El aguijón, una bendición

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EL EVANGELIO EN MARCHA

El aguijón, una bendición

Por: Gerson Morey*

 

  Ignorar el poder del diablo o sobrevalorarlo son extremos peligrosos de los que debemos guardarnos. Ambas actitudes son dañinas para los creyentes. No podemos vivir como si satanás no obre, pero tampoco como si él fuese quien tiene el control. Y en ese sentido, creo que en el mundo hispanohablante, lo segundo es más común.

Es decir, una gran parte de la iglesia hispana ha sobrevalorado el papel, la influencia y el poder del diablo. Se habla de satanás y de sus demonios como si ellos son los que tuvieran el poder y los que al final determinan lo que nos sucede.

En ese esquema, Dios es un espectador y el diablo soberano. Pero gracias a Dios eso no es lo que enseña la biblia. Las escrituras presentan a un Dios que crea, sustenta y gobierna su creación. Soberano, quien quita y pone reyes, quien gobierna todos los asuntos, pequeños y grandes. Quien mata y da vida, hiere y sana, da y quita, aflige y exalta. Ese es el Dios de la biblia (Daniel 2:21; 1 Samuel 2:6; Job 5:18; Job 1:21).

Sólo esta visión nos dará la perspectiva correcta de todo cuanto sucede, incluso de las tribulaciones y sufrimientos. Cuando Dios es soberano sobre mi aflicción, entonces habrá esperanza. Cuando confiamos en un Dios que controla y ordena todo, entonces podremos interpretar el sufrimiento como un don y al aguijón como una bendición.

 

EL AGUIJÓN

La explicación del aguijón en la carne ha sido objeto de varias interpretaciones.  Los comentaristas no están de acuerdo en cuanto a su naturaleza. Algunos dicen que era una enfermedad de los ojos, otros la persecución que sufría y otros creen que se trata de un deseo pecaminoso (quizá la codicia). Sin embargo, las explicaciones que se proponen son sólo especulaciones. Pablo, bajo la inspiración del Espíritu Santo decidió omitir esa información. Doy gracias a Dios por eso.

Pero lo que si podemos afirmar es que el aguijón era una situación o condición que lo doblegaba y afligía y los creyentes nos podemos identificar con la experiencia de Pablo. Todos en algún momento hemos experimentado (o seguimos experimentando) nuestro “aguijón”. Eso que nos doblega, nos aflige, y nos humilla. Persecución, debilidad, enfermedad, escasez, temores, traumas o dolores. Y también nos podemos identificar con el apóstol en su clamor para que el aguijón sea removido.

 

EL PROPÓSITO DEL AGUIJÓN

Pablo dijo: Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera; (2 Corintios 12:7 RVR1960)

La idea de “no enaltecerse” se repite dos veces en el versículo para darle énfasis. El propósito del aguijón es que Pablo no se envanezca. Las revelaciones de Pablo lo pueden volver arrogante y vanidoso. Pero creo que también podemos hablar de un doble propósito. El objetivo del aguijón tiene dos lados: el negativo es para que no se llene de orgullo y el positivo es que permanezca humilde. Dicho de otra manera, por medio de ese aguijón Pablo puede permanecer más humilde y dependiente de Dios y así se parecerá más a Cristo. Y sin esa aflicción, sería tentado a ser más altivo y vanidoso.

 

EL AGUIJÓN ES UN INSTRUMENTO DE SANTIFICACIÓN.

El aguijón es un medio para hacer a Pablo más como Cristo. ¿Quién da el aguijón? Ahora bien, el texto continúa diciendo: “me fue dado”. La pregunta que debemos hacer es, ¿quién le dio a Pablo ese aguijón? o ¿Quién da el aguijón?. La respuesta natural sería decir que ese aguijón lo envía satanás.

El mismo texto parece enseñar eso pues establece que el aguijón es un mensajero de satanás. Pero afirmar eso sería muy apresurado. Me explico:

Hemos concluido, a partir del texto que el aguijón tiene el objetivo de hacer a Pablo menos arrogante y menos vanidoso. En otras palabras, el aguijón sirve para hacer a Pablo más como Cristo. La pregunta que debemos responder es ¿quién no quiere que seamos vanidosos? ¿Quién desea que seamos más humildes? ¿Quién quiere hacernos más como a Cristo?   ¿Será satanás? Claro que no.

Dios es quien nos quiere hacer más como a su Hijo. En realidad, la salvación tiene como objeto transformarnos a la imagen de Cristo. En el centro de nuestra redención está el propósito de restaurar la imagen afectada por el pecado.

 

SATANÁS NUNCA QUIERE HACERNOS COMO CRISTO.

Entonces ¿en qué sentido el aguijón es un mensajero de satanás? En el sentido de que el aprovecha la ocasión para tentarnos y desenfocarnos. Aunque es Dios quién da el aguijón para no envanecernos, Satanás aprovecha la ocasión para tentarnos con la queja, la murmuración y la incredulidad.

Esto quiere decir que el diablo está usando y aprovechando esta ocasión contra el creyente para afligirlo (abofetee), pero por encima de satanás se encuentra Dios obrando. El Señor es quien quiere hacernos más humildes y menos arrogantes. Él es quien da el aguijón. Él es quien ordena el aguijón. Él es quien usa al diablo para cumplir sus propósitos eternos.

 

DIOS QUIERE HACERNOS COMO A CRISTO

Pablo decía que Cristo es la cabeza de todo principado y potestad (Col 2:10), es decir, Cristo también es la autoridad de los seres angelicales que se rebelaron. Cristo es Señor sobre los demonios. Dios también es el Dios de satanás. Él lo dirige, lo gobierna, lo usa y lo limita.

¿No es esa la lección del libro de Job?. Por encima de la mano de satanás que envía un mensajero, se encuentra la mano de Dios usando ese mensajero para hacernos más como a Cristo. Por eso el aguijón es una bendición.

Todo aquello que contribuya a la obra de Dios en tu vida, será una bendición, un don y un regalo, aunque venga envuelto como aguijón.

 

(* Gerson Morey, puedes encontrarlo en Twitter: @gersonmorey.)