EL EVANGELIO EN MARCHA
(PROVERBIOS 20:6; JOSUÉ 24:15)
Por: Rev. Julio Ruiz
INTRODUCCIÓN: Un niño que viajaba en un avión solo en medio de mucha gente. Allí estaba sentado con toda la tranquilidad, como si estuviera en su propia casa. Un adulto que estaba cerca le hizo esta pregunta: “Hemos pasado turbulencias, tormentas, es de noche, y si no te has dado cuenta vamos en un avión, ¿por qué estás tan tranquilo y sin miedo?”. A lo que el niño le responde, ¿Por qué habré de tenerlo? Mi papá es el piloto del avión. Que tremendo concepto tienen los hijos cuando conocen a un padre que les ha dado su confianza. Así lo sienten en los momentos que tienen inseguridad, temor, desconfianza, tristeza etc. Pero esto no siempre se da. No siempre los hijos cuentan con un padre que les produce esa confianza. Son muchos los que confían más en la madre que está a su lado que el padre que está ausente. Constantemente se habla del mayor interés e importancia que se le da a la madre, por encima del padre, al punto que una vez un predicador pregunto a un grupo de jóvenes, ¿Cuántos quieren una esposa con la característica de sus madres? A lo que todos en unisonó contestaron ¡Sí! ¡Claro!, ¡por supuesto! Para luego preguntar a las señoritas, ¿Cuántos quieres un esposo con las características de sus padres? A lo que nadie levanto la mano, sino que cabizbajas se limitaron a estar en silencio. Esta es la realidad de nuestros tiempos. La figura paternal se hace indispensable; muchas de las crisis de familia hoy día son el producto de hogares mono parentales, como lo llaman ahora, (cuando solo existe una figura de autoridad en el hogar, en nuestra cultura en la ausencia del padre). Casi siempre hablamos del tema de la mujer virtuosa y la pregunta ¿quién la hallará? Hoy vamos hablar del hombre padre y nos haremos la misma pregunta: Padre virtuoso ¿quién lo hallará? Veamos ejemplos bíblicos para hallarlos.
I. LOS ENCONTRAMOS EN LOS QUE EJERCEN LA FE COMO ABRAHAM
1. En creer solamente la promesa (Gn. 12:1). Abraham no tenía necesidad de salir de su “tierra y de su parentela”. No había problemas económicos en su país, ni tampoco guerras o persecuciones políticas. Vea su condición. Era un hombre joven con solo 70 años. Estaba casado con una esposa inteligente y bellísima. Además, era un hombre muy rico, lo cual nos hace pensar que era un hombre próspero en todos sus negocios. ¿Tenía necesidad Abraham de dejar a su gente por una simple promesa? ¿Se mudaría usted a un lugar sin saber a dónde vivir? Se dice que el simple hecho de que un hombre dejara a sus parientes y se fuera a vivir lejos era de por sí una terrible desgracia. Algunos lo consideraban incluso peor que la muerte.
2. En creer que Dios proveerá (Gn. 22:8). Las dos grandes razones que califican a Abraham como el “padre de la fe” están enmarcadas en la experiencia de salir de su tierra conocida, para caminar en la tierra prometida y luego el ofrecer a su hijo Isaac en sacrificio por el pedido de Dios. Se ha dicho que la prueba más grande del amor que tenemos por Dios es cuando él nos pide sacrificar lo que más valoramos. Si no pasamos esa prueba, el amor por Dios está en déficit. Definitivamente la fe de Abraham escaló toda la montaña donde Dios le pidió sacrificar a su hijo, su único. Su corazón se partía en pedazos cuando pensaba en levantar el cuchillo que había servido para degollar los corderos para el sacrifico del altar a Dios, y ahora tener que usarlo para degollar a su propio hijo. Y la cumbre de todo su dolor llegó cuando el hijo nacido en la vejez, y él más esperado por Sara y él, le preguntó por el cordero para el holocausto (v.7). Pero la respuesta llena de fe del padre acongojado, a la larga será la profecía cumplida en Cristo (v.8). El padre virtuoso alentará a su hijo a través de su fe en la provisión divina, en medio de la prueba.
II. LOS ENCONTRAMOS EN LOS QUE AMAN A DIOS COMO DAVID
1. El dulce cantor de Israel (2 Sam. 23:1). David tuvo muchos títulos que les fueron otorgados, gracias a su carácter y por el especial amor que dispensó hacia Dios. Si bien es cierto que cometió grandes pecados, y tuvo muchas debilidades, nadie podrá negar que él aparece entre la galería de aquellos mortales que dijo: “Amo a Jehová, fortaleza mía…” (Sal. 18:1). La calificación que se hizo de él, llamándolo: “El dulce cantor de Israel” nos dice tanto del poeta que supo expresar a través de los salmos los más encumbrados himnos de adoración y alabanza al Dios eterno. Quién puede negar que hay un deleite en los salmos de David que los hacen tan universalmente amados y de tanta edificación para el alma. No importa cuál sea nuestro estado de ánimo, incluyendo el gozo o la depresión, David pareciera describir en cada uno de nosotros cada una de nuestras emociones. Quién no podrá ver cómo David expresa su amor a Dios cuando cantó, por ejemplo, en el salmo 23 o el 51. Tan grande era su amor a Dios que lo anhelaba como el siervo que clama por las aguas (Sal. 42:1). Oh, que como padres encontremos en el amor de David por Dios un desafío que nos lleve a decir también: “Amo a Jehová, fortaleza mía”.
2. Conforme al corazón de Dios (Hch. 13:22). De ningún otro hombre se ha hecho una declaración como la que Dios hizo de David, hasta el punto de considerarlo conforme a su corazón. Pero, ¿qué cualidades tuvo este hombre para llegar a ser calificado de esta manera? ¿Por qué no se dijo eso de un José o de un Daniel, quienes con sus modelos de pureza podían haber encarnado mejor esa calificación? ¿A caso no fue David un hombre que reveló ese lado oscuro de la naturaleza humana, cometiendo dos pecados para los cuales no había ningún tipo de sacrificio? Entonces, ¿por qué Dios descubrió que el corazón de este hombre era parecido al suyo? Porque desde su juventud comenzó amar a Dios y a confiar en él.
III. LOS ENCONTRAMOS EN AQUELLOS QUE SIRVE A DIOS COMO JOSUÉ
1. Tenemos la opción de escoger a quien servir (Jos. 24:15a). Otro hombre virtuoso en la Biblia fue Josué. Su carácter está adornado con una vida de servicio a Moisés, su líder, al pueblo de Israel y por ende a Dios. Su determinación fue tan seria que después de todos los triunfos que el Señor le dio en la conquista de la tierra prometida, convocó a las tribus para que definieran si iban a servir a los dioses “del otro lado del río” o al Dios que les había dado las victorias. Ante esto, Josué los confrontó a tomar una decisión que la convirtió en imperativo: “escogeos hoy a quien sirváis”. Esta demanda la hace un buen líder, pero también un buen padre. Porque al final yo puedo elegir si quiero adorar a Dios o prefiero adorar otros dioses. El imperativo no nos da la opción de hacer las dos cosas a la vez. Un padre responsable se asegura que sus hijos sepan que no se puede servir a dos señores. Que frente las grandes ofertas del mundo para que le entregan sus fuerzas y le sirvan, se plantea la demanda de escoger servir entre lo que es temporal y lo eterno. Cuando un hijo sigue el modelo de su padre de servir a su Dios, en lugar de los dioses modernos del placer temporal, la bendición de “Josué” le acompañará por siempre.
2. Yo y mi casa serviremos a Jehová (v. 15b). Esta es una de las decisiones donde se puede ver el carácter del padre virtuoso. Hay padres que sirven solos al Señor, pero sus hijos no le siguen. Cuando Josué dice “yo” está asumiendo el rol que le fue dado. No podemos transferir esta responsabilidad a la madre, la escuela o la iglesia. Soy yo quien debo liderar las riendas de mi casa y de mis hijos. Por otro lado, cuando él habla de “mi casa”, está hablando del conocimiento que tenía de su esposa y de sus hijos. Hay padres que les costará decir “mi casa” porque hace rato perdieron su comunión con los que allí viven. Josué sabía que su familia lo respaldaba en todo, y frente a una generación idólatra, él se ponía como ejemplo junto con toda su casa.
IV. LOS ENCONTRAMOS EN AQUELLOS QUE OBEDECEN A DIOS COMO JOSÉ
Se habla mucho de María, la madre de Jesús. La devoción que han hecho de ella la ha llevado hasta la categoría de “inmaculada”, “reina del cielo”, “madre de Dios” y la “eterna intercesora”, entre algunos títulos. Pero de José, su esposo, no se habla mucho. Son muy raros los mensajes que se predican acerca de su persona y carácter. José es el hombre que no habla en la Biblia. No hay un solo texto donde él haya tenido una conversación. Fue un hombre íntegro y de un profundo amor por María, pues cuando supo que estaba embarazada, quiso dejarla “secretamente”. Y desde que tuvo el sueño del ángel, reveló la obediencia como su más grande virtud. Cuando el despertó del sueño, el texto dice: “Hizo como el ángel del Señor le había mandado, y recibió a su mujer” v. 24. No muchos hacen lo que Dios ordena. No somos dados a la obediencia. Esta es la lucha que tenemos todos, y los padres no escapamos a eso. Ciertamente Jesús como Hijo de Dios fue obediente para hacer la voluntad de su Padre celestial, que incluía la muerte en la cruz.
CONCLUSIÓN: El hombre de verdad pareciera ser un espécimen raro en la creación. No es alguien que se extinguió, y a quien no podemos tener para esta generación. Ese padre está en cada uno de nosotros. Contamos con la ayuda del Padre amado para lograrlo. Él es el más interesado en que lo logremos, pues haciendo esto nuestros hogares marcharán mejor. En este día, Dios convoca a todos los padres para que lo imitemos a él en su relación con la familia. Esto es necesario, porque nuestros hijos buscan un modelo a seguir, necesitan de una disciplina para crecer, y sobre todo, quieren ver al Padre eterno reflejado en el padre temporal. ¿Qué tipo de virtudes estamos dejando en nuestros hijos? ¿Soy el hombre de verdad que la Biblia me demanda?
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Julio Ruiz, es pastor de La Iglesia Bautista, Ambiente de Gracia, ubicada en 5424 Ox Rd. Fairfax Station, VA 22039 (pastorjulioruiz55@gmail.com) 000000fffffff