EL EVANGELIO EN MARCHA
Confiando en Él, incluso cuando todo vaya mal
Por: John Piper
¿Por qué has hecho mal a tu siervo? (Números 11:11). Nuestro Padre celestial nos envía frecuentes aflicciones para probar nuestra fe. Si nuestra fe vale algo, soportará la prueba. El oropel teme al fuego, pero el oro no. Las joyas de imitación temen ser tocadas por el diamante, pero las joyas genuinas no temen la prueba. Es una fe pobre la que solo puede confiar en Dios cuando los amigos son leales, cuando el cuerpo está sano y los negocios van bien.
Pero es una fe verdadera la que cuando los amigos desaparecen, cuando el cuerpo está enfermo, el espíritu abatido y la luz del rostro de nuestro Padre oculta, se mantiene firme por la fidelidad del Señor. Una fe que, en la prueba más terrible, pueda decir: «Aunque me matare, en Él confiaré», es una fe de origen celestial.
El Señor aflige a sus siervos para que lo glorifiquen, pues Él es grandemente glorificado en su pueblo, que es hechura de sus manos. Cuando «la tribulación produce paciencia, y la paciencia experiencia, y la experiencia esperanza», el Señor es glorificado con el desarrollo de estas virtudes. Nunca conoceríamos la música del arpa, si no tocásemos sus cuerdas; ni saborearíamos el zumo de la uva, si no fuese pisada en el lagar; ni descubriríamos el suave perfume de la canela, si no la moliésemos; ni sentiríamos el calor del fuego, si los carbones no se consumiesen.
La sabiduría y el poder del gran Artífice se ven en las pruebas a través de las cuales permite que pasen sus vasos de misericordia. Las aflicciones presentes tienden a aumentar el gozo futuro. Para que la belleza de las luces de un cuadro resalten, debe tener sombras.
¿Podríamos en el cielo ser felices en el más alto grado si no conociéramos la maldición del pecado y las amarguras de la tierra? ¿No es más dulce la paz tras la lucha, y el descanso tras del trabajo? ¿No encarece el recuerdo de los sufrimientos pasados la felicidad de los glorificados? Meditemos en esto todo el día.