El Papa pide mantener la esperanza y dejarse sorprender por Dios

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BRASIL

Vehículo donde viajó el Papa

El Papa Francisco celebró este miércoles 24 de julio su primera misa durante la visita a Brasil, donde pidió “mantener la esperanza, dejarse sorprender por Dios y vivir con alegría”.

“Quien es hombre o mujer de esperanza, sabe que Dios actúa y nos sorprende”, dijo Francisco durante su homilía en portugués en el santuario de Nuestra Señora Aparecida, donde se reunió con miles de fieles.

“Tengan la certeza de que Dios siempre camina con nosotros, nunca nos deja desamparados”, agregó el Papa quien también destacó el papel de los jóvenes, como “un motor potente para la Iglesia y la sociedad”.

“El cristiano es alegre, nunca está triste, ¡no puede ser pesimista!”, dijo en otro aparte de su homilía.   Un impresionante coro cantó acompañado de orquesta al comienzo de la Santa Misa en el santuario. Luego una fiel cantó el salmo responsorial 44 acompañada de las voces del coro.

A continuación un joven leyó el Evangelio según San Juan, 2, 1-11, sobre las bodas en Caná, para dar paso a la homilía de Francisco.

Tras la misa, el Papa bendijo a los fieles hablando en español. “Recen por mí, necesito, que Dios los bendiga, que Nuestra Señora de Aparecida los cuide, y hasta 2017, que voy a volver”, dijo el Pontífice en medio de aplausos.

Al menos 200.000 personas eran esperadas este martes en la pequeña ciudad de 35.000 habitantes, aunque sólo 15.000 podían ingresar a la basílica, que tiene capacidad para 30.000 personas.

 

 “Que me perdonen los obispos, pero la Iglesia tiene que salir a la calle”

 

La cita era en la catedral metropolitana de Río de Janeiro. El papa Francisco había quedado con 5.000 jóvenes argentinos —el 10% de los que cruzaron la frontera para participar en la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ)— para pasar juntos unos minutos. Podría haberles dicho qué tal, cómo están ustedes, pásenla bien y recen por mí. Un encuentro ortodoxo entre un papa de 76 años y unos muchachos cristianos encantados de tenerlo tan cerca. Pero Jorge Mario Bergoglio no es un pontífice al uso, y la armó. En un momento del encuentro, pidió a los jóvenes: “Quiero que salgan a la calle a armar lío, quiero lío en las diócesis, quiero que se salga fuera, quiero que la Iglesia salga a la calle, quiero que la Iglesia abandone la mundanidad, la comodidad y el clericalismo, que dejemos de estar encerrados en nosotros mismos”. Después, se giró significativamente hacia los prelados que lo acompañaban y les dijo: “Que me perdonen los obispos y los curas si los jóvenes les arman lío, pero ese es mi consejo…”.

El consejo se las trae. Porque clericalismo no es otra cosa que la excesiva intervención del clero en la vida de la Iglesia, dejando sin voz ni voto a los demás miembros. Al Papa, y se le nota, le cargan sus colegas afectados, pagados de sí mismos, príncipes de una Iglesia altiva y alejada. De hecho, los únicos callos que ha pisado hasta ahora han sido los de la Curia de Roma, a la que está bajando a la fuerza de los coches oficiales y de las cuentas secretas en el banco del Vaticano. Ante sus jóvenes compatriotas se mostró revoltoso y feliz. Les dijo: “Pienso que esta civilización mundial se pasó de rosca. Es tal el culto que ha hecho al dios dinero que estamos presenciando una filosofía y una exclusión de los dos polos de la vida que son las promesas de los pueblos: los ancianos y los jóvenes”.

Jorge Mario Bergoglio, hablando sin papeles, animó a los jóvenes a hacerse valer, pero también a prestar atención a los mayores: “Ustedes, por favor, dejen hablar a los viejos, escúchenlos. Y a los viejos les digo, no se dejen excluir. Abran la boca. No claudiquen de ser la reserva de nuestro pueblo, transmitan la justicia, la historia, los valores, la memoria. Hay una especie de eutanasia escondida, una eutanasia cultural contra los viejos, no se les deja hablar y actuar”.

En un momento del encuentro, y ante el hecho de que —por motivos de seguridad— los jóvenes participantes estaban detrás de una valla, Francisco les dijo: “Les agradezco esta cercanía. Me da pena que estén enjaulados. Yo por momentos siento también lo feo que es estar enjaulado… Recen por mí, lo necesito”. (Con datos de Pablo Ordaz, El País)