1EL EVANGELIO EN MARCHA- PERLAS DEL ALMA
Aquí está Dios: ¡fuera tristeza!
Por: Francisco Aular (faular @hotmail.com)
Pues tus testimonios son mis delicias y mis consejeros. Salmo 119:24 (RV60). Alégrense siempre en el Señor. Insisto: ¡Alégrense! (Filipenses 4:4 NVI)
Un niño de corta edad, que vino a pasar sus vacaciones escolares con su abuelo materno, está tratando de que éste le permita salir a dar un paseo, y no lo logra. El abuelo cristiano evangélico arcaico, vetusto, cara larga, triste, un creyente que pensaba que su fe es la religión de la tristeza y por eso se priva de todo gozo y diversión legítimos, no lo permite.
En la calle-dice al nieto-sólo hallarás maldad. Los niños son pecaminosos; los mayores están corrompidos; el ambiente es impuro y dañino; salir a la calle supone un gran peligro para nosotros los cristianos evangélicos.
Pero el nieto insiste y por fin el abuelo cede. Fuera de la casa el niño contempla un panorama totalmente distinto al descrito por el viejo: Los niños juegan felices; en el cielo azul cuelgan nubes limpias, mientras las golondrinas los circundan; el aroma del mar cercano, lo llena todo; la tarde ríe alegremente bajo el sol. En dirección opuesta camina lentamente un burro. Lleva las orejas caídas. Aunque no lleva peso alguno, camina lentamente. Tiene ojos abiertos, pero apagados. Una sombra de tristeza lo invade por completo. El niño, avergonzado, dice para sus adentros: Este burro debe tener la misma religión que mi abuelo.
Por el contrario, la Biblia dice que Dios no quiere que el ser humano viva una vida negativa y miserable. ¡Dios nos hizo para Él, para que seamos felices para siempre! Entonces, cuando el mundo vagaba en oscuridad, y en la maldad, la opresión y los temores invadían el corazón aún de los más fieles, ¡vino JESÚS!: “De repente, apareció entre ellos un ángel del Señor, y el resplandor de la gloria del Señor los rodeó. Los pastores estaban aterrados, pero el ángel los tranquilizó. «No tengan miedo —dijo—. Les traigo buenas noticias que darán gran alegría a toda la gente. ¡El Salvador —sí, el Mesías, el Señor— ha nacido hoy en Belén, la ciudad de David!” (Lucas 2:9-11) Con esta acción, el relato bíblico nos dice: Aquí esta Dios: ¡Fuera tristeza!
Ciertamente, llegar a ser miembros de la familia de Dios por medio de nuestra conversión que JESÚS compara con un nuevo nacimiento (Juan 3:3), tal vez, es el asunto más serio y más trascendente que puede darse en curso de nuestra vida aquí en la tierra. Entre otras razones, lo es porque nacer de nuevo decide el destino eterno del ser humano. Le abre las puertas del más allá, con ello la esperanza más gloriosa que el ser humano pueda imaginar: “Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.” (Juan 11:25 RV60). Pero es un error creer que Dios le cierra las puertas a toda diversión sana del más acá y lo reduce a un ser tristón, aislado del mundo, de cara larga y consternado, triste y sombrío que solamente espera morirse para ser feliz.
No. La verdadera conversión produce un gozo indescriptible en el que la experimenta, que los que no han nacido de nuevo, ignoran. La tristeza no pertenece a los síntomas de una verdadera espiritualidad. En un sentido estrictamente bíblico: “tus testimonios son mis delicias y mis consejeros.” El gozo del Señor ha de superar a las alegrías naturales, terrenales, temporales, que sin ser necesariamente pecaminosas, proceden de otras fuentes. Las delicias de nuestra experiencia con Dios ha de superar y de influenciar, todo otro motivo de alegría en este mundo, porque tener el gozo de haber llegado a la familia de Dios (Efesios 1:5), también supone la capacidad que Dios nos de comunicación: “Pues no me avergüenzo de la Buena Noticia acerca de Cristo, porque es poder de Dios en acción para salvar a todos los que creen, a los judíos primero y también a los gentiles.” (Romanos 1:16 NTV).
Justamente por predicar la Buena Noticia de la Salvación por fe en JESÚS y el arrepentimiento para con Dios, Pablo es injustamente encarcelado y condenado a muerte por el nefasto Nerón. Si bien, el apóstol Pablo está encadenado y preso, en su espíritu, es totalmente libre tanto en el ser como en el hacer, y por ello al momento de escribir la Carta a los Filipenses –por ciento, llamada la carta de la alegría- el Apóstol, nos enseña que cuando Dios está en nuestras vidas, las circunstancias no pueden quitar la alegría de nuestra fe porque es fruto del Espíritu Santo en nosotros: “En cambio, la clase de fruto que el Espíritu Santo produce en nuestra vida es: amor, alegría, paz, paciencia, gentileza, bondad, fidelidad, humildad y control propio. ¡No existen leyes contra esas cosas!” (Gálatas 5:22,23,NTV).
Satanás, es el padre de la desesperanza, el miedo, el desánimo y la tristeza crónica, y otras emociones negativas que nos paralizan. Por ello, con el Apóstol nos aferramos a la alegría de Dios en nosotros, los cristianos nacidos de nuevo, y debemos mostrarla ante un mundo en llamas: “Alégrense siempre en el Señor. Insisto: ¡Alégrense!” (Filipenses 4:4 NVI). Por eso, podemos decir: Aquí esta Dios: ¡Fuera tristeza!
PERLA DE HOY: La Biblia es la fuente para el verdadero gozo y la felicidad en esta vida.