Por amor a ti

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EL EVANGELIO EN MARCHA

Por amor a ti

(LUCAS 22:39-46)

Por: Rev. Julio Ruiz, Pastor

 

INTRODUCCIÓN: No he oído muchos mensajes sobre el Getsemaní. Pero la verdad es que el calvario no sería posible sin la feroz batalla que Jesús libró aquella noche en ese huerto. Allí muchas de sus oraciones fueran oídas, sin embargo, aquella noche oró tres veces y no recibió respuesta del Padre  En ese lugar Jesús disfrutaba de una  intimidad con el Padre. Jesús había consagrado aquel lugar para orar a Dios tanto que lo llamaría “Abba Padre”. Así que ningún lugar conocía tan perfectamente Jesús como aquel huerto. Su hierba, sus árboles, sus caminos, su atmósfera, sus sonidos… todo le era familiar. Pero Judas también conocía aquel lugar, y si algo tenía muy claro el Señor era que no quería esconderse. El traidor sabía el sitio exacto para encontrarle. ¿Por qué fue a ese lugar? ¿Por qué seleccionó aquel apacible lugar para tan terrible agonía? ¿Por qué no otro lugar para ser traicionado y arrestado por los que ya habían decidido matarle?   Porque fue allí donde comenzaría el camino de sangre. El médico Lucas nos dice que su sudor era “como grandes gotas de sangre que caían a la tierra” v. 44. Al pensar en esto decimos que si en el huerto del Edén por la complacencia de Adán vino la ruina de la humanidad, en la agonía del huerto del Getsemaní por la obediencia del segundo Adán,  se libró  nuestra salvación. La hermosura del Edén fue marchitada por la aparición del pecado y fue tan grande su efecto que ahora, en otro huerto, en el torrente de Cedrón, el pecado desataría su poder en aquel que nació sin pecado. Ahora Cristo enfrenta su real naturaleza. Amados, nosotros también debiéramos conocer ese lugar. Entremos por la puerta del Getsemaní para que miremos a Aquel que oró intensamente antes de ir a la cruz. Para que contemplemos el suelo teñido de algo rojizo por el sudor que emanaba de toda su piel. Acerquémonos en silencio para que veamos al salvador de nuestras almas librando la decisión para enfrentar la cruz. Veamos qué nos revelan aquellas “grandes gotas de sangre” que salieron antes de la corona de espina, los látigos y los clavos. Conozcamos  la magnitud de este sacrificio  hecho por AMOR A TI. De eso hablamos hoy.

 

  1. POR AMOR A TI EL SALVADOR EXPERIMENTÓ LA MÁS INTESA AGONÍA

 

  1. Un hombre sin angustias previas. Lo que Jesús vivió en el Getsemaní nunca antes lo había vivido. La referencia que tenemos hasta aquí es que él era un hombre sin quejas. Bien pudiera decirse, y en especial por su coraje y entusiasmo con el que enfrentó todo su ministerio, que él fue el hombre más feliz que haya pisado la tierra. De él narran todos sus biógrafos que era poseedor de una paz absoluta jamás quebrantada por nada. Era un hombre manso, cual nunca hubo ni habrá en la tierra. Era un hombre fuerte, sano y vigoroso. Tenía solo 33 años, la flor de la vida. Entonces, ¿cuál era la causa de la  agonía de Jesús? ¿Por qué había llegado a esa condición de su alma? La paz que tuvo ahora se ha acabado. El hombre que venció a Satanás y a los demonios, ahora está postrado en una incompresible agonía.

 

  1. Sus oraciones jamás fueron como aquella. Las oraciones que había hecho antes nunca podrán compararse  con la oración más conmovedora que hizo en aquel huerto. Lucas dice que estando en semejante postración “oraba más intensamente”; tanto así, que su sudor era como  “grandes gotas de sangre que caían a la tierra”. La intensidad de aquella oración era tal que la repitió tres veces: “Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” v. 42.

 

  1. Una angustia sin consuelo. La angustia de Jesús iba creciendo, tanto era que vino tres veces a sus discípulos. Anhelaba que ellos estuvieran despiertos, si no para consolarse, sí para que estuvieran con él. No tenemos idea de cómo eran sus exclamaciones, sus gemidos y terribles suspiros. Los médicos han comprobado que algunos pacientes, frente a la extremidad de algún terror, han sudado de forma colorida, rojizo como la sangre. Lo de él no era un dolor físico.  Pudiéramos preguntarle al Señor, con la más profunda reverencia y con la más humilde actitud: “¿Qué te dolía, amado Cristo, que llegaste a tan trágico momento?”. ¿Qué sucedió realmente en el Getsemaní? El lugar que tantas veces estaba rodeado de una absorta quietud y silencio, de repente se ha convertido en un lugar de tormento, donde todo su ser se llenó de ruido y voces. Si alguien  había dudado de su humanidad, esta escena lo explica todo. Por lo general nuestras penas y angustias hayan consuelo. Casi siempre nuestras lágrimas son enjugadas, las suyas nadie las secó.

 

 

  1. POR AMOR A TI EL SALVADOR TOMÓ LA MÁS CRUENTA DECISIÓN

 

  1. La decisión de tomar la copa. Los discípulos no habían entendido las palabras que Jesús pronunciara unos cuatro días antes del Getsemaní, cuando dijo: “Ahora está turbada mi alma” (Jn. 12:47). Durante tres años con ellos no había pronunciado estas palabras. Los expertos en esos estados anímicos dirían que Jesús se estaba enfrentando a una depresión del espíritu. Su perturbación era porque la muerte se iba a enseñorear de él. La Biblia dice que “la paga del pecado es la muerte”, por lo tanto,  la muerte para nosotros es inevitable, y aunque sentimos el temor de su presencia, eso es la consecuencia inmediata de nuestra naturaleza.

 

  1. Su decisión involucraba un dolor inenarrable. Porque la naturaleza de Jesús era absolutamente santa e iba a tener que soportar el mundo oscuro del pecado. Entonces su turbación venía por la más incomparable  decisión que alguien jamás haya podido tomar. Fue entonces la lucha entre enfrentar aquel terrible momento, donde todo el poder del infierno, del pecado y de la muerte se hicieron allí presentes, y la manifestación del más alto y sublime amor por los que vivían bajo el dominio de estos enemigos.

 

  1. Su decisión produjo sangre anticipada. ¿Qué diría la ciencia de lo que le pasó a Jesús aquella noche? Aparte de detectar alguna enfermedad por las gotas rogizas que salen de su cuerpo, habría diagnosticado a Jesús como un hombre con un tormento muy grande; o de alguien que está llevando una pena muy alta. La descripción sería la de alguien que tiene una enfermedad que lo consume y está a punto de desfallecer. La ciencia dice que lo que a Jesús le pasó se llama “Hematidrosis”, que es un fenómeno poco común. Es debido a un trastorno emocional y sanguíneo. Fue el resultado de una hemorragia en las glándulas sudorípedas. Su piel se puso débil y sensible, y sus diminutos vasos capilares estallaron, se rompieron dejando ver un agua rojiza.

 

CONCLUSIÓN: En medio de esta desgarradora escena surge una pregunta necesaria, ¿hubo algún alivio de nuestro amado Señor en aquella horrible noche? Se ha dicho que la comunión más grande que algunos seres han experimentado con Dios ha sido cuando han pasado por una intensa agonía de su alma. Jesús buscó alivio desesperado aquella noche al visitar a sus discípulos, pero no lo halló. Sin embargo él no abandonó la oración. Lucas nos dice que estando en aquella agonía “oraba más intensamente”. A pesar que no hubo respuesta a su oración, fue la oración misma la causa de su alivio. Fue el evangelista Marcos el que escribió la otra parte de aquella oración, cuando dijo: “Abba, Padre, todas las cosas son posibles para ti…” (Mr. 14:36). Si usted no lo sabía, esta es la oración más tierna, conmovedora y reveladora de todas las Escrituras. La hizo Jesús aquella noche en el Getsemaní. Fue como la oración de un niño que se sujeta de una manera desconsolada en los brazos de su padre suplicando su ayuda. Aquello lo hizo para que el hombre quien merecía el castigo que ahora él lleva, reciba su perdón.  El pecado comenzó en un huerto y en un huerto se libró nuestra salvación. ¿Valoramos esa salvación?  ¿Se considera tan obediente Dios como lo hizo Cristo?

 

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