EL EVANGELIO EN MARCHA
El verdadero médico de nuestros males
Por: John Piper
Y la suegra de Simón estaba acostada con fiebre; enseguida le hablaron de ella (Marcos 1:30
Muy interesante la breve visita a casa del apóstol pescador. Vemos enseguida que los goces y las ansiedades familiares no son obstáculo para ejercer plenamente el ministerio. Más aún, esas circunstancias, por dar una oportunidad para testificar personalmente de la bondadosa obra del Señor en favor de la propia carne y sangre de uno, pueden también instruir al que hace de maestro mejor que cualquiera otra disciplina terrenal. Los papistas y otros sectarios desacreditan el matrimonio, pero el verdadero Cristianismo y la vida familiar andan muy de acuerdo.
La casa de Pedro era probablemente la choza de un pobre pescador, pero el Señor de gloria entró en ella, se alojó en ella, y en ella obró un milagro. Si este librito fuere leído esta mañana en alguna choza humilde, que este versículo sirva para que sus habitantes se animen a buscar la compañía del Rey Jesús.
Dios está más a menudo en despreciables chozas que en lujosos palacios. Jesús mira alrededor de tu pieza, y está pronto a darte su bendición. En la casa de Simón entró una enfermedad, la fiebre había postrado mortalmente a su suegra, y en cuanto Jesús llegó, le hablaron de la triste aflicción, y Él se acercó al lecho de la paciente. ¿Tienes alguna enfermedad en tu casa esta mañana? Hallarás en Jesús el mejor médico; ve a Él rápido y cuéntale todo.
Pon de inmediato tu caso delante de Él, y como ése es un asunto que interesa a uno de los suyos, lo tratará con diligencia. Observa que Jesús sanó a la enferma en seguida. Ninguno puede sanar como Él. No podemos asegurar que el Señor quitará toda enfermedad de quienes le amamos, pero podemos saber que es más probable que la sanidad sea el resultado de la oración de fe, que de cualquier otra cosa del mundo. Y en los casos donde ésta no trae el resultado apetecido, tenemos que acatar sumisos su voluntad.