Este lunes el papa Francisco manifestó que la ambición “es una peste en la vida consagrada” y pidió a los religiosos evitar las pretensiones, la envidia, la rigidez y cualquier “tentación de autorreferencialidad”.
El comentario lo realizó al tiempo de que varias Congregaciones Religiosas se reunieron en el Vaticano con motivo de la celebración de sus Capítulos Generales.
En la audiencia en el Palacio Apostólico del Vaticano participaron representantes de la Orden de los Mínimos; los Clérigos Regulares Menores; las Hermanas Agustinas del Divino Amor; los Clérigos de San Viator; las Hermanas Reparadoras del Sagrado Corazón y las Misioneras de San Antonio Claret.
Al inicio de su discurso y en un intento de concienciar sobre la necesidad de vocaciones en Occidente, el Santo Padre preguntó cuántos novicios había en cada una de las Órdenes. Al escuchar las respuestas, el Pontífice señaló que “hay que doblar los números”.
El papa Francisco destacó que representan “el misterio de la Iglesia”, que en su variedad permite que “la belleza de Cristo brille con toda su luz en el mundo”.
Y para evitar los “intereses distintos al amor” durante el camino espiritual de los consagrados, el Santo Padre reflexionó sobre dos aspectos: la belleza y la sencillez.
El Pontífice resaltó que sus vidas son “historias de belleza”, porque en ellas “resplandece la gracia del rostro de Dios”.
En ese sentido Remarcó que los fundadores de estas Congregaciones “supieron captar los rasgos de esta belleza y corresponder a ella de modos diversos”, y recordó a los religiosos que su deber es “recoger el testigo”.
De igual forma expresó, que deben “continuar como ellos buscando y sembrando la belleza de Cristo en la concreción de los pliegues de la historia, ante todo escuchando el Amor que los animaba”, y dejándose interpelar después “por los modos en que ellos han correspondido”.
“Por lo que han elegido y por lo que han renunciado, tal vez con sufrimiento, para ser para vuestros contemporáneos un espejo claro del rostro de Dios”, añadió.
A continuación resaltó que “el amor de Dios es sencillo y su belleza es sencilla, no es una belleza sofisticada”. Por ello, los animó a pedir al Señor sencillez, tanto personalmente como en la dinámica sinodal del camino común, “despojándolos de todo lo que no es necesario o que puede obstaculizar la escucha y la armonía en vuestros procesos de discernimiento”.
También advirtió que la ambición “es una peste en la vida consagrada” y les pidió tener cuidado con ello.
Por lo que hizo referencia a la envidia, la que definió como la “enfermedad amarilla”, así como las pretensiones, la rigidez y cualquier otra “tentación de autorreferencialidad”.
De este modo, el papa Francisco afirmó que podrán “leer juntos, con sabiduría, el presente” y captar en él los “signos de los tiempos” y tomar “las mejores decisiones para el futuro”.
Subrayó que los religiosos abrazan la pobreza para vaciarse “de todo lo que no es amor a Cristo” y les instó a que se dejen “llenar de su belleza, hasta que se desborde por el mundo, allí donde el Señor los envíe y hacia cualquier hermano o hermana que ponga en vuestro camino, especialmente a través de la obediencia”.
El papa Francisco aseguró que “ésta es una gran misión”, al mismo tiempo que les pidió cuidar la oración y los momentos ante el sagrario, “hablando con el Señor y dejando que el Señor nos hable”.
“Pero la oración del corazón: no la oración de los papagayos, no, no. La que sale del corazón y que nos mantiene en el camino del Señor”, precisó y pidió cuidar su formación y les agradeció por el bien que hacen a la Iglesia, animándoles a continuar con su trabajo “con fe y generosidad”.