EL EVANGELIO EN MARCHA
Somos hechos a Su imagen y semejanza
Por: John Piper
Participantes de la naturaleza divina (2 Pedro 1:4): Ser participante de la naturaleza divina no es, por supuesto, convertirse en Dios. Eso no puede ser. De la esencia de la Deidad no puede participar la criatura. Entre criatura y Creador habrá siempre un golfo, en cuanto a la esencia; pero como el primer hombre, Adán, fue hecho a la imagen de Dios, así nosotros, por la renovación del Espíritu Santo, somos, en un sentido aun más sublime, hechos a imagen del Altísimo, y somos además participantes de la naturaleza divina. Somos, por su gracia, hechos semejantes a Dios.
«Dios es amor», y nosotros nos convertimos en amor, pues «el que ama es nacido de Dios». Dios es verdad, y nosotros llegamos a ser verdaderos, y amamos al que es verdadero. Dios es bueno, y nos hace buenos por su gracia, de modo que lleguemos a ser los de limpio corazón que verán a Dios. Además, nosotros llegamos a ser participantes de la naturaleza divina en un sentido aun más elevado que éste, tan elevado como pueda concebirse, excepto el ser divinos absolutamente.
¿No hemos llegado a ser miembros del cuerpo de la divina persona de Cristo? Sí, la misma sangre que corre por la cabeza corre también por las manos. Y la misma vida que anima a Cristo anima a los suyos, pues «vosotros muertos sois, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios». Y más: pues, como si eso no fuera suficiente, nosotros estamos desposados con Cristo. Él nos ha desposado en justicia y fidelidad, y el que está unido al Señor es un espíritu con Él.
¡Oh maravilloso misterio! Lo contemplamos, pero ¿quién lo entenderá? ¡Uno con Jesús; uno con Él de tal modo que el sarmiento no está más unido a la vid de lo que nosotros lo estamos a nuestro Señor, Salvador y Redentor! Y al regocijamos en esto, recordemos: los que son hechos partícipes de la naturaleza divina deben manifestar ese alto y santo parentesco en su comunicación con los demás.