Tenemos vida por su muerte y paz por su sangre

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EL EVANGELIO EN MARCHA

Tenemos vida por su muerte y paz por su sangre

Por: John Piper

 

¡Oh, tú a quien ama mi alma! (Cantares 1:7) .Es bueno poder decir del Señor Jesús sin ningún «si» o «pero»: ¡Oh tú a quien ama mi alma! Muchos solo pueden decir que creen que aman a Jesús; confían en que lo aman, pero sólo una experiencia superficial se satisfará con quedarse allí. Ninguno debe dar reposo a su espíritu hasta sentirse completamente seguro en un asunto de tan vital importancia.

No tenemos que estar satisfechos con la esperanza superficial de que Jesús nos ama, y con la mera creencia de que nosotros lo amamos a Él. Los santos de la antigüedad no hablaban, por lo general, con «peros» y «si»; con «espero» y «creo», sino hablaban positiva y claramente. «Yo sé a quién he creído», dice Pablo. «Yo sé que mi Redentor vive», dice Job.

Asegúrate de amar realmente a Jesús, y no quedes satisfecho hasta poder decir con certeza que tienes interés en Él, el que sin duda ya tienes por haber recibido el testimonio del Espíritu Santo, y haber sido sellado, por la fe, con el Consolador. El verdadero amor a Cristo es en todos los casos, obra del Espíritu Santo, y es Él quien tiene que efectuarla en el corazón. Él es la causa eficiente de ese amor, pero la razón lógica porque amamos a Jesús reside en Él mismo. ¿Por qué amamos a Jesús? Porque Él nos amó primero. ¿Por qué amamos a Jesús? Porque Él se dio a sí mismo por nosotros. Tenemos vida por su muerte; y paz por su sangre. Aunque era rico, por amor de nosotros se hizo pobre. ¿Por qué amamos a Jesús? Por la excelencia de su persona. Estamos satisfechos con la sensación de su hermosura, con la admiración de sus encantos y el conocimiento de su infinita perfección. Su grandeza, bondad y amabilidad se combinan en un esplendente rayo, que fascina al alma hasta exclamar: «Todo Él es codiciable». ¡Bendito amor, que une el corazón con cadenas más suaves que la seda, y más sólidas que el diamante!