¡Quién nos diera a comer carne!

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(Números 11:1-6, 10-15, 31-35)

POR: REV. JULIO RUIZ*

INTRODUCCIÓN

Un estudio realizado por la compañía británica Engage Mutual descubrió que los hombres se quejan más que las mujeres sobre todo cuando están enfermos. El estudio reveló que la estrategia usada por la mayoría usa, es exagerar los síntomas para lograr compasión del amigo, familiar o pareja. El mismo estudio dice que, las quejas más comunes son por el sueldo, el impacto del trabajo en la vida privada, el número de horas semanales que hay que trabajar, el cuidado de los hijos, la casa, las mascotas, y el largo viaje de ida y vuelta al trabajo. A este estudio le faltan las quejas de los pagos por hacer, y las quejas de los procesos migratorios, entre otros. Otro estudio reveló que el promedio de quejas va entre 15 y 20 por día. Las quejas siempre han existido. En el mismo huerto del Edén comenzaron las quejas.  Adán se quejó de la esposa que Dios le dio, Eva se quejó que la serpiente me engañó, y a lo mejor la serpiente se quejó con Dios por haberla hecho tan hermosa para una tentación. Y de esta manera llegamos a Números 11, uno de los textos más descriptivos de la Biblia acerca de las quejas. Aquí se quejó el pueblo, se quejó Moisés y se quejó Dios. Hasta ahora Moisés había hecho honor de ser el hombre más manso de la tierra, pero ahora su paciencia se agotó y puso en evidencia que, hasta los hombres más grandes pueden llegar a un momento de desespero, y hasta una queja audible contra Dios. La que de Moisés es que no tiene recursos suficientes para alimentar a tanta gente.  Y fue tan grande su queja que Moisés deseó la muerte. Entonces ¿qué hay detrás de esta queja? ¿Por qué nos quejamos contra Dios?

I.               LA QUEJA REVELA UNA MEMORIA CORTA

1.  La queja por cambiar el menú v. 4. ¿Qué sucede a menudo cuando no hay opción de otra comida por ser la que comemos por la mañana y aun por la tarde? ¿Usted no se quejaría por esto? Esto fue lo que pasó con Israel. No hay una explicación concluyente acerca del maná, su sabor y las propiedades. La referencia del contenido del maná aparece en Éxodo 16:31, al confirmar que “era como semilla de culantro, blanco, y su sabor como de hojuelas con miel”. Es la única información bíblica acerca de esta dieta. Y tan extraño era el maná que su significado tiene que ver con la pregunta “¿qué es esto?”. Ahora bien,  si eso salía de las cocinas del cielo aquella comida era la mejor para la vida en el desierto. Hasta ahora no creo que exista un mejor “chef” que Dios. Por lo tanto, el maná debió contener las propiedades necesarias para vivir en el desierto. Nadie más fue alimentado con esto, y Dios lo hizo durante 40 años (Éxodo 16:35). ¿Puede imaginarse el presupuesto del cielo para alimentar durante todo ese tiempo a una población de unos 2 millones de personas? Sin embargo, Israel se quejó, diciendo: ” y ahora nuestra alma se seca; pues nada sino este maná ven nuestros ojos” v. 6. He aquí una de las fuertes  quejas de ingratitud en la Biblia.

2. La queja por el deseo de regresar a Egipto v. 5. Hay gente que se presta para sembrar cizañas hasta generar descontento y contribuir a las quejas; eso ocurrió con Israel en el desierto. Con la salida de Egipto vinieron también algunos hombres insidiosos quienes alborotaron a Israel debido al “fastidio” de comer el maná todo el tiempo. Su nueva propuesta era cambiar el maná por carne; pero, además, regresar a Egipto donde sí tenían de “todo”, y con una dieta más variada: pescados, pepinos, puerros, melones y ajos. Pero esa queja revelaba una memoria corta y olvidadiza de esos viejos tiempos, al decir: “solíamos comer pescado gratis en Egipto”, olvidándose que fueron esclavos. Con esta actitud Israel tiene una perspectiva desinteresada de la provisión misericordiosa de Dios. Al aborrecer el maná ellos despreciaron la provisión de Dios, y el anhelar regresar a Egipto era menospreciar el precio su liberación.  El escritor David McCasland ha dicho: “Muchas de nuestras quejas recurrentes no se centran en lo que no tenemos, sino en lo que tenemos y no nos parece interesante. Ya sea nuestro trabajo, nuestra iglesia, nuestra casa o nuestro cónyuge, el aburrimiento se queja de que no es lo que queremos o necesitamos”. Cuando buscamos algo más emocionante, lo que tenemos no parece suficiente, y por eso nos quejamos.

II.             LA QUEJA DE LLEVAR UNA PESADA CARGA

1. “¿Por qué has hecho mal a tu siervo?” v.11. Esto habla del agotamiento por la falta de respuesta v. 10. En los primeros versículos Moisés intervino frente a la ira de Dios, y el fuego encendido cesó (v. 2). Y todavía el campamento olía a humo cuando Israel volvió a quejarse, y esta vez se lanzó a un llanto colectivo v. 10, y Moisés también se unió al lloro y con ello a la queja colectiva contra Dios. Con esto Moisés está llegando al límite de su aguante. Si bien anteriormente había intercedido por Israel, ahora se queja también, y siente una enorme presión de su liderazgo. Su fe ahora comienza a agotarse. ¿En qué situación se encontraba Moisés? Que, así como el pueblo estaba harto y cansado del maná, Moisés está harto y cansado Su pueblo. Moisés es un ser humano, y aunque ha servido a Dios fielmente, cree él, no merece el trato de ser sometido así por el mismo Dios. La pregunta es: “¿Por qué has sido tan duro con tu siervo?’” v.11.

2. “¿Por qué no he hallado gracias ante tus ojos?” v. 11b.  En esta otra pregunta, Moisés le hizo a Dios reclamo injusto al decirle que le había “retirado” su gracia. Cuando se llega a este tipo de reclamo Moisés desconoce lo que Dios había hecho en el pasado cuando le pidió que le mostrara su gloria (Éxodo 33:17). También es olvidarse de la distinción hecha por Dios de haberlo elegido para estar tan cerca con Él, más que sus dos hermanos.  Nadie más tuvo ese privilegio. Cuando sus dos hermanos (María y Aaron) murmuraron contra Moisés, Dios manifestó no tener a alguien más fiel como Moisés en su casa y con quien hablara tan íntimamente como con él (Números 12:7-8). Así que no había razón para esta queja de Moisés. Con frecuencia olvidamos la gracia de Dios en nuestras vidas y terminamos en una queja injusta.  Dios sigue siendo el ser con más reproche de parte de sus hijos. ¿En verdad no había hallado Moisés gracia delante de los ojos de Dios?

3. “¿Por qué…has puesto la carga de todo este pueblo sobre mí?” v. 11c. Otra queja de Moisés fue por la pesada carga del trabajo con un pueblo rebelde.  Cuando veo este reclamo de Moisés se me ocurre pensar en el llamado hecho por Dios de Éxodo 3. Allí Moisés le dio varias excusas para no aceptar el llamado, y tanto fue lo que Dios tuvo que soportar que terminó asignándole a Aaron como su interlocutor. Muchos años después, y después de estar guiando a este pueblo, pareciera decirle a Dios “¿te das cuenta por qué no quería este llamado?”. Moisés está indignado con el pueblo por hacer insoportable su papel como líder, pero también contra Dios por asignarle esta abrumadora carga de liderazgo. Hay cargas que parecen muy grandes, insoportables y difíciles para llevar. A veces, como el caso de Moisés, sentimos que Dios no es justo al ponernos en ciertas situaciones imposibles de llevar. Entonces ¿cuál es el propósito de las cargas pesadas impuestas por Dios? Todas tienen el propósito de ayudar a fortalecer nuestra fe y confianza en Él.

4. “¿Concebí yo a todo este pueblo?” v. 11d. Esta es una queja osada. Definitivamente Dios fue muy paciente para con Moisés, porque a simple vista esta queja pareciera una falta de respeto. Su reacción es un desafío a la decisión divina de colocarlo al frente de su pueblo como si fuera suyo, como si el fuera un padre proveedor para esa nación. Moisés le está recordando a Dios que él no fue quien dio origen a la nación de Israel y, por tanto, no fue él quien asumió la responsabilidad de su bienestar. Contrario a esto, Moisés sigue con su acalorado reclamo a Dios con las próximas preguntas: ¿De dónde conseguiré yo carne para dar a todo este pueblo?” v. 13. Moisés simplemente se declara insuficiente y hasta inadecuado para satisfacer al pueblo en su necesidad, especialmente en lo relacionado con la carne. La Biblia en Lenguaje Sencillo (BLS), traduce todo esto así: “¡Yo no soy su padre ni su madre! ¡No tengo por qué cargar con ellos y llevarlos al territorio que tú les vas a dar!”. He aquí el lado muy humano de un hombre que se hartó del pueblo que dirige, y le remite a Dios su pensar y dolor. Al final Dios tiene más recursos que Moisés, y es Él quien debe suplir esta necesidad. Y así será, Dios es quien suple en las carencias humanas.

III.           LA QUEJA DIVINA ANTE LA INGRATITUD HUMANA

1. El Señor oye nuestras quejas y se enciende su enojo v. 1, 33.  Si algo queda claro con las quejas nuestras es que Dios las oye y reacciona ante ellas. Nos equivocamos cuando pensamos en un Dios lejano e indiferente ante nuestras quejas. Si bien es cierto que Dios es amor, también es “fuego consumidor” (Hebreos 12:29). Dios se enoja frente a la ingratitud y no la pasa por alto, por eso trajo una inmediata disciplina en medio del pueblo. El fuego que vino en el Sinaí para revelar su gloria ahora es usado para el castigo contra las quejas, tanto que Israel acudió a su siempre mediador para apaciguar la ira divina v. 2. Observe cómo Dios obró en la queja (v. 31, 32). Dios satisfizo el deseo de comer carne, mejor que la de Egipto, pero la desesperación fue tan grande por cambiar el maná, que comieron con tal glotonería como si estuvieran reponiendo los años del “fastidioso pan” del desierto, que otra vez la ira de Dios se encendió contra ellos, y esta vez les hirió con una grave plaga v. 33. El asunto es que Dios no soporta la ingratitud de su pueblo cuando se queja contra Él, porque Su provisión jamás ha hecho falta.  La generación que murió en el desierto no fue por hambre, sino por su rebelión, porque nunca les faltó  nada (Deuteronomio 29:5).

2. Esta es la queja también del Señor (Lucas 6:46). Esta es una de las quejas más fuertes que encontramos en el Nuevo Testamento a lo mejor emulando la queja de Dios contra su propio pueblo. El Señor constantemente observa nuestro proceder, conducta y obediencia. Su queja es como la de un padre ante su hijo desobediente. El profeta Isaías lo dijo de esta manera: “Este pueblo de labios me honra, pero su corazón está lejos de mi” (Isaías 29 :13). Las quejas del Señor contra nosotros se pudieran resumir como alguien lo dijo: Me llamas Señor, y no me obedeces. Me llamas luz, y no me ves. Me llamas camino, y ya no me sigues. Me llamas vida y sigues muerto. Me llamas Sabio, pero no me escuchas. Me cantas “cuan bello es el Señor”, y no me amas. Me llamas Proveedor, y vives en necesidad. Me llamas eterno, y no me buscas. Me llamas médico y no confías en mí. Me llamas Consolador y vives ansioso. Me llamas Dios de paz y vives preocupado. Y, finalmente, me llamas Dios y no me temes. Sí, Dios también se queja de su pueblo.

CONCLUSIÓN: De toda esta queja surge esta pregunta ¿por qué desear carne y no el maná?  Israel comió solo dos veces carne en el desierto, y esta última le produjo indigestión por el pecado de la gula. Sin embargo, el maná les duró cuarenta años hasta llegar a la tierra prometida cuando cesó, porque Israel comenzó a comer del fruto de la tierra (Josué 5:12). La insatisfacción y las quejas surgen cuando nuestra atención no está en lo que tenemos, sino en lo que más ambicionamos. Pero antes de juzgar a Israel, aprendamos nosotros a ser agradecidos con Dios por las cosas dadas, y no tanto por las nuevas que nos gustaría tener.  No debemos permitir que nuestros deseos insatisfechos nos hagan olvidar los regalos de Dios como son la vida, comida, salud, trabajo y amistades. Ahora bien, en todo este pasaje, lleno de quejas por todas partes, especialmente por la carne como un nuevo “menú”, hay algo muy revelador.  El maná es símbolo de la Palabra y ella no siempre es deseable como “el oro, y más que mucho oro afinado; y dulces más que miel, y que la que destila del panal” (Salmos 19:10). En algunos casos la Palabra es aburrida, y por eso buscamos algo mejor para satisfacer nuestra “hambre”, pero Dios dice: “no solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Deuteronomio 8:3). Pero, sobre todo, aprendamos que el maná es un símbolo de Cristo, porque Él “es el pan que descendió del cielo; no como vuestros padres comieron el maná, y murieron; el que come de este pan, vivirá eternamente” (Juan 6:58).  De esta manera, al quejarse y menospreciar el maná, también se menosprecia a Cristo, porque Él es el cumplimiento final de aquella comida del desierto (Juan 6:49-51). La carne satisfizo 1 mes, el maná 40 años. Cristo como  “maná” satisface para siempre.

     Julio Ruiz es pastor de la Iglesia Bautista, Ambiente de Gracia, ubicada en la 5424 Ox Rd. Fairfax Station, VA 22039 Tel. 571-251-6590 (pastorjulioruiz55@gmail.com)