EL EVANGELIO EN MARCHA
El compromiso con la libertad
GÁLATAS 5: 1-15
Por: Rev. Julio Ruiz, Pastor
INTRODUCCIÓN: “Nada es más grande que la libertad” es la expresión común de todos los que han estado presos de ella. Cada país tiene un día de su independencia que le recuerda el precio de su libertad. Nada fue más grande para un país como este (EE. UU) que el día que se declaró la emancipación de la esclavitud. El hombre que está preso y va cumpliendo su sentencia se goza por su pronta liberación. Pero hay presos que necesariamente no están en una cárcel. El que está atrapado en un vicio que lo ha llevado a una adicción en la que se siente atrapado, clama desesperadamente por ser libre. Hay jóvenes que se sienten presos en su hogar y solo esperan la mayoría de edad para irse de la casa porque sienten el peso de alguna “esclavitud” de parte de sus padres. Qué decir de la esposa o esposo que después de vivir una relación donde ninguno de los dos es feliz, sino esclavos de una relación tóxica como se habla hoy, deciden ponerle fin al matrimonio que nunca debió celebrarse porque Dios no aprueba el divorcio. Así, pues, Pablo llega a este parte de la carta después de haber tratado el tema de los falsos maestros. El versículo 1 tiene este propósito. Se ha dicho con propiedad que este texto es la mejor manera cómo Pablo ha resumido la carta y el tema del legalismo. Cuando él dice “estad firmes en la libertad” nos está revelando que la diligencia y el compromiso son necesarios para mantener nuestra libertad. Ya hemos visto que la esclavitud es la condición natural de los hombres, ya sean judíos o gentiles (3: 10-11, 22-23; 4: 3, 8-9, 21-31). De la libertad a la esclavitud solo hay una línea muy fina. La tendencia del corazón es querer regresar al pecado otra vez. Esto nos indica cuán importante es estar firmes en la libertad que ahora tenemos. Dios nos ayude en el compromiso que tenemos con la libertad. Eso se trata este nuevo tema que Pablo nos presenta. He aquí las razones.
- EL PASAJE NOS PRESENTA AL DADOR DE LA LIBERTAD
- El autor de nuestra libertad v. 1. Cada país tiene sus libertadores como sus héroes nacionales. Pero el cristiano tiene un libertador que lo emancipó. Los hombres que reciben cualquier libertad, pero no reciben la libertad de Cristo, siguen siendo esclavos de algo. Esto lo que explica las palabras de Cristo cuando dijo: “Si el Hijo os libertare seréis verdaderamente libres” (Jn. 8:36). Hay una falsa libertad. Hay muchos que se consideran libres de algún sistema político, de una religión, libres de una relación o libres de una adicción, pero siguen siendo esclavos de otra cosa. Pablo sabía quien era su libertador, de allí que él llama a permanecer en tal libertad. Ningún otro fue testigo del poder libertador como lo fue Pablo. Cristo rompió todas las cadenas que lo esclavizaban a un sistema que lo había hecho un verdadero esclavo. Muchos poderes en la tierra son doblegados y hasta obedecen al hombre, pero nadie había podido contra el poder del pecado, de Satanás y del mundo hasta que llegó Cristo. Los gálatas habían conocido este libertador; deberían estar firmes.
- En Cristo hay una libertad que satisface v. 2. Los hermanos de galacia tenían una confusión respecto al tema de su libertad. Ellos habían conocido a Cristo, el autor de su libertad, pero a su vez estaban siendo enseñados que necesitaban seguir también la ley (ser circuncidados) como para completar su salvación. Era como decir: “Ciertamente Cristo nos ha dado la libertad, pero necesitamos algo más para completarla”. Es por eso por lo que Pablo emite una fuerte advertencia en este capítulo, porque los hermanos estaban a punto de entrar bajo el pacto antiguo y no aprovechar a plenitud el pacto de la gracia al que Pablo les había traído. Mis amados, Cristo vino para llenar la vida con todas las bendiciones del cielo. Cuando buscamos algo más de lo que ahora somos, para satisfacer nuestro egoísmo o vanagloria, no aprovechamos a Cristo. Cuando se cambia a Cristo por algo nuevo, como al parecer estaban descubriendo los gálatas, se pierde el camino de las bendiciones con las que Cristo nos ha hecho libres. La determinación de cada creyente debe ser la de aprovechar a Cristo. Mi estimado hermano Cristo es suficiente, aproveche lo grande de su gloria.
- EL PASAJE NOS REVELA DOS VISIONES DE LA LIBERTAD
- Una libertad sin ninguna la ley v. 7. La presente pregunta nos revela lo que sucede cuando descuidados y no valoramos la libertad a la que fuimos llamados. Pablo fue un admirador de los juegos olímpicos; en varios de sus escritos él usa esta metáfora de las carreras. Nadie mejor que él para saber que en la gran pista de la vida, los gálatas comenzaron a correr muy bien. Ellos tenían todas las condiciones para ganarse el premio. Pero alguien se encargó de ponerles tropiezo. Mis amados, nada es más frustrante y doloroso que tropezar en plena carrera. Son muchos los creyentes que arrancan de esa manera. Corren bien, pero algo o alguien se le presenta en plena carrera y ya todo cambia. Pablo sabía que quiénes estaban haciendo esto con sus hermanos. Lo que él sabía era que “vosotros corríais bien”. Las enseñanzas y sana doctrina que recibieron salieron de él. Ellos eran testigos de la demostración del poder del evangelio. En la vida espiritual encontramos las “piedras” que nos hacen tropezar, y los permisos que nosotros mismos nos damos para tropezar. Cuando un creyente acepta otro ofrecimiento fuera de su libertad, deja que otra cosa lo esclavice.
III. EL PASAJE NOS MUESTRA EL PROPÓSITO DE LA LIBERTAD
- La libertad nos lleva a servirnos como hermanos v. 13. Desde el capítulo anterior Pablo sigue trayendo el tema de la libertad. Allí nos hizo recordar que nuestra procedencia no es de la mujer esclava (Agar), sino de la libre (Sara). Pablo vuelve a enfatizar nuestra posición de libertad como el producto de un llamado divino. “A libertad fuisteis llamados” es el énfasis del texto. Sin embargo, el texto tiene dos cláusulas que determinan la razón de nuestra libertad. La una es negativa y la otra positiva. Fuimos libres para andar en el Espíritu no para satisfacer los deseos de la carne. Esta es la más grande lucha de los que ahora somos libres. Esto significa que nuestra libertad tiene límites, sobre todo por nuestra naturaleza egoísta. Y también que la libertad de la que ahora gozamos, en lugar de ser para nuestro consumo personal con las cosas que no agradamos a Dios, es para que sirvamos al cuerpo de Cristo. Pablo nos deja en este texto la mejor manera para que usemos la libertad que ahora gozamos: “Servíos por amor los unos a los otros”. Esto no siempre sucede. Estamos tan metidos en nosotros que no hay tiempo para “los unos a los otros”. Pero este es el imperativo del texto.
- La libertad nos conduce amar a nuestro prójimo v. 14. Hasta ahora Pablo ha presentado toda una apología respecto a qué es la ley y para qué sirve. Ha explicado de distintas maneras las razones por la que ella fue dada en el Sinaí y su misión hasta llevarnos a Cristo. Y como si se tratara de un predicador que va concluyendo su tema del cual ha hablado en distintas formas, ahora nos dice claramente que el resume de la ley es este: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Es algo extraordinario pensar que toda la ley, expresada en tantos mandamientos, y sobre todo en los diez más comunes, se pueda resumir de esta manera. Y fue esto lo que precisamente hizo Cristo. Cuando se le preguntó acerca de cuál es el más grande mandamiento, de igual manera nos dejó este resumen (Lc. 10:25-28). Cuántos de nosotros sabíamos que hay tres grandes amores en nuestras vidas. ¿Cuáles son? Primero, amar a Dios con todo; segundo, amar al prójimo; y tercero, amarnos a nosotros mismos. De estos tres amores, el amar a nuestro prójimo es la forma práctica de demostrar el amor que sentimos por Dios y el que sentimos por nosotros. Pablo dice que esta es la única deuda que debe tener el creyente (Ro. 13:8-10). Cuando amamos al prójimo, cumplimos la ley.
CONCLUSIÓN: Juan Pablo Tamayo, hablando de la libertad, ha dicho lo siguiente: “Nacemos sin que nadie nos consulte si queremos venir al mundo, y nos morimos sin que nadie nos pida permiso para llevarnos de la tierra. En casa nos gobiernan nuestros padres; en la escuela, los maestros; y en la calle, el gobierno. La señorita suspira por casarse, para ser libre, y acaba gobernada por el marido y, veces, por la familia del marido. El muchacho ansía llegar a la mayoría de edad para librarse del dominio de los padres, y acaba gobernado por la mujer, los hijos y la suegra. Nuestro cuerpo funciona, en su mayor parte, sin el concurso de nuestra voluntad; y nuestra mente inconsciente, la parte mayor de nuestra psique, está fuera de nuestro control. No podemos hacer nunca lo que nos parezca, porque siempre estamos limitados por la presencia y los derechos (o los torcidos) de los familiares, los vecinos, del jefe o del gobierno. Se hacen las guerras y revoluciones para “libertar” a los ciudadanos. Luego hay que volver a hacerlas para liberarse de los libertadores. La libertad es como las películas: linda y con un final feliz, pero todo es mentira. La única libertad auténtica es la que tenemos en Cristo (Jn. 8:32, 36)”. Estad, pues, firmes en la libertad con la que Cristo nos hizo libres. Con esta libertad es nuestro compromiso. Vivamos libres para Cristo. Amen.
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