La adoración verdadera

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EL EVANGELIO EN MARCHA- PERLAS DEL ALMA

La adoración verdadera

Por: Francisco Aular (faular @hotmail.com)

 

Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren. Juan 4:24 (RV60)

  El apóstol Juan reseña el inicio público del ministerio de JESÚS con dos entrevistas evangelizadoras, y en ambas, demanda la verdadera adoración que Dios espera de los seres humanos. En sendos encuentros del SEÑOR con los pecadores, vemos que Dios rechaza la adoración religiosa que ambos personajes le ofrecían. Juan presenta a JESÚS en su divinidad en contraste marcado con Nicodemo y la samaritana; esto, nos da un cuadro de nuestra situación como pecadores.

En efecto, Nicodemo es hombre, la samaritana, mujer; Nicodemos es judío, ella es samaritana; Nicodemo pertenece a la clase instruida y aristócrata; la samaritana es inculta y del pueblo; Nicodemo es un religioso, y gente de su religión le brinda alta estima a su investidura cuando va por la calle; la samaritana es una adúltera, y las otras mujeres la han marcado, y por eso, va al pozo a pleno sol del mediodía.

Sin duda, Nicodemo tiene una estatura de alta moral; la samaritana es abiertamente pecadora, condenada por la sociedad; Nicodemo había oído de JESÚS y estaba fascinado con sus enseñanzas; la samaritana no tenía ni la más remota idea de quién era JESÚS; Nicodemo era miembro del templo de Jerusalén; la samaritana adoraba a Dios en el monte Gerizim. Juan tenía razón, Dios no hace acepción de personas; JESÚS vino a salvar a todos los pecadores, estén donde estén.

Ahora bien, existen para decirlo didácticamente, tres dimensiones en nuestro ser: “espíritu, alma y cuerpo” (1 Tesalonicenses 5:23). En el espíritu está nuestra capacidad dada por Dios para relacionarnos con Él. Ese es el lugar en donde tenemos la comunión y adoración a Dios. No obstante, el espíritu del hombre está muerto debido al pecado, es decir, está separado de Dios. Por ello, cuando venimos al Señor, como el caso de Nicodemo y la mujer samaritana somos “nueva criatura; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17).

Así pues, los cristianos nacidos de nuevo entendemos que el primer propósito de nuestras vidas es agradar a Dios; de esta manera todo lo que hagamos para la gloria de Dios es un acto de adoración. La verdad es que estamos muy influidos por nuestro trasfondo religioso, al igual que en el caso de Nicodemo y la mujer samaritana, pero la verdadera adoración es espiritual, porque Dios es Espíritu.

ORACIÓN: Padre Eterno, ¡Yo estoy muy gozoso de poderte adorarte en espíritu y en verdad! Por eso, ¡todo el tiempo te bendeciré! ¡Mis labios siempre te alabarán! ¡He pasado la vida invitando a otros a que se gocen conmigo en este banquete espiritual al cual me invitas a cada momento de mi existencia temporal!

Les digo a los que tú quieres darles vida: ¡Únanse a mí, y juntos alabemos  la grandeza de Dios! Un día me postré delante de ti, y te pedí, oh Dios, que me ayudaras, y tu respuesta fue positiva y no se hizo esperar: ¡Me libraste del miedo que tenía a vivir y a morir!.

SEÑOR el que a ti acude se llena de alegría y jamás pasa vergüenza porque Tú eres el SEÑOR de señores y el REY de reyes, y nos dejas caído al que te busca.

Ayúdame para que con este gozo pueda exclamar: ¡Vengan, vengan conmigo!, y les diga: Yo, que nada valgo, llamé a Dios, y él me oyó, y me salvó de todas mis angustias. En el nombre de JESÚS. Amén
PERLA DE HOY: ¡La adoración en espíritu y en verdad pone una canción en nuestro corazón y una sonrisa en nuestros rostros para siempre!