EL EVANGELIO EN MARCHA
La diligencia requerida
(ROMANOS 12:11)
Por: Rev. Julio Ruiz, Pastor
INTRODUCCION: Cuando Pablo necesitó enviar una gran ofrenda a los hermanos de Jerusalén, por la situación de hambre que estaban padeciendo, escogió a tres varones, y entre ellos a un hermano… cuya diligencia hemos comprobado varias veces en muchas cosas…: La diligencia es la aliada del éxito. Una historia cuenta de un hombre que era un obrero muy eficiente. Había trabajado por muchos años para una gran compañía; y un día alcanzó la edad suficiente para retirarse. El constructor, su patrón le pidió que hiciera una última cosa, éste sería ya su último encargo. El obrero aceptó el trabajo, pero no lo hizo con todo corazón. Utilizó materiales de mala calidad, la madera era mala y no le importaron los detalles por los que normalmente se preocupaba cuando estaba interesado en el trabajo. Cuando la casa estuvo terminada, su patrón lo llamó y le dijo: “Esta casa es tuya, aquí están las llaves, es mi regalo para ti”. El obrero se arrepintió inmediatamente de no haber usado los mejores materiales y de no haber contratado los mejores trabajadores. Si solamente hubiera sabido que la casa era para él…. Nosotros, como hijos de Dios, estamos construyendo nuestras casas espirituales. ¿Qué materiales usamos? ¿Qué tan diligentes somos en las cosas del Señor? Seamos conscientes de la gracia del Señor. Recordemos este principio. Ninguno de nosotros estará construyendo la casa para otra persona en la eternidad, es la nuestra. Pablo sigue hablando de nuestros deberes en el cuerpo de Cristo y después de habernos exhortados acerca de amarnos unos a otros con amor fraternal, ahora nos confronta para hacer realidad ese amor a través de nuestras acciones. Para ello lo primero que menciona es la diligencia. ¿Por qué lo hace? Porque es la diligencia lo que trae el crecimiento. Consideremos este deber cristiano.
- ¿POR QUÉ LA PEREZA IMPIDE AL CREYENTE SER DILIGENTE?
- Porque la pereza paraliza el trabajo (Pr. 2:9). En los llamados “pecados capitales” la pereza aparece como uno de los más nombrados. Son sus sinónimos: la desidia, la flojera, la negligencia, el desgano, el desinterés, la holgazanería y la vagancia. Este mal del espíritu se ha calificado como el pecado “metafísico” por la incapacidad que posee de una manera intrínseca para aceptar y hacerse cargo de la vida misma. Esto nos dice que la pereza es la gran enemiga del progreso, de las victorias y de la consumación de las metas. Se ha dicho que el mundo es de los más audaces e inteligentes, pero la verdad es que el mundo lo conquistan los hombres y mujeres diligentes. La diligencia es enemiga de la pereza. La pereza tiene como misión impedir que comiences y que termines lo que consideras como mejor para tu vida. ¿Por qué sucede esto? Porque el perezoso de acuerdo al sabio ama la holgazanería y es la persona que a lo mejor tiene alguna idea para hacer algo pero nunca comienza y si comienza jamás termina. Es por eso que el sabio pregunta: “¿Hasta cuándo, perezoso, estarás acostado? ¿Cuándo te levantarás de tu sueño?”.
- Porque la pereza no le gusta correr riesgo (Pr. 20:4). La pereza, siendo un estilo de vida para algunos, es una tentación para todos. Lo que más desea el cuerpo es quedarse acostado, sentado y sin entrar en acción hacia aquello que demanda sus deberes. El perezoso no piensa seriamente en lo que Dios ha determinado. La Biblia nos muestra a un Dios trabajador quien desde el principio le dijo al hombre que labrara el huerto, de allí que la pereza se constituya en una falta seria. El sabio pone el ejemplo de un simple e insignificante animalito como la hormiga. ¿Qué dice de ella? “Ve a la hormiga, oh perezoso, mira sus caminos, y sé sabio.” Las hormigas no conocen la pereza, pero saben de qué se trata el trabajo sobre todo el de preparar la comida en el verano para cuando llegue el invierno. La pereza tiene sus implicaciones en el avance del evangelio. ¿Cómo se ve esto? Cuando no le damos importancia al llamado urgente de la salvación del perdido. Es no tener motivación para hacer algo por esa persona que vive sin Cristo y es un candidato para el infierno. Ciertamente tenemos que decir que la pereza espiritual no corre el riesgo por la salvación de otros.
- Porque la pereza vive de la excusa (Pr. 26:16). Mejor descripción no se pudo dar al perezoso. El asunto clave de este texto es que el perezoso es “sabio en su propia opinión”. Tiene que ver con aquel que piensa que todo lo sabe por un lado, pero también que frente a la posibilidad de hacer algo que va más allá de lo que él es y que requiere de su dedicación, simplemente presenta excusas. Observe cómo el perezoso no admite consejos.
- ¿CÓMO DEBIERA SER LA DILIGENCIA DEL CREYENTE?
- Ferviente en espíritu para avivar el alma (2 Tim. 1:6-7). Definitivamente hay una diferencia entre en la forma como los creyentes del primer siglo abrazaron el evangelio y cómo lo hacemos hoy. ¿Qué tal nos veríamos en relación a la diligencia? Me gusta la oración “fervientes en espíritu”. ¿Qué le sugiere? ¿Qué despierta en su vida? Pablo sabía que si algo se pierde rápido es el fuego del Espíritu. Y la razón es muy simple. Como es un fuego hay que mantenerlo avivado. De allí que le recomienda a su muy amado discípulo que “avive el fuego del don de Dios que está en ti”. Si le pide que lo avive es porque estaba apagado. Uno de los mandamientos más olvidados en este tiempo es el que dice: “No apaguéis el Espíritu”.
III. ¿CÓMO SE DA LA DILIGENCIA EN EL CREYENTE?
- En el servicio a través de las buenas obras (Ef. 2:10). Mis amados una de las cosas que un creyente sabe es que no es salvo por las obras, pero una de las cosas que más descuida es el no andar en esas buenas obras. Las buenas obras es donde el creyente debe mostrar su servicio. Y esto no se trata de hacer de vez en cuanto alguna buena obra sino vivir esto como parte de su estilo de vida. El sentido de este texto es mostrar al creyente que su salvación tiene una sola expresión: hacer buenas obras. No podemos esperar encontrar buenas obras provenientes de la naturaleza del hombre. Como el tema del texto es la diligencia, la inferencia que sacamos es que el servicio que yo presto a mi Dios es el testimonio visible que soy un hijo de Dios. Ahora bien, y en este mismo sentido debo tener cuidado que las buenas obras que haga deben glorificar a Dios no al que las hace. Esto ayuda a ver que el centro de este pasaje no es el creyente sino Dios. Cuando sirvo a mi Señor de una manera diligente, entusiasta y con prontitud, estoy honrando al Dios que hizo esas buenas obra para andar en ellas. No podré decir que soy un creyente diligente sino estoy viviendo en esas buenas obras.
- “Servid a Jehová con alegría” (Sal. 100). Es evidente que este es un gran mandamiento de la Biblia. Bien se puede decir que mi actitud pronto descubre la clase de diligencia que revelo las cosas del Señor en su servicio. Tengo muchas razones para servir al Señor con alegría. Lo primero que me lleva a un servicio alegre es mi gratitud a Dios por mi salvación a través de Cristo. Luego también mi servicio alegre a Dios lo atribuyo a sus bendiciones que las compruebo todos los días. También le sirvo a Dios con alegría porque estoy siendo ejemplo para otros, estoy siendo de testimonio para los que no lo hacen de esa manera. Pero es cierto que a veces hay situaciones particulares que me frenan para servir al Señor con alegría. De repente hay actitudes en otros o en mí mismo que me roban el gozo del servicio. Es esta la parte que más debo cuidar, la parte donde más voy a necesitar la obra del Espíritu Santo para que mi gozo no se apague sino que se mantenga ferviente. Sobre este aspecto la palabra nos anima, diciendo: “Venid a mi todos los que estéis cansados y cargados…”. Sabía usted que esta invitación no es solo para los inconversos. En Cristo renovamos el gozo.
- “Servíos los unos a los otros” (Gá. 5:13). ¿Sabía usted cuál es la traducción de esta oración en el original? Bueno esta palabra nos viene del griego douleuo que significa ser esclavo. De esta manera tenemos que decir que el servicio los unos a los otros en amor implica que somos esclavos de otros por amor, someternos unos a otros y obedecernos unos a otros, hacer lo que nos diga otra persona y hacerlo con amor. Pero, ¿es esto lo que hacemos en la vida de la iglesia? Mostramos diligencia en servirnos los unos a los otros en amor cuando consideramos a los demás como superiores a nosotros mismos. ¡Eso es bastante difícil! No siempre tenemos una actitud y una diligencia de siervos de los demás, mucho menos que seamos esclavos. Pero, ¿hemos visto el testimonio de Cristo? ¿Por qué cree usted que Cristo antes de morir le lavó los pies a sus discípulos? Estas fueron sus palabras: “Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis” (Jn. 13:15). Esto es el asunto más difícil en la vida cristiana. Necesitamos ser como Cristo para descender y servir a otros. No es humillarnos. Más bien esto levanta al creyente y lo hace feliz.
CONCLUSIÓN: Déjeme darles finalmente tres textos que resumen todo lo que acá hemos dicho. Al pueblo de Israel antes de entrar a la tierra prometida se le dijo: “Por tanto, guárdate, y guarda tu alma con diligencia, que no te olvides de las cosas que tus ojos han visto, ni se aparten de tu corazón todos los días de tu vida: y enseñarlas has á tus hijos, y a los hijos de tus hijos” (Dt. 4:9). El sabio Salomón hace esta reflexión sobre la diligencia: “El indolente no chamuscará su caza: Mas el haber precioso del hombre es la diligencia” (Pr. 12:27). Y Pablo le recomienda a su discípulo Timoteo lo siguiente: “Procura con diligencia presentarte á Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que traza bien la palabra de verdad”(2 Tim. 2:15). ¿Es usted un creyente diligente? ¿Tiene un espíritu ferviente?
Si usted quiere comunicarse con el pastor Julio, llámelo al (571) 251- 6590 o escríbale a pastorjulioruiz55@gmail.com