EL EVANGELIO EN MARCHA
A él sea la gloria
(ROMANOS 11:33-36)
Por: Rev. Julio Ruiz, Pastor
INTRODUCCIÓN: ¿Por qué debemos darle siempre la gloria a Dios? Una simple respuesta debiera ser por lo que Él es y lo que Él hace. Los teólogos han tratado de darle adjetivos a Dios, tales como: Soberano, Todopoderoso, Omnipotente, Omnisciente, Omnipresente, Eterno Infinito e Inmortal, por mencionar algunos. Pero ¿habrá una lista adecuada de adjetivos que hagan justicia a lo que Él es? Porque Él es Dios, no hay palabras o pensamientos que puedan explicar su grandeza. El asunto es que a Dios no podemos explicarlo porque Él es desde la eternidad hasta la eternidad. Su poder excede a todo lo vemos u oímos porque todo lo creado es una ínfima expresión de lo que Él es. Su amor está más allá de la comprensión humana, Su gracia no tiene límites, su santidad es infinita, y sus caminos son inescrutables. Después de todo, Él es el único Dios verdadero. Él no tiene principio ni fin. Él no tiene compañeros que le den consejos. Nadie puede entenderlo completamente. Él es perfecto en todas sus perfecciones. El teólogo Anselmo dijo que Dios es “aquello de lo cual nada más grande es concebible”. Mientras que Strong dijo: “Dios es el Espíritu infinito y perfecto en quien todas las cosas tienen su origen, su sustento y su fin”. Y el más grande de los teólogos, el apóstol Pablo, en cuatro versos, nos ha dejado el contenido más grande que se conozca acerca de Dios. Se trata de Romanos 11:33-36, pasaje al que se le ha llamado la “doxología de la teología” o una “explosión de alabanza”. Son palabras escritas en esperanza y con mucho aliento. Ningún expositor bíblico puede sentirse suficiente capacitado para enfrentar la belleza de este texto. Sus verdades son tan profundas que nadie puede aspirar a explorarlas a fondo o tratar de entender cada una de sus frases. Entremos, pues, con humildad ante lo trascendente de este pasaje, para exponer con reverencia la parte final de este texto: A él sea la gloria. ¿Qué nos revela este texto para que le demos la gloria a Dios?
- AQUÍ TENEMOS TRES HECHOS ASOMBROSOS DE NUESTRO DIOS
- Solo Dios sabe lo que tiene que saber v. 33. De eso se trata el tesoro de su sabiduría. Nadie conocía tan bien los misterios del reino de Dios como Pablo. Pero frente a lo que describe se reconoce impotente. En la imaginación uno puede verlo desesperado por llegar al fondo, humillado allí en el borde para terminar adorando lo profundo. Y ¿qué tan profundo es Dios? Considere este ejemplo. Imagínese a un hombre en el océano caminando sobre el agua mientras está seguro de que siente la arena bajo sus pies. Pero véalo ahora metiéndose más a lo profundo donde ya no toca la arena. De repente una ola lo lleva mar adentro y luego una corriente lo arrastra y se da cuenta que está en la profundidad, que va al abismo. Es allí donde tendrá que exclamar: “¡Oh profundidad, me ahogo, perezco!”.
- Solo el juicio de Dios es justo (v.33b). Sus juicios se describen como incomprensibles. Otras versiones lo traducen como “insondables”, “impenetrables” e “indescifrables”. La palabra juicios acá puede referirse a sus planes y también a sus designios. En la alabanza paulina esta exclamación pareciera tocar aquello donde solo Dios, consigo mismo, trabaja, planifica y determina; pero por ser impenetrables nadie puede conocerlos. El único que nos reveló parte de ese juicio fue nuestro Señor Jesucristo, porque si bien es cierto que a Dios “nadie le vio jamás”, él le dio a conocer y nos mostró algo de sus incomprensibles juicios.
- Solo Dios conoce lo que todo sucede (33c). Sus caminos, es decir, las maneras que él utiliza para lograr sus propósitos se describen como “inescrutables”; esto significa que hay algo que no puede saberse ni averiguarse. En el caso de Dios se puede detectar su huella, pero es imposible seguirla hasta el fin. La manera de proceder de Dios no puede ser comprendida por el hombre. Es solamente por medio de seguir en sus caminos que el hombre puede comprobar que son correctos. Así que, como él es “inescrutable”, solo nos ha dejado las cosas sencillas para conocerlas como si fuera una autopista abierta donde todos los hombres puedan viajar. Sin embargo, hay un camino cerrado para aquello donde solo él puede transitar.
- AQUÍ TENEMOS TRES PREGUNTAS ASOMBROSAS ACERCA DE DIOS
- ¿Quién puede explicar la mente del Señor? (v. 34). Hay algunos que piensan que conocen a Dios, pero lo único que saben de él es lo que él mismo nos ha revelado. Esto es parecido a la historia de los seis ciegos que estaban tratando de describir un elefante. Uno de ellos le tocó el colmillo y dijo: “Un elefante es agudo, como una lanza.” El segundo hombre le tocó la enorme cara y exclamó: “¡No! Un elefante es como una pared”. El tercer hombre le acarició la trompa en movimiento y llegó a la conclusión que un elefante era muy parecido una serpiente. El cuarto hombre trató de abrazar una de las patas del elefante; pero como no pudo, entonces dijo: “El elefante es como un árbol.” El quinto hombre tocó sus enormes orejas y le dijo: “Es fácil, el elefante es como un abanico.” El último hombre agarró su muy pequeña cola y finalmente dijo: “A ti te hicieron todo mal. Te pareces a una cuerda”. ¿Cuál de los seis tuvo razón? Ninguno. ¿Quién de los seis se equivocó? Todos ellos. Así somos todos al momento de tratar de conocer a Dios. ¿Quién de nosotros puede decir que entiende completamente lo infinito y todopoderoso Dios del universo? Nadie sabe lo suficiente para explicar completamente Dios, aun teniendo nosotros la mente de Cristo.
- ¿Quién puede aconsejar a Dios? (v. 34b). En una oportunidad Pedro trató de aconsejar al Señor y el Señor lo terminó llamando Satanás (Mt. 16:23). Ni la persona más inteligente podrá darle algún consejo a Dios. Y es que un consejero se busca cuando hay alguna decisión que tomar o algún problema que resolver. ¿Se ha metido Dios en un problema o ha tomado una mala decisión que requiere de un consejero? En el capítulo 38 de Job, Dios lo aborda con una serie de preguntas que ponen en evidencia lo pequeño que es el hombre para que pueda pensar en decirle a Dios lo que él tiene que hacer.
- ¿A quién tiene que pagarle Dios? v. (35). Entre las tantas preguntas que Dios le hace a Job para mostrarle su ignorancia, aparece una muy parecida a la que Pablo hizo: ¿Y quién tiene alguna cuenta que cobrarme? ¡Mío es todo cuanto hay bajo los cielos! (Job 41:11 NVI). Nadie puede tratar a Dios en la tierra de estafador o de mala paga. No hay nada que tengamos que no le pertenezca; en todo caso, somos nosotros los deudores. Todo lo que tenemos es entregado por Dios y sin embargo él no nos cobra nada. Usted y yo tenemos una de deuda con Dios por el aire que respiramos. Tenemos una deuda por la vida que nos ha dado, los bienes materiales, el sustento y su provisión cotidiana.
III. AQUÍ TENEMOS TRES ASOMBROSAS RAZONES PARA ALABAR A DIOS
- Dios es la fuente de todo v. 36ª. Se ha dicho que este versículo contiene el secreto de una “cosmovisión cristiana” porque destrona al hombre de su lugar y pone a Dios como el Rey y Señor del universo. Dios es la fuente de todas las cosas, lo que significa que todas las cosas fluyen de él. La oración “porque de él…” es una forma de encontrar el origen de donde manan todas las cosas. Los hombres siguen quebrándose la cabeza para descubrir de donde ha venido todo.
- Dios es el sustento de todo v. 36b. La Biblia afirma que no sólo las cosas fluyen de él, sino que él es la razón de todas las cosas. Cuando Dios creó la tierra se nos informa que estaba “desordenada y vacía”. A partir de allí entró en acción la palabra creadora. Contrario, pues, a las teorías científicas acerca de la aparición del universo, la Biblia nos habla que Dios utilizó seis días para que apareciera todo lo que ahora vemos y lo que no vemos.
- Dios es el dueño de todas las cosas 36c. Esta exclamación de Pablo es impresionante porque nos dice que nada queda excluido delante de él. Dios es el principio, el medio y el final de todas las cosas. La conclusión de Pablo es que todo viene de él, todo sigue por él y el fin de todas las cosas también será para él. Antes de la creación Dios estaba completo y no tenía necesidad de nada. Después que vio que todo lo que había hecho era “bueno en gran manera”, se aseguró de cuidar lo creado y que tuviera el sello de propiedad. ¡Quién como tú, oh, Dios! Tú tienes el título de propiedad de la creación.
CONCLUSIÓN: ¡Quién como tú, oh, Dios! Nadie se compara contigo, por lo tanto, como alguien dijo: “En la vida y en la muerte, ¡a él sea la gloria por los siglos! En la alegría y en la tristeza, ¡a él sea la gloria por los siglos! En días buenos y oscuras noches, ¡a él sea la gloria por los siglos! En la enfermedad y en la salud, ¡a él sea la gloria por los siglos! En la carretera y en su casa, ¡a él sea la gloria por los siglos! En el matrimonio y con sus hijos, ¡a él sea la gloria por los siglos! En la prosperidad y en la pobreza, ¡a él sea la gloria por los siglos! En tiempos de paz como en tiempos de angustia, ¡a él sea la gloria por los siglos! En la suave brisa o en la tormenta, ¡a él sea la gloria por los siglos! En el aula o en el negocio, ¡a él sea la gloria por los siglos! En los momentos de victoria o en los de derrota, ¡a él sea la gloria por los siglos! En las oraciones respondidas o en las oraciones sin respuesta, ¡a él sea la gloria por los siglos! En las lágrimas y en las risas, ¡a él sea la gloria por los siglos! En el cielo y en la tierra, ¡a él sea la gloria por los siglos! Cuando la esperanza se haya ido y todo lo que nos queda es Dios, ¡sólo a él sea la gloria por siempre! Amén”. ¡Quién como tú, oh, Dios! ¡Quién como tú, oh, Dios! ¡Quién como tú…!
Si usted quiere comunicarse con el pastor Julio, llámelo al (571) 251- 6590 o escríbale a pastorjulioruiz55@gmail.com