Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre y madre, a su mujer e hijos, a sus hermanos y hermanas, y aun hasta su propia vida, no puede ser mi discípulo. El que no carga su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo. (Lucas 14:26-27)
Jesús no se avergüenza ni tiene temor alguno de decirnos a la cara lo «peor», el doloroso costo de ser cristianos: aborrecer a la familia (v. 26), cargar una cruz (v. 27) y renunciar a nuestros bienes personales (v. 33). No hay letra pequeña en el pacto de la gracia. Todo está escrito en letra grande y negrita. ¡No hay gracia barata! ¡Es muy costosa! Ven, y sé mi discípulo.
Por el contrario, Satanás esconde lo peor y nos muestra solo lo mejor. Lo único que realmente importa en el trato con Satanás está en letra pequeña en la última página.
En la primera página se lee en letra grande y llamativa: «Ciertamente no moriréis» (Génesis 3:4) y «Todo esto te daré, si postrándote me adoras» (Mateo 4:9). Sin embargo, en la última página y en letra pequeña tan pequeña que solo se puede leer bajo la lupa de las Escrituras se lee: «Y después de disfrutar de los placeres banales, sufrirás conmigo para siempre en el infierno».
¿Por qué Jesús está dispuesto a mostrarnos lo «peor» así como lo mejor de él, mientras que Satanás solo nos muestra lo mejor de él? Matthew Henry responde: «Satanás nos muestra lo mejor que tiene, pero oculta lo peor, porque no puede compensar lo peor con lo mejor; sin embargo Cristo lo compensará de manera abundante».
El llamado de Jesús no es solo un llamado al sufrimiento y la abnegación; en primer lugar es la invitación a un banquete. Esto es lo que nos enseña la parábola de Lucas 14:16-24. Jesús también promete una resurrección gloriosa en la que todas las pérdidas de esta vida serán recompensadas (Lucas 14:14). También nos dice que nos ayudará a soportar las pruebas (Lucas 22:32) y que nos dará el Espíritu Santo (Lucas 11:13). Promete que incluso si nos matan por causa del reino, «ni un cabello de
[nuestra]
cabeza perecerá» (Lucas 21:18).
Esto significa que cuando nos sentemos a calcular los costos de seguir a Jesús cuando pongamos en la balanza lo «peor» y lo «mejor» llegaremos a la conclusión de que lo vale. Él es absolutamente digno (véase Romanos 8:18). No sucede lo mismo con Satanás. El pan robado es sabroso, pero luego la boca se llena de grava (véase Proverbios 20:17).