Monday, September 9, 2024
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Por qué les va bien a quienes hacen mal

(Jeremías 12:1-13)

POR: REV. JULIO RUIZ*

INTRODUCCIÓN: ¿No se ha hecho usted esa pregunta en algún momento? ¿Por qué Jeremías se quejó contra Dios de esta manera? Jeremías fue un sacerdote israelita que vivió y trabajó en Jerusalén durante las últimas décadas del reino de Judá. Como profeta anunciaba que Dios juzgaría los pecados de Israel con un exilio en Babilonia a través de una inminente invasión debido a la idolatría. A Jeremías se le conoce como el “profeta llorón” porque lloró lágrimas de tristeza, no solo por el juicio venidero, sino también porque sin importar cuánto se esforzó, el pueblo no le escuchó. Este profeta no encontró consuelo de parte de nadie. Dios le prohibió casarse (Jeremías 16:2), y sus amigos le habían dado la espalda. A él le tocaría vivir la época más dolorosa del juicio de Dios contra Jerusalén, de allí su libro de Lamentaciones. Tan frustrante fue su ministerio que predicó durante 40 años y no vio ningún cambio en Israel, siguiendo en su camino de desobediencia.  Sus palabras eran como perlas echadas a los puercos. Esto hizo que el profeta se desgastara, colapsara y se hundiera en un lodazal, hasta el punto de dudar de Dios (Jeremías 15:18).  La situación experimentada por Jeremías rebasó cualquier otra que se haya conocido. Su queja contra Dios quedó plasmada en Jeremías 20:17-18. Otros hombres habían pedido la muerte a Dios, pero este profeta hace una especie de apología sobre su caso. Él maldice el día de su nacimiento, maldice al hombre que dio al anuncio, y le reclama a Dios por qué no le mató en el vientre de su mamá, convirtiéndose en su propia tumba. ¿Por qué Jeremías utilizó las quejas como su reclamo delante de Dios? ¿Por qué las quejas son una especie de drenaje de nuestra impotencia ante el Señor?

I.               LAS QUEJAS SON COMO LA PROTESTA DEL ALMA

Justo eres tú, oh Jehová, para que yo dispute contigo…” v. 1. Otra versión dice: “Señor, tú eres justo, aunque yo discuto contigo”. En estas palabras no hay arrogancia, enojo y falta de respeto. Más bien hay humildad y reconocimiento de quién es Dios, y por qué su justicia llega a ser uno de sus más grandes atributos. Es como si le dijera: “Dios, cualquier cosa que diga delante de ti tendrá que pasar la prueba de mi justicia frente a la tuya”. Pero el hombre sin Dios al hacer esta pregunta lo va a irrespetar, se va a enojar contra Él, y hasta niega su existencia, porque ve tan mal las cosas en el mundo, y Dios no hace nada. Sin embargo, esa no es la actitud del profeta. Más bien él reconoce su debilidad, y por eso dice: “justo eres tú, oh Jehová”.  Y con esto en mente Jeremías sabe que, aunque él es un hombre con sus debilidades para entrar y discutir su causa, no se detiene y viene delante de Dios en una especie de “protesta silenciosa”. En el capítulo 20:7-9 reveló esa queja de su alma hasta sentirse engañado por Dios. En sus palabras expresa un amargo clamor acusando a Dios de haberle mentido y de haberse aprovechado de él. ¿Alguna vez te has sentido así con Dios? Jeremías probablemente está pensando en la promesa con la cual comenzó su ministerio donde Dios le dijo que estaría siempre con él, pero ahora está preso y se siente abandonado. En no pocas ocasiones nos sentimos iguales al no ver la respuesta de Dios.

 ¿Por qué a los malos les va tan bien? v. 1b.  Ese es el cuestionamiento de Jeremías. Ha visto tanta injusticia, y aunque sabía que al final Dios obraría con Su justicia, él se impacienta porque deseaba que esto sucediera pronto. Job mucho antes se había hecho la misma pregunta con gran agudeza, cuando dijo: “¿Por qué viven los impíos, y se envejecen, y aun crecen en riquezas?” (Job 21:7). Mientras que Habacuc la hizo de esta manera: “¿Hasta cuándo, oh Jehová, clamaré, y no oirás; y daré voces a ti a causa de la violencia, y no salvarás?” (Habacuc 1:1). Bueno, para todos los que nos hacemos esta pregunta, el salmista nos deja esta respuesta: “Por poco resbalaron mis pasos. Porque tuve envidia de los arrogantes, viendo la prosperidad de los impíos: (Salmos 73:2-6). De acuerdo con estas preguntas, pareciera natural que demandemos un obrar justo delante de Dios, clamando por justicia en contra de los que se aprovechan de los demás. Pero cuando pidamos por justicia, debemos darnos cuenta de que nosotros mismos estaremos en grandes dificultades si Dios nos da a cada uno lo que realmente merecemos. Dios oyó la pregunta quejumbrosa del profeta, y por la manera cómo le responde, el profeta no preguntaría más. Entonces, la pregunta no es por qué a los malos le van bien, sino por qué nosotros estamos mal.

II.             EL DESAFÍO QUE ENFRENTAN ALGUNAS QUEJAS

“Si corriste con los de a pie, y te cansaron, ¿cómo contenderás con los caballos?” v.5. Otra traducción sería “¿Qué es lo que vas a hacer cuando sea peor? ¿Cómo competirás con caballos, cuando te rindes frente a los hombres a pie?”. En los primeros versículos Jeremías le presentó más argumentos a Dios como para tener una buena respuesta ante su queja. Le recordó a Dios que Él es quien les prosperaba (v. 2). De acuerdo con la perspectiva del profeta, Dios era el causante de las riquezas del impío, porque al final Él da la tierra, la lluvia, el sol y los demás recursos. Y en medio de su queja, Jeremías le recordó a Dios cómo él había vivido todo el tiempo en su presencia (v. 3). Es como si le hubiera dicho: “¿No has evaluado mi testimonio de cómo he vivido en integridad y me tratan mal, mientras estos se portan tan mal y les va bien?”.  Sin embargo, la respuesta de Dios es muy interesante. Fue algo así como: “Jeremías, si ahora te estás quejando ¿qué vas a hacer cuando vengan los tiempos peores? Si ahora estás molesto, si tu fe está siendo puesta a prueba, ¿qué harás cuando llegue la destrucción?  Si has estado corriendo con los hombres a pie y te cansas, ¿qué vas hacer cuando tengas que correr con caballos? La vida fue sumamente difícil para Jeremías a pesar de su amor y obediencia a Dios. Una vida consagrada a Dios no siempre es sinónimo de prosperidad, más bien llega a ser una vida de sufrimiento.

Aun tus hermanos, miembros de tu propia familia… conspiran y se quejan de ti” v. 9. Otra vez, Jeremías esperaba que Dios lo alentara. ¡Creo que la mayoría de nosotros nos vamos a sorprender en nuestras vidas cristianas cuando lleguemos a la etapa en el desarrollo cristiano en la cual esperamos que Dios constantemente solucione nuestros problemas de forma fácil… y un día no lo haga! Jeremías estuvo sometido a una prueba nacional (por Israel), y a otra familiar, por la conspiración que ellos hacían contra él. Esto pudiera ser sorprendente, pero es ahí donde está Jeremías ahora mismo. Note que Dios no le dice a Jeremías: “No te preocupes, Jeremías; todo estará bien con tu problema. Me encargaré de que no tengas más estrés. Regresa en paz por donde has venido”. Pero, no le dice esto; más bien le dice: “Jeremías, las cosas se van a poner peor, mucho peor; ¿qué vas a hacer entonces?”. Me gusta un pensamiento que he leído últimamente sobre el resto: “Dios no nos mima en nuestros temores con falsas promesas”. Claro que Dios oye nuestras quejas, pero Él no toma nuestra queja como una presión para responder. Entonces, no ande declarando y dándole órdenes a Dios. A veces Dios tiene la intención de desanimarnos para que sigamos clamando como la viuda y el juez injusto, hasta obtener una respuesta.  

III.           LA DECISIÓN DE DIOS A PESAR DE LA QUEJA

“Yo he abandonado a mi pueblo, mi posesión más preciada…” v. 7. Jeremías siguió “reclamándole” a Dios porque sentía que no actuaba, y su respuesta fue: “Jeremías, no me pidas que cambie, ya yo he entregado mi posición al enemigo”. ¿Cuál sería la reacción del profeta cuando oyó esto? Aún le añade más en la manera como califica a su pueblo: “Por haber rugido como león… lo traté con desprecio” (v. 8). Mi pueblo se comportó como un buitre, “pero están rodeados de buitres”, y se comerán sus cadáveres (v. 9). Los gobernantes han transformado “su belleza en un lugar desolado” (v. 10). Ahora veo los ejércitos en la cumbre para atacar a mi pueblo (v. 12). Y termina, diciendo: “Mi pueblo sembró trigo, pero cosecha espinos” v. 13. Así respondió Dios a la queja de Jeremías. No todas las respuestas de Dios a la oración son agradables, ni fáciles de aceptar. Cualquier cristiano que ha experimentado una guerra, dolor o enfermedad seria lo sabe. Sin embargo, debemos estar comprometidos con Dios aun cuando los tiempos se vuelvan difíciles, y aún si sus respuestas a nuestras oraciones no nos den un alivio inmediato.  

“Cosechará vergüenza debido a la ira feroz del Señor” v. 13. Lo que Dios le está diciendo a Jeremías fue algo así como prepárate porque todavía no has visto nada. Mi ira contra mi pueblo está determinada. Mi juicio vendrá sobre todos los que se oponen. Es verdad que mi paciencia ha sido elástica para con Israel, pero no confundan mi paciencia con demora.  Mi más grande deseo es que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento y lleguen al conocimiento de la verdad. Sin embargo, Israel no se arrepintió, y esa fue la razón por la que Dios estaba tan frustrado por la condición de su pueblo. El pecado de la idolatría fue tan grande que enfureció a Dios, y ya el tiempo del arrepentimiento había pasado, ahora venía el juicio. Por supuesto que Dios oyó la queja de su profeta, pero ya era tarde. Jeremías claramente oyó decir a Dios, algo así: “Muy pronto, por mi mandato, vendrán multitudes de enemigos. Israel será asolada con gran devastación”. En el año 587 a. C Jerusalén fue arrasada por Nabucodonosor.  La pregunta de Dios ahora es ¿dónde está la prosperidad del impío? La prosperidad del impío es como el tamo que arrebata el viento. Todas sus riquezas acumuladas las perderán. El juicio de Dios es un hecho. Dios es mucho amor, pero también es fuego consumidor (Hebreos 12:28-29).

IV.          LA MANERA CÓMO DIOS RESPONDE A LAS QUEJAS

“Volveré y tendré misericordia de ellos …” v. 15. Si bien es cierto que un pasaje como este nos deja una sensación de frustración, impotencia y desilusión, por la manera cómo Dios actúa con Jeremías, la verdad es que Él no cambia, porque, aunque que castigue el pecado de su pueblo, Él vuelve a tener misericordia. Judá sufrió la deportación. Una gran diáspora ocurrió con la invasión de Babilonia, pero la profecía decía que después de 70 años, un remanente regresaría a su tierra otra vez. La historia es la misma. Dios vuelve a tener misericordia de sus hijos. Dios es soberano. Él ve el panorama general. Dios sigue su plan con la humanidad. A Él no le toma por sorpresa las cosas que están pasando en el mundo. Dios está más preocupado por el mal que nosotros mismos. Las quejas de Jeremías como las nuestras no le son ajenas. El profeta comenzó hablando que Dios es justo, y por esta razón ha actuado así con su pueblo. Lo ha castigado, pero a la vez ha dicho que su misericordia no se agotó en ese tiempo. Las misericordias de Dios se revelan como auténticas promesas del amor de Dios que no abandona a sus hijos (Miqueas 7:19). 

CONCLUSIÓN: De todo esto concluimos que Dios sí responde a nuestras quejas, pero nuestra molestia con Dios no dará como resultado una respuesta precipitada. Dios sabe que el mal seguirá empeorando progresivamente. De esta manera, la queja de Jeremías “por qué le va bien a quienes hacen mal” (12:1), llegó delante de Dios, y aunque Él no respondió de inmediato, al final ya lo había animado con estas palabras: “Antes de formarte en el vientre de tu madre, yo ya te conocía” (1:5). Cuando no veía resultados en su clamor, Dios le dijo: “Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis. (29:11). Cuando se sintió huérfano del amor de Dios, escuchó estas hermosas palabras: “Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia” 31:3b. Pero, además, le añadió: “¿No es Efraín hijo precioso para mí? ¿no es niño en quien me deleito? v. 20. Y cuando no oía a Dios, Él le dijo: “Clama a mí y yo te responderé…”. Por otro lado, fue en ese mismo capítulo que Dios le reveló la venida del nuevo pacto a través de Jesucristo (31:33). Jeremías deseó la muerte, pero Dios no respondió a su petición, porque él iba a ser un tipo de Cristo. Cuando Jesús preguntó a sus discípulos “… y vosotros ¿quién decís que soy yo?” (Mateo 16:14-17), uno de ellos le comparó con Jeremías. No muchos profetas tuvieron ese privilegio. No se preocupe por qué prosperan los malos, preocúpese por su propia prosperidad que comienza con su vida espiritual.

     Julio Ruiz es pastor de la Iglesia Bautista, Ambiente de Gracia, ubicada en la 5424 Ox Rd. Fairfax Station, VA 22039 Tel. 571-251-6590 (pastorjulioruiz55@gmail.com)

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