Saturday, March 8, 2025
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El Señor del día de reposo

(Lucas 6:1-5)

POR: REV. JULIO RUIZ*

INTRODUCCIÓN:

En el Nuevo Testamento, Lucas es el autor que con más frecuencia se refiere a Jesús como el “Hijo del Hombre”, con un total de veinticinco referencias en su libro. Este título nos recuerda la humanidad de Jesús, su descendencia de Adán, y nos revela su autoridad y señorío sobre todas las cosas. En el contexto de las historias que mencionan el “sábado” con toda su estricta observación, este nombre adquiere un significado especial. Los escribas y fariseos habían desarrollado una interpretación de la Torah, conocida como la “mishná” o “tradición de los ancianos”, que había adquirido una autoridad casi equivalente a la ley misma. Esta interpretación había generado una serie de prohibiciones y tradiciones relacionadas con el día de reposo que se habían alejado del propósito original con el que Dios lo instituyó en la creación. Jesús confronta estas prohibiciones en este pasaje, y el propósito de ambos relatos es presentarnos a Jesucristo como el Señor de todo. La visión principal de Lucas es cristológica, y hasta este punto nos ha revelado a Jesucristo como Señor sobre Satanás, la enfermedad, el pecado y ahora del sábado, el día más venerado por los judíos. Los escribas y fariseos habían convertido al sábado en el “señor” de los hombres, pero Jesucristo vino para mostrarnos que el sábado fue hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del sábado. Existe un peligro latente en las tradiciones de los hombres que buscan imponerse sobre la Palabra de Dios, y en este sentido, Jesucristo vino para enseñarnos el verdadero propósito del sábado. Entonces, ¿por qué Jesucristo es el Señor del sábado? La respuesta se encuentra en su autoridad y señorío sobre todas las cosas, y ese será el propósito de este mensaje. Veamos en detalle las razones por las que Jesucristo es considerado el Señor del sábado, y cómo su autoridad y señorío sobre este día nos revelan su naturaleza divina y su relación con la creación.

I.         POR SU SIGNIFICADO EN LA CREACIÓN DE ESE DÍA

1. “Aconteció en un día de reposo… aconteció también en otro día de reposo” v. 1, 6. La palabra “día de reposo” o su equivalente “sábado” aparece un total de 137 veces en el Antiguo Testamento y 68 veces en el Nuevo Testamento. En Génesis 2:1-3, se destacan tres grandes significados del día de reposo: 1) fue el día en que Dios completó la creación de los cielos y la tierra, 2) Dios reposó en ese día, lo que simboliza una obra completada, y 3) Dios lo santificó, es decir, lo apartó para ser guardado. Debido a su importancia, el día de reposo se convirtió en parte de los diez mandamientos (Éxodo 20:8), con instrucciones claras para su observancia y especificaciones sobre quiénes debían guardarlos. Si Dios decretó el día de reposo para Israel, es lógico suponer que Jesús, quien es la Palabra de Dios hecha carne, debió estar de acuerdo en guardarlo. De hecho, en el Nuevo Testamento se registran ocho ocasiones en las que Jesús realizó acciones en el día de reposo. ¿Por qué los fariseos acusaban a Jesús de “quebrantar” el día de reposo? La razón es que Jesús enseñaba que el día de reposo no se trataba de una simple ausencia de actividad, sino de hacer el bien y adorar a Dios. En contraste, los fariseos habían establecido más de 600 reglas y prohibiciones, convirtiendo el día en una carga pesada en lugar de un día de adoración y descanso.

2. Arrancando y comiendo espigas el sábado v. 1b. En el versículo 1b, se describe una escena ilustrativa en la que Jesús y sus discípulos, impulsados por el hambre, entran a un campo y arrancan espigas para comer. Esta imagen contrasta con la anterior, en la que Jesús y sus discípulos se encontraban en la casa de Levi, rodeados de lujo y comida selecta. Ahora, se nos presenta una visión más austera del ministerio de Jesús y sus discípulos, que se sostenían con recursos limitados. Mientras disfrutaban de las espigas frescas, los fariseos aparecieron de repente, como si hubieran formado un “comité de vigilancia” para interceptar a Jesús en cada lugar que visitaba. Ya los habíamos visto en la fiesta de Levi, donde cuestionaron a Jesús sobre el ayuno de sus discípulos, y ahora regresan con una pregunta más acusadora: “¿Por qué hacéis lo que no es lícito hacer en los días de reposo?” (v. 2). Sin embargo, según la ley, no había nada prohibido en lo que estaban haciendo (Deuteronomio 23:25). El problema radicaba en que los fariseos habían creado una lista de reglas y prohibiciones que superaba con creces la de Dios. El sábado, que debía ser un día de solemne celebración, se había convertido en un día de rigidez y legalismo, en el que comer y dar de comer a otros,

una ordenanza de Dios, se consideraba una transgresión.

II.        POR LA CORRECTA INTERPRETACIÓN DE ESE DÍA

1. El hambre está por encima del día de reposo (v. 3). Cuando Jesús cuestionó a los fariseos sobre si habían leído acerca de la historia de David, quien entró en la casa de Dios y pidió comida para él y sus soldados, ellos sabían de ese suceso porque eran expertos en la historia judía y porque ocurrió en la Casa de Dios. En lugar de responder directamente a la pregunta, Jesús les hizo otra pregunta. La historia cuenta que cuando David y sus compañeros huían de Saúl, fueron a ver al sacerdote Abimelec en busca de comida porque estaban hambrientos. Abimelec les dio de comer para satisfacer su hambre. Las Escrituras no condenan a David ni a Abimelec por esta acción. Jesús citó este ejemplo emblemático en la Biblia para ilustrar que, desde el Antiguo Testamento, la gracia ha sido más importante que la estricta observancia del día de reposo. Los actos de necesidad, como satisfacer el hambre, son más importantes para Dios que seguir las tradiciones humanas. En este caso, el hambre de David y sus compañeros fue más importante que la costumbre de no trabajar en el día de reposo. Los fariseos estaban acusando a Jesús de violar el sábado, pero David necesitaba comer, al igual que Jesús y sus discípulos, y comieron del pan de los sacerdotes. Satisfacer la necesidad de hambre de una persona es un acto de compasión. Las prohibiciones y tradiciones humanas no deben estar por encima de las Escrituras y la voluntad de Dios.

2. Jesucristo es Señor del día de reposo (v. 5). El hambre no se rige por reglas ni tradiciones. ¿Quién podría condenar al gran rey de Israel, David, por satisfacer su hambre en un momento de necesidad? Después de todo, David era “el ungido de Dios”, el elegido por Dios para liderar a Israel. De manera similar, Jesús, con sus acciones, reclama el mismo título: Él es el “Ungido de Dios”, el Cristo/Mesías de Israel. Al igual que David, Jesús está esperando el momento en que su reinado se haga realidad, y está en movimiento con un grupo de seguidores que pronto lo reconocerán como “Jesús, hijo de David”. Si esta afirmación no fue lo suficientemente clara, observe cómo Jesús se refiere a sí mismo en el versículo 5. Frente a la prohibición de hacer algo tan simple como comer en el día de reposo, Jesús les dice: “El Hijo del Hombre es Señor del sábado”. ¿Puedes imaginar el impacto de estas palabras? ¿Qué demostró Jesús con esta declaración? Al afirmar ser el Señor del sábado, Jesús está afirmando ser el mismo Dios del Antiguo Testamento, quien estableció el sábado en la creación. Si Jesucristo es verdaderamente el Señor del sábado, entonces Él es libre de hacer con él lo que quiera. En lugar de quebrantar el sábado, Jesús quebrantó las prohibiciones y tradiciones humanas que se habían agregado a ese día. Con esta declaración, Jesús está estableciendo su señorío, incluyendo el día de reposo.

III.      POR SU COMPASIÓN DEMOSTRADA ESE DÍA

1. Cuando algo seco inutiliza la vida (v. 6). Este pasaje es extremadamente elocuente, ya que nos muestra a Jesús en otra ocasión en un sábado, esta vez en una sinagoga. Allí se encuentra un hombre que está escuchando la Palabra de Dios, pero que tiene un problema físico: su mano derecha está seca. Es importante destacar que era la mano derecha, con la que lograba su sustento, lo que lo hacía aún más vulnerable. Este hombre representa a aquellos que viven con algo seco en sus vidas, sin la posibilidad de ser revividos, y que se encuentran en un lugar de culto, escuchando mensajes de la ley, pero sin experimentar misericordia, ya que su condición no ha cambiado. Aunque no sabemos qué dijo Jesús en su sermón en aquella ocasión, es claro que el hombre estuvo atento. Imagina el recinto de la sinagoga lleno de gente, más de lo normal, ya que Jesús estaba allí. El corazón de este hombre debió saltar de alegría al oír la Palabra de Dios de una manera nueva, fresca y llena de compasión, algo que nunca había oído antes. El solo hecho de haber estado en esa mañana escuchando a este nuevo rabino valió la pena su asistencia, pero él no sabía lo que sucedería ese mismo sábado, algo que cambiaría su vida para siempre.

2. El rostro feo de la hostilidad también está presente (v. 7). Entre los asistentes al culto se encontraban los escribas, fariseos y herodianos, es decir, la “plana mayor” de los conocedores y ejecutores de la ley. Los tres evangelistas nos informan que estos hombres estaban al acecho, esperando ver si Jesús sanaría al hombre con la mano seca en el día de reposo. El término “acechaban” implica una actitud de vigilancia y espera, con el propósito de acorralar a alguien por medio de palabras y preguntas. Los fariseos consideraban que lo único permitido en el día de reposo era socorrer a alguien que estuviera en peligro de muerte, y según su criterio, Cristo podía sanar al hombre, pero no ese día, sino al siguiente. Estaban allí con una sola misión: atrapar a Jesús. Estaban reuniendo pruebas en su contra y habían llegado al culto con una decisión tomada. Aquella era la hora de atrapar a Jesús. Los fariseos nos muestran el ejemplo de aquellos que asisten al culto no para recibir, sino para cuestionar o criticar. El “espíritu” de los escribas y fariseos parecía hacerse presente en el culto, y eran ellos los que mostraban el rostro de la hostilidad, en contraste con el rostro de la misericordia que Jesús representaba.

IV.      POR SU AUTORIDAD DEMOSTRADA ESE DÍA

1. ¿Qué es mejor para hacer en el día de reposo? (v. 9). La pregunta que los fariseos no se atrevieron a responder, la contesta el Señor, afirmando que en el día de reposo se puede hacer el bien. La interpretación que los escribas y fariseos habían hecho para guardar el día de reposo no era más que una tradición de los ancianos, una serie de reglas y normas que se habían ido acumulando con el tiempo. Cuando Jesús abordó este tema, ya había confrontado a los hipócritas con una pregunta previa: “¿Qué hombre habrá de vosotros, que tenga una oveja, y si ésta cayere en un hoyo en día de reposo, no le eche mano, y la levante?” (Mateo 12:11). Como no era malo hacer el bien, Jesús procedió a llamar al hombre con la mano seca al centro de la multitud, en presencia de los acusadores y le dijo: “Extiende tu mano”.  Si el hombre tenía la mano seca, ¿cómo podría extenderla? Hay cosas que nos parecen imposibles, pero nuestro Señor nos dice: “Extiende lo que no se mueve ni tiene vida en ti”. Solo debemos obedecer y creer. Cada milagro en nuestras vidas demanda activar nuestra fe. Si en el día de reposo se puede hacer el bien, ese es el mensaje que nos deja Jesús. En otras palabras, el día de reposo no es solo un día para abstenerse de trabajar, sino también un día para hacer el bien y mostrar compasión a los demás.”

2. La mano restaurada como testimonio del poder (v. 10). Jesús hizo dos preguntas que confrontaron la hipocresía de aquellos incrédulos hombres, pero no obtuvo respuestas. Sin embargo, la pregunta de Jesús esperaba una sola respuesta: la admisión de que hacer el bien en el día de reposo era permitido según la ley de Moisés, que establecía que se podía salvar la vida y hacer el bien en todo lo que fuera posible. Como no hubo respuesta, Jesús tomó la iniciativa y le dijo al hombre que extendiera su brazo. Aquel hombre no saldría igual como entró, porque Jesús estaba allí para restaurar su mano seca. La obra del Señor sigue siendo la misma: restaurar y sanar a aquellos que están heridos o necesitados. Hay personas que tienen algo seco, sin vida, muerto por muchos años, algo que puede ser tan importante como la mano derecha de aquel hombre. Para el Señor, cada situación por la que pasamos es de su interés, y Él desea restaurar aquello que se ha secado por tanto tiempo.  ¿Qué es lo que necesita ser restaurado hoy en tu vida? ¿Qué área de tu vida está seca y muerta, y necesita la restauración y la sanidad de Dios?

CONCLUSIÓN: De estas dos historias aprendemos que Jesús cumplió con el día de reposo, no según el sistema de la “tradición de los ancianos” con sus prohibiciones, sino según la intención original de Dios, que es el descanso y el bienestar. Entonces, ¿sigue vigente el día de reposo? Sí, porque es el séptimo día de la semana, pero ¿deben guardarlo los cristianos hoy? Debemos guardar el espíritu del día de reposo, es decir, el descanso, pero no la letra, porque el sábado fue dado a los judíos que estaban bajo la ley, y nosotros no somos judíos, sino que estamos bajo la gracia. Entonces, ¿qué debemos guardar? El Día del Señor. Pablo lo explicó de la siguiente manera: el sábado es un recordatorio de que “la vieja creación” ya terminó, mientras que el domingo es un recordatorio de la obra terminada de nuestro Señor en “la nueva creación”. Celebramos el domingo porque fue el día en que Cristo resucitó, en el contexto de la gracia, y nuestra salvación es a través de Cristo. El Día del Señor conmemora la resurrección de Jesucristo de entre los muertos y la venida del Espíritu Santo en el Pentecostés, quien produce el nuevo nacimiento. El Día del Señor será celebrado por la eternidad, porque es un recordatorio de la victoria de Cristo sobre la muerte y el pecado, y de la vida eterna que tenemos en Él.

   Julio Ruiz es pastor de la Iglesia Bautista, Ambiente de Gracia, ubicada en la 5424 Ox Rd. Fairfax Station, VA 22039 Tel. 571-251-6590 (pastorjulioruiz55@gmail.com)

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