OPINION
Por: Rubén Zamora, Embajador de El Salvador en Washington DC
El 9 de marzo de 2014, el pueblo salvadoreño eligió a Salvador Sánchez Cerén como presidente de El Salvador en una elección que refleja la madurez de nuestra democracia y el progreso de nuestra sociedad desde el final de la guerra civil en 1992. El nuevo presidente deberá iniciar su mandato de cinco años el 1 de junio de 2014.
La elección fue libre, transparente y ampliamente observada por diversas organizaciones internacionales, como la Organización de las Naciones Unidas, la Unión Europea, la Organización de los Estados Americanos y el Departamento de Estado. Esto proporcionó una fuerte legitimidad al recién electo presidente Salvador Sánchez Cerén y su vicepresidente Oscar Ortiz para continuar con las políticas iniciadas por el presidente Mauricio Funes en el 2009, en especial el énfasis en las medidas sociales diseñadas para aliviar la pobreza e incorporar a los ciudadanos al mercado laboral.
Un par de semanas después de la elección presidencial tuve el privilegio de hablar con Sánchez Cerén, quien estaba acompañado por Oscar Ortiz. Salvador Sánchez Cerén es consciente de que casi la mitad del país votó a favor de una opción alternativa a la que él representaba. El presidente electo reconoce que una parte importante de la sociedad salvadoreña tiene miedo de que la inestabilidad y la confrontación política se conviertan en un desafío serio en su administración.
Tomando esto en consideración, el presidente Sánchez Cerén se ha comprometido a poner en marcha un gran acuerdo nacional con todos los sectores de nuestra sociedad, con el fin de encontrar consensos en temas como la seguridad ciudadana, una reforma tributaria, y la atracción de inversión extranjera; al mismo tiempo que el presidente electo ha hecho hincapié en la necesidad de mejorar nuestra relación con el sector privado salvadoreño. Sánchez Cerén me dijo que su gobierno “se mantendrá fiel en su compromiso de reducir la desigualdad y mantener su promesa de promover la movilidad social; los acuerdos nacionales serán basados en el respeto a la Constitución de El Salvador y la defensa del Estado de Derecho, la libertad de expresión y la propiedad privada”.
En otro tema, el presidente Sánchez Cerén continuará la sólida relación con Estados Unidos que el presidente Funes ha desarrollado. El facilitará y pondrá en marcha la implementación de una segunda fase del aprobado compacto de la Corporación del Desafío del Milenio, entidad del gobierno de Estados Unidos. Por otra parte, Sánchez Cerén mantendrá un estrecho contacto y una comunicación constante con los distintos actores de los órganos ejecutivos y legislativos del gobierno americano. Está claro que las relaciones de la administración de Sánchez Cerén serán conducidas bajo consideraciones pragmáticas de los intereses de El Salvador.
El hecho de que más de dos millones de salvadoreños viven en Estados Unidos representa un factor importante para desarrollar nuestros vínculos y relaciones de trabajo en formas que beneficien a nuestros inmigrantes. El presidente electo cree que podemos evitar los altos flujos migratorios, y superar el reto de la seguridad ciudadana, por medio de la educación, la creación de empleos a través del sector privado, y el fortalecimiento de la sociedad civil.
En esta nueva etapa, la actitud positiva de Sánchez Cerén hacia la reconciliación nacional será relevante para reducir la polarización política y desmantelar el temor que tienen amplios sectores de la sociedad salvadoreña hacia un nuevo gobierno del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN). En 1992, como comandante guerrillero del FMLN, Sánchez Cerén fue artífice y miembro clave para lograr la paz en las negociaciones políticas auspiciadas por las Naciones Unidas y apoyadas por Estados Unidos.
Como embajador de El Salvador en Estados Unidos, amigo tanto de Salvador Sánchez Cerén y del vicepresidente electo, Oscar Ortiz, estoy convencido de que ambos llevarán a nuestro país en la senda de la apertura y la consolidación democrática. Ambos han demostrado honestidad y capacidad de gobernar en sus antiguos puestos como servidores públicos: Salvador Sánchez Cerén como ministro de Educación por cuatro años y Oscar Ortiz como alcalde de una de las ciudades más importantes de El Salvador por más de 14 años. (Publicación original en el Nuevo Herald)