EL EVANGELIO EN MARCHA
La sabiduría no es suficiente
Por: Catherine Scheraldi de Núñez
Desde la creación del mundo, fue entendido que Dios era El Sabio y la sabiduría venía de Él (Job 12:13), pero desde la era de la iluminación, las culturas comenzaron a deslizarse poniendo el énfasis en el conocimiento, dándole importancia al razonamiento humano y al individualismo, aun por encima de la confianza en las autoridades, y esto trajo como resultado el rechazo de la máxima autoridad, Dios. Desde entonces, el pensamiento del mundo se ha vuelto progresivamente más y más necio, aun rechazando hasta Su existencia (Salmos 14:1) teniendo como resultado que “se hicieron vanos en sus razonamientos y su necio corazón fue entenebrecido” (Romanos 1: 21).
En lugar de buscar a Dios y reconocerlo como fuente de toda inteligencia y sabiduría, han confiado en la educación humana. Pero, como “la necedad de Dios es más sabia que los hombres” (1 Corintios 1:25), la inteligencia humana se queda corta de lo que podía ser, por no buscar la fuente verdadera. Y como el conocimiento, la inteligencia y la sabiduría viene de Dios (Proverbios 2:6), si Él no es la fuente de su conocimiento, la fuente entonces, es del príncipe de este mundo y es diabólica (Santiago 3:15).
Como Proverbios 2:6 confirma que la sabiduría, el conocimiento y la inteligencia vienen de Él, pero al mismo tiempo hace una distinción entre los tres, es importante definir la diferencia entre ellos. Conocimiento es la adquisición de información, el primer paso en la trayectoria hacia la sabiduría. El segundo paso es entender la información adquirida llevándonos hacia el conocimiento. El tercer paso es cuando la persona puede sintetizar la información para ser capaz de aplicarlo apropiadamente a su vida y esto finalmente es la sabiduría.
La filosofía del mundo es que la educación cambiará al mundo para ser mejor. Alguien dijo “La educación no cambia el mundo, sino cambia a las personas que cambiarán el mundo.” Oprah Winfrey confirmó la creencia en esta filosofía cuando dijo “la educación es la llave para descubrir el mundo, es el pasaporte a la libertad.”
El diccionario define la sabiduría como la habilidad de discernir lo que es verdadero y lo que perdura. El mundo tecnológico de hoy, ha cambiado la educación produciendo un conocimiento superficial de diferentes tipos de información, y a la vez ha ido creando un orgullo en la mente de aquel que lo posee, al mismo tiempo produce menos entendimiento de la información adquirida y por ende una imposibilidad de aplicarlo a la vida.
Como siempre es más fácil encontrar la información a cualquier hora en su teléfono inteligente, no es necesario “perder el tiempo” evaluando lo que se está leyendo y mucho menos memorizarlo. Por esto 1 Corintios 8:2 nos dice “Si alguno cree que sabe algo, no ha aprendido todavía como lo debe saber.” Uno puede tener mucho conocimiento sin sabiduría, pero lo opuesto no es cierto, no hay sabiduría sin conocimiento. Sin sabiduría es imposible diferenciar entre la verdad y la mentira de todas las nuevas filosofías que siempre están surgiendo alrededor de uno.
Como la sabiduría es escasa, la opinión pública se ha convertido en la verdad del momento y como todo es relativo, la verdad puede cambiarse, aunque esto es contrario a la definición secular de la sabiduría. Por esto Colosenses 2:8 nos advierte “Mirad que nadie os haga cautivos por medio de su filosofía y vanas sutilezas, según la tradición de los hombres, conforme a los principios elementales del mundo y no según Cristo.” Para tener sabiduría verdadera, uno necesita toda la información sobre un tópico y el único que es omnisciente es Dios.
Es obvio que la sabiduría bíblica es diferente a la sabiduría del mundo, entonces, ¿cómo entonces podemos definir la sabiduría bíblica? Ambos A. W. Tozer and J. I. Packer definieron la sabiduría de las escrituras “como algo que trae consigo mismo una connotación moral. Es pura, amorosa y buena y es la habilidad de llegar a un final perfecto a través de medios perfectos. Es la habilidad de mantener todo enfocado con la habilidad de caminar hacia las metas predestinadas con precisión perfecta y es también la habilidad de elegir la mejor meta y la forma más segura para llegar donde ella.”
¡Obviamente solamente un ser omnisciente y omnipotente, podría hacer todo esto! La perfección pertenece solamente a nuestro Dios y podemos participar en esta sabiduría cuando caminamos con Él. El carácter que hemos desarrollado define quienes somos, como pensamos e identifica lo que hacemos y como lo haremos. Si mi carácter ha sido desarrollado sobre las escrituras, mi manera de vivir será sabia, pero si está basado en la sabiduría mundana, será basado en mentiras y entonces será cambiante con el tiempo por cualquier nueva “verdad” que surja.
Por esto Santiago 3:13 nos enseña “¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? Que muestre por su buena conducta sus obras en mansedumbre de sabiduría.” Una gran inteligencia no es necesaria para vivir sabiamente, porque hasta una persona sencilla puede ser sabia, si su caminar está basado en la ley perfecta del Señor (Salmos 19:7).
Entonces ¿es posible recibir la sabiduría verdadera del Dios real y todavía fracasar en nuestro pensamiento? Claro que si. 1 Reyes 3:11-12 nos narra como El Dios real dio a Salomón la sabiduría verdadera para que él pudiera gobernar al pueblo y discernir entre el bien y el mal, como nos advierte en 1 Reyes 3:9. “Dios dio a Salomón sabiduría, gran discernimiento y amplitud de corazón como la arena que está a la orilla del mar. Y la sabiduría de Salomón sobrepasó la sabiduría de todos los hijos del oriente y toda la sabiduría de Egipto.” (1 Reyes 4:29-30).
Si la sabiduría fuera suficiente, Salomón caminaría bien toda la vida, pero esto no fue lo que pasó. Él era un hijo de Dios, con una porción mayor de sabiduría, recibió la sabiduría verdadera del Dios real, era rey del pueblo en un tiempo donde la realeza tenía soberanía sobre el pueblo; sin embargo, esto no fue suficiente para mantenerlo en la verdad.
Como seres humanos con corazones caídos y voluntades divididas como somos, aun poseyendo la máxima sabiduría nunca será suficiente para mantenernos bien si esa sabiduría no está acompañada por la obediencia a Dios. “Si tú andas en mis estatutos, cumples mis ordenanzas y guardas todos mis mandamientos andando en ellos, yo cumpliré mi palabra contigo, la cual hablé a David tu padre, habitaré en medio de los hijos de Israel, y no abandonaré a mi pueblo Israel” (1 Reyes 6:12-13).
La sabiduría no nos sirve a menos que estemos caminando con El Señor. Él es quien orquesta las circunstancias, Él es quien conoce el futuro, Él es quien conoce nuestras debilidades y conoce los anhelos de nuestros corazones y Él es quien “obra en vosotros tanto el querer como el hacer, para su beneplácito.” (Filipenses 2:13). Sin Él, no podemos hacer nada (Juan 15:5). Entonces, ¿la educación es capaz de liberarnos? La educación nos enseña a confiar en uno mismo, pero “El que confía en su propio corazón es un necio, pero el que anda con sabiduría será librado,” (Proverbios 28:26). Y tristemente, la confianza en uno mismo nos lleva a la muerte (Proverbios 16:25). Sabemos que “el corazón del prudente adquiere conocimiento, y el oído del sabio busca el conocimiento” (Proverbios 18:15).
La pregunta para nosotros es ¿Qué fuente estamos usando para buscar la sabiduría? ¿Estamos buscando a Dios a través de su hijo Jesús “en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento” (Colosenses 2:3) o estamos buscándola en cisternas rotas? Sabemos que “El camino del necio es recto a sus propios ojos, mas el que escucha consejos es sabio” (Proverbios 12:1), entonces tenemos que asegurar que la fuente de nuestra sabiduría es Cristo y luego caminar en sus huellas (Romanos 12:2).
“Mi pueblo es destruido por falta de conocimiento. Por cuanto tú has rechazado el conocimiento, yo también te rechazaré” (Oseas 4:6). Para tener un futuro, tenemos que pedir la sabiduría de la fuente verdadera (Santiago 1:5) y caminar en la dirección opuesta al mundo y sobre las huellas de Jesús, porque sino, caminaremos en las huellas de Salomón y mal gastaremos una vida que podía ser útil para Él.