aplacar la ira de Dios. Mis amados ninguna cosa puede ser más temida para el ser humano que la ira de Dios. Los teólogos coinciden en señalar que la ira de Dios en relación al pecado fue aplacada cuando él mismo aceptó los sacrificios cruentos de su Hijo en la cruz del calvario. Pero es en relación al pecado y la única cosa que hizo posible su ofrenda perfecta fue la muerte expiatoria de Cristo. Pero debe recordarse que la ira de Dios sigue allí para el hombre pecador y sólo si se reconcilia con él en arrepentimiento, será limpiado por la sangre que derramó su Hijo en la cruz. Cuando el hombre conoce a Cristo como el salvador es justificado por la fe, y es esa fe que justifica la que le salvara de la ira venidera.
- Enemigos salvados por su vida v. 10. No siempre entre dos enemigos se da una reconciliación. No siempre el enemigo perdona a la otra persona cuando se la encuentra. Hay un caso que resulta para nosotros simplemente asombroso. Nosotros antes de ser salvos somos enemigos de Dios, y como dice Pablo: enemigos de la cruz de Cristo. He dicho que no es lo mismo tener al hombre por enemigo, que tener a Dios, sobre todo si al final no se busca la reconciliación con él. El hombre en su condición natural no podía venir por si sólo a encontrarse con Dios. Es por eso que este texto tiene una de las más grandes e incomprensibles verdades de la palabra. Note que todo es una iniciativa divina. La reconciliación viene de parte de Dios, nunca es iniciativa del hombre. Ahora este texto nos deja ver dos aspectos de esta reconciliación como para que no haya duda en lo que hace Dios.
CONCLUSIÓN: Mis hermanos, la doctrina de la justificación se puede decir que es la más grande de las Escrituras. En este pasaje hemos hablado de ella a través de la sangre de Cristo. La justificación consiste en que usted, antes de conocer a Cristo el diablo le acusa, usted mismo se acusa, y hasta sus amigos le acusan; pero después que conoció al Señor, y cuando estas acusaciones vienen delante de Dios, él saca el archivo donde está tu nombre y al abrirlo se da cuenta que hay una sola hoja con un solo escrito: “No hay ningún registro en algún lugar de este archivo que Mi hijo alguna vez hizo nada malo.” Así es como trabaja la justificación. Es una declaración de inocencia a través de Jesucristo. Por lo tanto, la gloria de la justificación se basa en la muerte propiciatoria de Cristo, en los resultados que da su paz y su gracia, pero sobre todo que al final seremos salvos de la ira venidera de Dios. Así, pues, mientras el perdón elimina la pena de nuestros pecados, la justificación elimina toda la acusación que se haya hecho contra nosotros. Qué bueno que podamos decir entonces: “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” v. 1. No hay otra manera para ser salvos “solo de Jesús la sangre”. Venga a él a través de su sangre.
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