A solas con Dios

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EL EVANGELIO EN MARCHA

PERLAS DEL ALMA

A solas con Dios

Por: Francisco Aular (faular@hotmail.com)

 

Aunque mi padre y mi madre me abandonen, el Señor me recibirá en sus brazos. Salmo 27:10 (NVI)

 

  Se llamaba Jesús Bolívar, y vino a Cristo un inolvidable día en que yo estaba sirviendo la Cena del Señor. En efecto,  al explicar la pasión y muerte del Señor Jesucristo, aquel hombre en los sesenta años, pasó con pasos firmes y ante mi asombro se arrodillo delante de mí, y llenos de lágrimas me dijo, el alta voz: “¡Yo quiero rendir mi vida al Señor Jesucristo, en agradecimiento a todo lo que Él, hizo por mí! ¿Qué debo hacer?…” Rápidamente bajé de la plataforma y me arrodillé con él, guiándolo a aquel encuentro con su Salvador y Señor. En pocos meses aquel nuevo creyente, descubrió que él era ante todo, un hombre de oración. Viudo y jubilado, vivía en su casa solo, pero pasaba mucho tiempo en compañía de Dios leyendo la Biblia y en oración. Lo hice mi compañero de oración y de viajes por todo nuestro país. Él anotaba las peticiones de oración que nos solicitaban los hermanos, hacía tiras de papel con esas peticiones y delante de Dios, clamaba por cada necesidad de los amados que nos habían confiado sus motivos. El hermano Bolívar y yo, descubrimos que muchas de las peticiones estaban relacionadas con la soledad. Eso nos hizo ver que pocas cosas son más tristes que la soledad.

Ahora bien, algunas peticiones provenían de personas viudas. Nos dimos cuenta que el dolor más terrible de la viudez no es tanto la incertidumbre del futuro inmediato, sino la ausencia del ser amado. Allí el hermano Bolívar sacaba a relucir su experiencia, y les aconsejaba dedicar más tiempo a la Palabra, a la oración y al invertirse en el trabajo de la iglesia. “Mientras más usted se involucra en la obra de Dios, más descubrirá que el Señor del universo, no lo ha abandonado, por el contrario, lo lleva en Sus brazos. Nada ni nadie lo sacará de allí, eso es para siempre”, “¡no hay como estar a solas con Dios!… Le escuchaba decir al hermano Jesús Bolívar, una y otra vez cuando aconsejaba a las personas.

Esto nos hace preguntar ¿cómo vencer nuestra soledad? En esos momentos, un versículo como el de hoy, es un alimento para el espíritu y el alma atribulados: “Aunque mi padre y mi madre me abandonen, el Señor me recibirá en sus brazos. Salmo 27:10 (NVI). Ahora bien, mi amado hermano Jesús Bolívar partió con el Señor, una mañana –su hora favorita para la oración era la madrugada-, en un memorial que tuvimos su honor en la Iglesia Bautista El Buen Pastor, en donde él fue miembro toda la vida, dije: Me imagino al hermano Jesús Bolívar, orando en esa madrugada en la compañía de su amado Señor y Salvador. Estaban dialogando allí los dos, en la plenitud de la comunión espiritual que obtenemos al ejercitarnos en la oración, cuando el Señor le dijo: “¡Hijo amado, hoy te quedarás conmigo!”…

Pues bien, cuando vine a Cristo, hace cincuenta años, no vine atraído por un evangelio de ofertas tipo “para de sufrir”; en aquellos años ser evangélico, costaba las burlas, el menosprecio de familiares y amigos. Sin embargo, estuve dispuesto a todo cuando comprendí que mi amado Señor JESÚS, había dado su preciosa vida por la mía. ¡Perdí la relación con familiares y amigos, pero Dios me trajo a mi familia espiritual! En el transcurso de los años, algunos de mis amigos y familiares, también han llegado a los pies del Señor. ¿Qué hice en aquellos años en los cuales sentía soledad, aun en medio de la gente cuando aun las relaciones más queridas me abandonaron? Ciertamente, le creí a Dios y a Su Palabra: “Aunque mi padre y mi madre me abandonen, el Señor me recibirá en sus brazos.” Salmo 27:10 (NVI) ¡Me aferré a mi Biblia, a la oración y a la vida de mi iglesia, y Dios nunca me ha abandonado!

He vivido suficiente tiempo he visto a mujeres y hombres llegar al Evangelio y pese a la incomprensión de sus seres queridos, ellos mantuvieron firmes en la fe, y no claudicaron, y Dios le ha dado el triunfo. He visto a hijos traer a sus padres al Evangelio. He visto a empleados traer a JESÚS a sus jefes y compañeros de trabajo; he visto a estudiantes de la universidad impactar con sus vidas, a sus profesores y compañeros de estudios y llevarlos al conocimiento de Dios. ¡He visto a humildes soldados rasos ser instrumentos de Dios para mover a un batallón! En fin, he visto a los cristianos fieles perseverar en el Señor, porque estuvieron dispuestos y disponibles a vivir, a solas con Dios.

Perla de hoy: Es mejor seguir a JESÚS, aunque nos rechacen, que negarlo para que nos acepten.