Quién es mi madre

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EL EVANGELIO EN MARCHA

Quién es mi madre

(GÁLATAS 4:21-31)

Por: Rev. Julio Ruiz, Pastor

 

INTRODUCCIÓN: ¿Sabe usted lo que es una alegoría? En el presente pasaje Pablo habla de ella al referirse Agar y Sara. Una alegoría es una historia en la que los personajes y/o eventos son símbolos que representan a otros eventos, ideas o personas. En el contexto bíblico las alegorías son una hermosa manera artística de explicar temas espirituales en palabras fáciles de entender. Jesús fue el Maestro de las alegorías. Sus parábolas son únicas para entender verdades eternas en un lenguaje sencillo. Imagínese la alegoría que se esconde en una parábola como la del “Sembrador”. Allí se puede ver que las semillas y los distintos terrenos representan al evangelio y la respuesta que se da a él. Qué decir de la parábola del “Hijo Pródigo”.  Allí podemos ver que uno de los hijos representa a la persona común: al hombre fariseo y propenso al egoísmo.  El padre rico representa a Dios. Mientras que el hijo que se va representa el vacío de una vida fuera de la voluntad de Dios. Pablo, valiéndose de este recurso literario, nos presenta una alegoría basada en las dos mujeres de Abraham que también fueron madres. La alegoría, en este caso, muestra la simbología que tiene que ver con dos pactos, con la ley y la gracia, con la esclavitud y la libertad, con la carne y el espíritu, con la letra expresada en mandamientos y con la promesa. Los eruditos coinciden en señalar que este es el pasaje más difícil de toda la carta. La razón que exponen es que Pablo habla como judío a los judíos de su tiempo y eso hace difícil muchas veces entender todo su pensamiento. Sin embargo, lo que si queda claro en el texto es la enorme diferencia que hay entre la ley y la gracia. En este sentido, Agar representa lo uno, mientras que Sara representa lo otro. Esto le da sentido al tema de hoy: Quién es nuestra madre. Si bien es cierto que Abraham es nuestro padre, cuál de sus mujeres nos representa. Con cuál nos quedamos.

 

  1. CONSIDEREMOS PRIMERO A LAS DOS MADRES

 

  1. Dos mujeres: una esclava y la otra libre v. 22. Por lo que Pablo nos dice estas dos mujeres son los dos pactos (v. 24). Al presentar a Agar como la que originó un uno de los pactos, ella representa el llamado pacto de las obras. Este pacto consiste en hacer para ser. Su consigna es “si prometes obedecer mis mandamientos, sin fallar a uno entera y plenamente, sin quebrantar ninguno de ellos, te irás al cielo”. Pero la sentencia de esto es que, si fallas en algunos de sus puntos, serás destruido para siempre. Este fue el pacto del Sinaí que fue promulgado en medio un escenario lleno de fenómenos naturales. Interesante que antes que se diera el pacto del Sinaí, ya Adán lo conocía. Adán vivió antes de pecar bajo el dictamen de este pacto. El estaba bajo una condición: “el día que de él comieres ciertamente morirás” (Gn. 2:16,17). Así que la condición para estar en ese pacto era no comer lo prohibido. Ahora Sara es la representante del pacto de la gracia. Ella representa el pacto incondicional. Si en el anterior todo dependía del hombre, en el pacto de Sara, todo depende de Cristo. El pacto fue hecho por Dios a través de Cristo. Nada ni nadie lo podrá quebrantar.

 

  1. La Jerusalén de abajo y la de arriba vv. 25, 26. Agar y Sara representan a dos lugares también. Pablo nos habla en esta alegoría que Agar representa a la Jerusalén de los judaizantes, de los que están empeñados en traer a Cristo a esos pobres rudimentos de la ley. Al hablar de los que pertenecen a esta ciudad, Pablo los ubica como los hijos de Jerusalén, y esclavos de la ley y de las fuerzas demoníacas del mundo (4: 3, 8). Pablo trae este ejemplo para que sus amados hermanos no sigan más a esos falsos maestros, que, si bien es cierto que son hijos de Abraham, pertenecen a la madre esclava no a la libre. Agar fue echada de la casa, pero Sara permaneció para siempre. Así que, si Sara nos representa en el pacto de la gracia, concluimos que esto es lo original. Sara era la esposa legítima que estuvo antes que la esclava se apareciera. Esta afirmación nos hace ver que la ley tuvo su propósito en la representación de Agar, pero que lo que sería por siempre era la gracia representada en la promesa dada a Sara. En Sara se confirma que Dios, anticipadamente, había elegido a su Hijo Cristo para completar el pacto de la gracia. Bendita sea la promesa que se le dio a Abraham.
  2. CONSIDEREMOS A LOS DOS HIJOS

 

  1. Ismael representa el legalismo total v. 30. Ismael fue el hijo mayor. Cuando Isaac nació ya él tenía doce años. Bien se podía pensar que el heredero, según lo establecerá después la ley era el mayor, pero no fue así. Lo mismo también pasará con Jacob y Esaú. Esaú era el mayor, aunque la diferencia fue de minutos. Sin embargo, fue Jacob, el menor, quien seguiría el linaje que profetiza la promesa. Cuando Pablo trae la vida de estos dos hijos, que vienen de distintas madres, bien se podía concluir que lo más lógico era que Ismael formara parte del cumplimiento del plan de Dios para lograr sus propósitos eternos. Pero acá Ismael representa a todos los falsos maestros que han querido llevar otra vez a los hermanos que habían puesto su fe en el Señor al viejo sistema de la ley, que ya había cumplido su propósito.

                                                                                  

III.  CONSIDEREMOS LOS DOS COMPORTAMIENTOS

 

  1. Ismael se burló de Isaac cuando era niño (v. 29) Si esta conducta se ve entre hijos de ambos padres, ¿se puede imaginar lo que sucede a los hijos con diferentes madres? Pues esto fue lo que sucedió entre estos dos hijos. Ismael fue un reflejo de lo que ya sabía a los 12 años. Como quiera que haya sido él tuvo que enterarse que si bien era el mayor no iba a ser el heredero. Cuando aplicamos esto a lo que Pablo está explicando, llegamos a la conclusión que el hijo de la esclava, representando acá a los que siempre reaccionan bajo el legalismo de su religión o su propia justificación, siempre se burlarán de lo que hacemos. Uno puede imaginarse que la burla que hizo Ismael a su hermano menor giraba en relación con el asunto de la promesa. En no pocas veces le recordaría a Isaac que él, por ser el mayor, era el heredero directo de su padre. Cuando uno lleva esto al plano de la comparación entre la ley y la gracia, vamos a notar que la gente que vive confiada en la justicia de sus propias obras se burlará de los que ahora transitamos el camino de la gracia. El hombre que vive su vida para si mismo, que ha creado su propio sistema de valores, se burlará de “Isaac” que vive en la libertad.

 

  1. Isaac refleja la conducta de un hijo libre. No sabemos que tanto se defendía Isaac de Ismael cuando altercaban. Por el carácter tranquilo que vemos en la vida de Isaac pensamos que resistía aquellas molestias con extrema paciencia. Hay algo en esto que es muy interesante. Cuando se vive en la libertad con la que Cristo nos ha hecho libres no tenemos que hacerle caso a la burla que otros hagan de nosotros.

 

  1. CONSIDEREMOS LOS DOS RESULTADOS

 

  1. La herencia es del hijo libre v. 30. El tema de la herencia en la carta a los gálatas es recurrente. Cuando uno lee la historia de Sara y su actuación con el hijo de Agar y la forma cómo le echó de la casa, nos parece duro e injusto. Injusto porque ella misma fue la que le pidió Abraham que le diera un hijo en su esclava. Sin embargo, cuando ella tuvo al hijo de promesa no miró con buen agrado a Ismael, y le pidió a su propio padre que lo echara de la casa. Al final Dios concedió a Sara su petición (Gn. 21:10, 12). Para sorpresa del lector, Dios estaba de acuerdo con esa acción. El asunto es que aquí estaba en juego la herencia. Y en esto decimos que no era la herencia de Abraham. No tenía que ver con sus bienes, que ya eran muchos. La herencia era que en él serían benditas todas las naciones. Pero que el hijo de quien vendría tal herencia no fue el que resultó de la carne, pues Abraham se adelantó a los planes de Dios. Era el hijo que vendría como un milagro, como lo es nuestra salvación. La ley, afirma Pablo, no concede el derecho de recibir la herencia, así como Agar no aseguraba la herencia por ser esclava. Los esclavos nunca tienen herencia.

 

  1. El espíritu del pacto de la gracia v. 24. Ya hemos dicho que Pablo está hablando de una alegoría al usar los nombres de Agar y Sara y al hablar de los dos pactos. Un resultado visible de toda esta exposición es lo que tiene que ver con el pacto de gracia. Es mucho decir que no somos hijos de la esclava sino de la libre. Esto significa que los privilegios que tenemos son muy grandes, por lo tanto, y como lo explica Pablo, es absurdo que los gentiles de aquel tiempo y también nosotros, estemos bajo la ley que no pudo ni puede librar a los judíos de la esclavitud. El pacto de la gracia nos ha librado del espíritu del primer pacto que era de pecado y de muerte.

 

CONCLUSIÓN: ¿Quién es tu madre? Bueno, la respuesta a la presente pregunta queda respondida acá. Ya hemos dicho que somos hijos de Abraham, pero nuestra madre es Sara. Somos hijos también de la promesa, somos de igual manera herederos. Pablo dice que esa madre constituye el segundo pacto, no el del Sinaí que era el pacto de la esclava y que correspondía a la Jerusalén actual que está con sus hijos. Sin embargo, el pacto de Sara, el que corresponde a la Jerusalén de arriba, es donde ahora estamos y nos movemos. Así que no solo sabemos quién es nuestra madre, sino que sabemos donde está. Pablo nos recomendará a buscar las cosas de arriba, donde está Cristo sentado (Col.3:1) Sobre todo este particular el mismo Pablo dirá después: Y si por gracia, ya no es por obras; de otra manera la gracia ya no es gracia. Y si por obras, ya no es gracia; de otra manera la obra ya no es obra.”. Entonces es por gracia. La madre Sara nos reveló el pacto de la gracia.

 

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