EL EVANGELIO EN MARCHA
¡Qué buen sermón!
Por: Abraham Paniagua
Lo más seguro es que hayas escuchado o utilizado la frase: “Pastor, ¡qué buen sermón!” Y aunque normalmente es utilizada con buenas intenciones, pocas veces nos preguntamos: ¿Qué hace de un sermón un “buen” sermón?
Para algunos, un “buen” sermón es aquel que les emociona ya sea por la forma o por el contenido, es un sermón que está lleno de historias, ilustraciones y puntos de aplicación en el que se puede mencionar uno que otro texto, pero trata algo “relevante” y “práctico.” Para otros un buen sermón es aquel que les provee de mucha información, detalles históricos, aspectos del idioma o discusiones entre “eruditos”, algo así como una clase. Sin embargo, muchas veces estos sermones caen en lo deficiente porque desenfocan al oyente. No siempre parece haber alguna esperanza a que haya cambio alguno pues después de todo, si hay malos sermones es porque en reiteradas ocasiones “muchas personas están dispuestas a escucharlos de buena gana.”
Y, aunque algunos de estos aspectos puede que se encuentren en un buen sermón, debemos preguntarnos nuevamente, ¿Cómo sabemos que un sermón es un buen sermón? Para responder esta pregunta me gustaría proponer cuatro características básicas de un buen sermón que nos ayudarán a ser edificados, y a crecer domingo tras domingo.
- ES UN SERMÓN CENTRADO EN EL TEXTO, NO EN EL PREDICADOR, NO EN EXPERIENCIAS O HISTORIAS.
La enseñanza de un buen sermón encuentra fundamento en las Escrituras. Es un sermón donde el centro no son las historias o experiencias del predicador, sus logros o fallas. El centro tampoco es alguna ilustración o evento. El centro de un buen sermón serán las Escrituras, ya que ellas son la autoridad máxima del predicador y de su sermón.
El sermón no necesariamente tiene que ser un sermón “original”, ya que lo que se requiere del predicador es que sea fiel a lo encomendado por Dios (1 Cor. 4:1-2).2 Si es un sermón expositivo, el punto del texto será el punto del sermón.3 Será un sermón el cual buscará explicar y enseñar lo que Dios desea enseñar y comunicar por medio del texto, “tomando en cuenta su contexto inmediato, así como el contexto más amplio de la historia redentora que gira en torno a la Persona y la Obra de Cristo.”4 Y si es un sermón temático, el mismo estará empapado de las verdades y los principios bíblicos que rigen tal tema.
Este punto es crucial para un buen sermón. Si el mismo se basa en historias, cuentos y experiencias, quitará a Dios de ser el centro y continuará guiando a los hombres a mirar otras cosas antes que a Dios.
- ES UN SERMÓN CLARO EL CUAL HACE SENCILLO LO COMPLEJO.
Se dice que un buen maestro es aquel que puede tomar lo complejo y explicarlo de manera sencilla. De la misma forma, un buen sermón explicará de manera sencilla, sin restar o quitarle valor o sentido al texto lo que para muchos parece ser complejo y difícil. Será un sermón que no está sujeto a la barrera de la edad o intelecto. Un sermón así podrá ser aprovechado por todo joven, adulto y/o anciano que escuche la Palabra predicada.
- PRESENTA, MUESTRA Y/O RECUERDA EL EVANGELIO.
Creo fielmente que un buen sermón, sin importar el texto o tema que sea traerá, presentará y recordará el Evangelio a sus oyentes. Ya sea un sermón en Levítico, Números o Malaquías, éste será capaz de exponer el Evangelio de tal manera que el no creyente pueda escucharlo y “los secretos de su corazón queden al descubierto, y se postre y adore a Dios, declarando que en verdad Dios está entre vosotros” (1 Co. 14:25).
Esto NO implica que el predicador debe traer interpretaciones extrañas al texto para mencionar el Evangelio, como una vez escuché que el candelabro del tabernáculo (Ex. 25:31-40) mostraba “claramente” que la Biblia poseería 66 libros y que su luz era el Evangelio.
- CONECTA EL TEXTO CON LOS OYENTES.
Un buen sermón conectará el texto, su contexto y sus enseñanzas con los oyentes. Esto con el propósito de que los oyentes puedan escuchar la voluntad de Dios a través de lo que expone y sean transformados y llamados a actuar conforme al texto. Un sermón que busca enseñar, por ejemplo, la sanación del ciego de nacimiento en Juan 9, pero que no logra conectar con los oyentes al día de hoy, será un mensaje informativo pero incapaz de mover al oyente a ser transformado o a actuar. Por esta razón, un sermón que busca ser bíblico y eficaz debe buscar conectar el contexto y las verdades contenidas en las Escrituras con los oyentes en nuestros días.
Finalmente, ¿Por qué debemos evaluar un sermón a la luz de las Escrituras? Creo que, aunque en el Nuevo Testamento podemos encontrar varias razones para esto, la razón más clara y sencilla es: tenemos excelente ejemplo por parte de los hermanos de Berea en Hechos 17. Estos hermanos luego de escuchar la palabra predicada por Pablo “recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando diariamente las Escrituras, para ver si estas cosas eran así.” (Hech. 17:11). No fueron pasivos, ni oyentes simples, ellos fueron estudiosos de lo que su maestro les enseñaba.
¡Quiera Dios darnos corazones dispuestos a estudiar y escudriñar la Palabra que se nos es predicada!