La gloria del sabio Dios

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EL EVANGELIO EN MARCHA

La gloria del sabio Dios

(ROMANOS 16:25-27)

Por: Rev. Julio Ruiz, Pastor

 

INTRODUCCIÓN: Llegamos a nuestro sorprendente final de la carta a los Romanos, y no podía terminar mejor. Hablar de la “gloria del único y sabio Dios” en esta parte final es poner en el lugar correcto todas las cosas. La humildad del apóstol lo lleva a reconocer que solo hay una persona en esta vida y en la otra digna de ser reconocido por su gloria, y ese es nuestro Dios. Cuando Pablo terminó sus once primeros capítulos, y después de haber tratado temas tan profundos para la mente humana donde  navegó en el gran océano del mundo de Dios, a quien ha tratado de explicar parte de sus atributos, llega a un momento donde ya su pluma maestra no da más para escribir por lo que prorrumpe en una doxología extraordinaria de estas Escrituras según Romanos 11:33-36. En la última parte de ese sublime escrito dice: “Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén”(v. 36). Ahora en este capítulo final Pablo retoma otra vez este tema. ¿Por qué aparece varias veces la gloria de Dios en la carta? ¿Por qué Pablo lo toca más que    ninguna otra cosa  que se conozca? Mis amados nos bendecirá enormemente saber por qué la gloria de Dios es lo que más debe buscar el creyente, sobre todo cuando transita por un mundo que es temporal y que pronto se acabará.  Caminemos otra vez por esta carta  para que veamos como la gloria de Dios puede ser la mayor bendición para el alma, pero también   la más grande condena. Descubramos por qué la gloria Dios debe ser estudiada y amada.

 

  1. LA GLORIA DE DIOS HA SIDO CAMBIADA

 

En Romanos 1:21 se nos revela el primer asunto de la gloria de Dios en el sentido que frente a la necesidad de un salvador universal fuera de Israel, nos dice que los hombres no honraron o le dieron gloria (doxasan) como a Dios. Las preguntas que surgen del texto serían estas: ¿Por qué  no le glorificaron? ¿Por quiénes cambiaron su gloria? Observe el verso 23 y allí tenemos la respuesta: Ellos  “cambiaron la gloria del Dios incorruptible por una imagen”. Y por supuesto, la imagen más común entonces (y hoy) no es la que nos hacemos en la madera o la piedra, sino la que ahora vemos por doquier. Los hombres han cambiado la gloria de Dios por la imagen del placer, del dinero, de sus diversiones, de la idolatría personal, de la adoración al sexo fuera del matrimonio y todo su estado de corrupción, pues eso es el sentido del presente texto. Cambiar la gloria de Dios por lo banal, temporal y que se acaba, es quedar fuera de lo que será la real gloria que viene. La gloria del mundo trae condenación eterna.

 

  1. LA GLORIA DE DIOS HA SIDO SEPARADA POR EL PECADO

 

En este estudio de la gloria de Dios Pablo resume la condición de todos los hombres al decirnos  en Romanos 3:23 lo que ha hecho el pecado en relación a esta gloria. Sentirse alejado de cualquier cosa en este mundo, incluyendo aún el amor de nuestros amados, será soportable, pero sentirse destituidos de la gloria de Dios será incomparable. Esto es la peor cosa que ha hecho el pecado. Una mirada hacia atrás nos enlaza con Romanos 1:23 porque el propósito del pecado es que cambiemos  la gloria de Dios por otras cosas. Cuando esto ha ocurrido hemos “destituido”, o ‘no alcanzamos’ la gloria de Dios, y esa es la esencia misma del pecado.

 

III. LA GLORIA DE  DIOS SE ALCANZADA A TRAVÉS DE LA FE

 

Salgamos de la condición perdida del hombre a la fe que él necesita para encontrarse con la gloria de Dios. Lo primero que tenemos que resaltar es que la salvación del pecado, de la muerte y del juicio que Cristo trae son producidos por fe. Nada podrá cambiar el estado del hombre a menos que ejercite esta fe para salvación. Veamos el ejemplo de Abraham de acuerdo a Romanos 4:20. De Abraham lo que siempre hemos oído es que él es el padre de la fe y eso queda confirmado en este texto. Él no dudó en nada sino que se fortaleció en su fe, dando gloria a Dios. Abraham nos dice que si la fe para salvación no glorifica a Dios, tal fe es intelectual más no de corazón.

 

  1. LA GLORIA DE DIOS ES NUESTRA MÁS GRANDE ESPERANZA

 

En Romanos 5:1 nos encontramos con esta otra declaración acerca de la gloria de Dios: “Por   medio de quien también hemos obtenido entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios”. Esta última declaración de este texto pareciera llevarnos a dimensiones insondables cuando tratamos de ver el mundo de la gloria de Dios. Observe el texto. Para llegar a esta parte el apóstol nos ha dicho que sólo por medio de Cristo, que es quien nos justifica,  que podemos  ir más allá. Después que conocemos a Cristo se nos abre una gran puerta de bendiciones, una de ellas es que a través de la fe llegamos a la  gracia, y es a través de la gracia que llegamos a la esperanza de la gloria de Dios.

 

  1. LA GLORIA DE DIOS TRASCIENDE NUESTROS SUFRIMIENTOS

 

En Romanos 8:18 Pablo dice que esta esperanza hace que todos los sufrimientos que  experimentamos en esta vida valgan la pena, por qué razón. Esto es lo que él afirma: “Pues considero que los sufrimientos de este tiempo presente no son dignos de ser comparados con la gloria que nos ha de ser revelada”. Quién puede negar que en este mundo tengamos aflicción. Es más, Jesús lo aseguró cuando dijo: “En el mundo tendréis aflicción”. Sin embargo, la gloria de Dios de la que finalmente disfrutaremos en aquel día será tan abrumadoramente satisfactoria que los horrores de una larga enfermedad, y de una dolorosa muerte, serán como nada en su comparación.

 

  1. LA GLORIA DE DIOS DEBE SER SIEMPRE DADA A ÉL

 

Pablo nos trajo a través de diez capítulos mostrándonos la importancia y la necesidad de atender a la gloria de Dios. Y antes de pasar a esa parte práctica de la carta, é finalizará en Romanos 11  describiendo  los inescrutables caminos de Dios al haber lidiado  con Israel y las naciones paganas, con una de las  doxologías más teológicas y cristológicas que se conozcan.  Así nos dice el texto que comentamos: “Porque de Él, por Él y para Él son todas las cosas. A Él sea la gloria para siempre. Amén” (Romanos 11:36).

 

VII. LA GLORIA DE DIOS DEBE SER TRAÍDA A UNA SOLA VOZ

 

En  Romanos 15 tratamos el tema de  Pablo acerca de los hermanos “débiles y fuertes”. Nuestro énfasis se concentró en ese tipo de relaciones que afecta a la iglesia por lo cual era necesario que mantuviéramos ese espíritu de unidad. Así que fue en medio de ese texto que Pablo nos dejó esta encomienda:    “Y que el Dios de la paciencia y del consuelo os conceda tener el mismo sentir los unos para con los otros conforme a Cristo Jesús,  para que unánimes, a una voz, glorifiquéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo” vv. 5, 6.

 

VIII.  LA GLORIA DE DIOS DEBE SER VISTA EN NUESTRA ACEPTACIÓN

 

En el mismo   Romanos 15: 7  Pablo señala a Cristo como el modelo para edificar esta iglesia. Dice: “Por tanto, aceptaos los unos a los otros, como también Cristo nos aceptó para gloria de Dios”. Este es un texto muy revelador y no es casualidad que aparezca en el gran tema de la gloria de Dios. Obsérvelo detenidamente.  Por un lado ya Cristo nos aceptó para ser parte de su gloria. Nada puede superar este honor y privilegio. Pero la palabra clave dentro de este inigualable tema es “aceptaos” los unos a los otros.

 

  1. LA GLORIA DE DIOS ES VISTA EN SU EVANGELIO ETERNO

 

Ahora llegamos a nuestro texto final. Lea conmigo Romanos 16:27: “Al único y sabio Dios, por medio de Jesucristo, sea la gloria para siempre. Amén”. ¿Podemos decir esto de todo corazón?   ¿Amamos la gloria de Dios más que ninguna otra cosa en la vida? Usted debe saber que nuestro Dios nos  llama cada día su atención y provoca su admiración, porque al mirar al cielo la palabra nos dice: “Los cielos proclaman la gloria de Dios” (Sal. 19:1).Nos recuerda cuando vemos toda su creación porque “llena está toda la tierra de su gloria” (Is. 6:3). Dios pareciera estar llamándonos a gritos: ¡Contemplen mi gloria!

 

CONCLUSIÓN: Me encanta sobre manera la forma cómo Pablo termina esta carta: “al único y sabio Dios, sea gloria mediante Jesucristo para siempre”, no podía ser de otra manera.    Nos dice los conocedores del original griego que cuando Pablo escribió  esto no encontraron  ningún verbo en la oración. Literalmente dice “¡A él, gloria!”. Por lo tanto el sentido de toda la oración es que declaremos que solo Dios y nadie más es digno de poseer su gloria, porque además de ser parte de su naturaleza divina, la ha compartido y la compartirá con nosotros para siempre. Para el que está perdido y destituido de esa gloria, hay un llamado de arrepentimiento y de entrega a Cristo para recuperarla. Para los que ya somos objetos de esa gloria, que vivamos para ella. Que no seamos una vergüenza para su gloria sino que brillemos con esa gloria. ¿Cómo? “Por lo tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor” (2 Cor. 3:18). De esta manera decimos  con el profeta Isaías 6:3:  “Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria”.

 

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