“Diáspora Azul es un espacio donde comparten historias, en primera persona, de mujeres inmigrantes y sus duelos frente al proceso migratorio. Su autora es Claudia Zavala, periodista y comunicadora salvadoreña, radicada en España.
“Hola, me llamo Debby Portillo González, tengo 37 años, soy salvadoreña y emigré a Maryland, en septiembre de 2018. La decisión de salir de nuestro país no fue fácil, pero, a la vez, no veíamos otra salida. En 2018, El Salvador todavía reportaba altos niveles de delincuencia y violencia y las pandillas tenían, prácticamente, el control. Mi esposo Fernando y yo vivíamos en Santa Tecla, pero teníamos un negocio en Zapotitán y la finca de mi papá también estaba ahí.
Para llegar a la zona desde nuestra casa, teníamos que pasar hasta tres puntos de control de las maras, con el alto riesgo que eso suponía… era vivir en una zozobra permanente. Nuestra hija tenía 4 años y pensábamos en un mejor futuro para ella. Un lugar seguro, donde poder salir a la calle sin miedo, que pudiera ir a un parque a jugar, ir al colegio con tranquilidad, en fin, tener una vida normal sin esa incertidumbre permanente en la que vivíamos.
Empezamos a barajar posibilidades para emigrar, investigamos distintos países donde poder vivir, de manera legal, eso siempre fue una prioridad para nosotros. Hacerlo todo bien, desde el principio. Pensamos en Guatemala, en Belice y, después de hacer una visita a Washington, también explorando opciones de negocio, vimos potencial y nos decidimos por ese lugar.
Les cuento que mi familia tiene restaurantes de comida típica en El Salvador, desde hace varias décadas. Son muy conocidos y exitosos y pensamos que una buena opción sería mover el negocio hacia Estados Unidos, exportar la marca. Entonces, empezamos a hacer todos los trámites necesarios para solicitar una visa de trabajo con la ayuda de una abogada de inmigración especializada en empresas.
Fue un proceso demandante, arduo, además, fue en la época fuerte de Donald Trump, donde las exigencias para los inmigrantes eran todavía más duras de lo normal. Había un discurso político muy marcado y los inmigrantes eran vistos como gente que llegaban a hacer cosas malas y a quitarle el trabajo a los locales.
Vendimos todo lo que teníamos en El Salvador, apostando por completo a esta nueva vida. Y así llegamos a Maryland, el 27 de septiembre de 2018. Nuestro enfoque desde el principio fue abrir un negocio y así lo declaramos en Migración al entrar. Pero lo que sucedió fue que, ya estando en Maryland, nuestra familia no quiso terminar de aportar todos los requerimientos necesarios para concretar el acuerdo de negocio que teníamos.
De un día para otro, nos quedamos en el aire. Fue duro, muy duro, porque vimos nuestros planes iniciales desaparecer. Nos habíamos movido para eso y, de repente, no teníamos nada. Son cosas que pasan y con mi esposo decidimos que teníamos que seguir adelante, pese a semejante adversidad.
Fernando es ingeniero, pero siempre ha sido un gran amante de la cocina, en especial, de la barbacoa. De hecho, en El Salvador teníamos un negocio de carne que iba bien. Él sabe de cocina y yo de administración, de gestión de negocios, y decidimos usar esa experiencia que ya teníamos para poder generar una fuente de ingresos en EEUU, hacer ese giro con lo que la vida nos estaba dando… y seguir adelante con el proceso migratorio que ya habíamos empezado.
El primer año fue realmente difícil, horrible… el costo de vida en cualquier lugar de EEUU es tan alto que tus ahorros se pueden ir en poquísimo tiempo, porque tienes que pagar muchas cosas. Entonces, estábamos obligados no, obligadísimos, a que el negocio de la barbacoa funcionara. Apostamos todo en ello: nuestro dinero, ilusiones, el futuro de nuestra hijita y nuestro proyecto de familia dependían de nuestros resultados… era una gran presión, como imaginarán.
Recuerdo que, cuando empezó a hacer el intenso frío de Washington, nuestra abogada nos regaló ropa para invierno. Fue duro estar en esa situación, porque, aunque en nuestro país lo que nos preocupaba era la inseguridad, teníamos todo lo necesario y vivíamos cómodamente.
Y de repente, estábamos ahí, ante una enorme incertidumbre económica y personal, en un lugar donde no conocíamos a nadie, arrancando un negocio, en otro idioma, ajustando un presupuesto que se terminaba, con una niña pequeñita, sin ayuda para su crianza… CONTINÚA ESTA HISTORIA AQUI: https://www.youtube.com/embed/o_LmTL4TIE0