Trump debe dejar de atacar a la prensa

0
205

Por: Amy Goodman y Denis Moynihan

  Las estocadas diarias del presidente Donald Trump hacia la prensa y otros medios de comunicación son censurables y despreciables. Trump nunca pierde la oportunidad de atacar periodistas en las conferencias de prensa, en las “conferencias exprés” que brinda en los jardines de la Casa Blanca bajo el rugido de las hélices del helicóptero presidencial y, especialmente, en sus actos de campaña. La semana pasada, en una convención de tres días para partidarios de Trump, celebrada en su resort de golf National Doral, en Miami –donde, por cierto, Trump pretende organizar el encuentro del G-7 del próximo año, con el consecuente beneficio económico personal–, se mostró un video en el que se representa a Trump entrando a una “iglesia de noticias falsas” y matando feligreses cuyas cabezas fueron reemplazadas por logotipos de medios de comunicación o rostros de opositores políticos. Los informes acerca del violento video desataron indignación. Pero ya pasó el tiempo de sorprenderse por la demonización de la prensa que hace Trump. Hace mucho que viene alimentando el odio y alentando la violencia y debe rendir cuentas por ello.

  Según el Índice de Libertad de Prensa de Estados Unidos, los y las periodistas han enfrentado más de cien incidentes separados de violaciones a la libertad de prensa en lo que va del año, como arrestos arbitrarios mientras cubrían protestas y la negación del acceso a cárceles de inmigrantes o audiencias públicas importantes. Afortunadamente, este año no ha habido muertes de periodistas radicados en Estados Unidos. Sin embargo, periodistas de todo el mundo han sufrido heridas e incluso la muerte en el curso de su trabajo.

Amy Goodman y Denis Moynihan

  El 6 de octubre pasado, poco después de haber mantenido una conversación telefónica con el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, Trump hizo un sorpresivo anuncio por medio del cual ordenaba a las tropas estadounidenses retirarse del norte de Siria, región controlada por los kurdos.

  Poco después, Turquía lanzó una invasión contra esos territorios. El miércoles, en una conferencia de prensa, Trump se jactó de que ningún soldado estadounidense había resultado herido y opinó que la situación estaba “bien”: “Todo en orden. Nadie fue herido. No hay nadie desaparecido. Está todo muy bien”.

  No obstante, el domingo pasado, en plena embestida, un ataque aéreo turco contra una caravana civil en el norte de Siria mató a 15 personas, entre ellas dos periodistas sirios de origen kurdo, Mohammed Hussein Rasho y Saad Ahmed.

  La semana pasada se cumplió el primer aniversario del brutal asesinato del periodista Jamal Khashoggi dentro del Consulado de Arabia Saudí en Estambul, presuntamente asesinado por orden del príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohammed bin Salman. Khashoggi escribía artículos críticos sobre el dictador saudí y fue convocado al consulado para obtener documentos para su boda.

  Allí, aparentemente, resultó torturado, sofocado hasta la muerte y luego desmembrado por un equipo de una decena de agentes de inteligencia saudíes. La CIA rastreó las órdenes hasta Bin Salman. A pesar de ello, Trump sigue respaldando al príncipe heredero. Incluso llegó a vetar las medidas de condena del Congreso estadounidense en torno al asesinato de Khashoggi y las restricciones a la venta de armas a Arabia Saudí, lo que también habilita el bombardeo continuo a Yemen por parte del reino.

PROFESION PELIGROSA

  El periodismo, incluso fuera de las zonas de guerra, sigue siendo una profesión peligrosa. Esta semana se cumple el segundo aniversario del asesinato de la periodista independiente Daphne Caruana Galizia, de la nación isleña mediterránea de Malta. Galizia venía informando de manera persistente sobre la corrupción en los niveles más altos del gobierno maltés.

  Como escribió el Comité para la Protección de los Periodistas en el aniversario de su muerte, el 16 de octubre, “actualmente tres hombres están detenidos en relación con el asesinato… sin embargo, los autores, incluidos los autores intelectuales, aún no han sido llevados ante la justicia”.

  Un consorcio de organizaciones de prensa ha adoptado un novedoso enfoque para garantizar la continuidad del trabajo de colegas asesinados o silenciados. Forbidden Stories (“Historias prohibidas”, en español) es una red de periodistas que se han comprometido a seguir las investigaciones de estos colegas.

  Su sitio web reza: “Aunque logres detener a un mensajero, decenas más tomarán su lugar y entregarán el mensaje”. Forbidden Stories coordina el Proyecto Daphne, con 45 periodistas que continúan el trabajo de Galizia e investigan su asesinato, con resultados importantes y continuos.

PERIODISTAS AMBIENTALES

  “Green Blood” (“Sangre verde”, en español) es el proyecto de Forbidden Stories sobre periodistas ambientales asesinados y censurados. Con profundidad y rigor, estos informes sin desperdicio rinden homenaje a estos periodistas y ofrecen un modelo de cómo los periodistas pueden mantenerse unidos ante amenazas graves.

  Los primeros informes de este proyecto cubrieron tres casos donde se recurrió a la violencia y la intimidación para silenciar la libertad de prensa: el asesinato del periodista indio Jagendra Singh por su trabajo sobre el crimen organizado, relacionado con las poderosas “mafias de la arena” de la India que extraen y venden arena de forma ilegal, la obstrucción de las investigaciones sobre la gran mina de oro altamente contaminante de North Mara en Tanzania y la resistencia indígena contra una mina de níquel en Guatemala.

  Allí, el periodista Carlos Choc ha debido enfrentar cargos penales durante más de dos años a raíz de sus informes; finalmente tuvo que huir a El Salvador para evitar el arresto. Mientras la investigación judicial se prolonga indefinidamente, Choc tiene prohibido continuar con su cobertura periodística.

  La libertad de prensa es vital para una sociedad democrática. Es por eso que está consagrada en la Constitución de Estados Unidos. Con sus constantes agresiones, el presidente Trump fomenta la violencia contra los periodistas. El rechazo y la condena a su actitud y sus palabras deben ser enérgicos, bipartidarios e implacables. (Amy Goodman es la conductora de Democracy Now)