Muere Gabriel García Márquez: genio de la literatura universal

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MEXICO

 El narrador y periodista colombiano, ganador del Nobel en 1982, falleció este jueves 17 de abril, a los 87 años de edad; es el creador de obras clásicas como ‘Cien años de soledad’, ‘El amor en los tiempos del cólera’, ‘El coronel no tiene quien le escriba’, ‘El otoño del patriarca’ y ‘Crónica de una muerte anunciada’. Nació en Aracataca y fue el creador de un territorio eterno llamado Macondo donde conviven imaginación, realidad, mito, sueño y deseo.

 

El mundo llora la partida de Gabo

La muerte de Gabriel García Márquez, el único Premio Nobel colombiano y uno de los referentes de las letras latinoamericanas, generó reacciones de dolor en todo el continente, así como una sensación generalizada de que sus palabras tendrán más peso que el dolor de su muerte.

En México, donde García Márquez residió desde 1961 y donde murió este jueves, se anunció un homenaje nacional para el próximo 21 de abril que incluirá reediciones de sus libros, conferencias y lecturas sobre el autor que fue calificado por el presidente Enrique Peña Nieto como “uno de los más grandes escritores de nuestros tiempos”.

En Colombia, también fueron extensos los mensajes de condolencia. El presidente Juan Manuel Santos declaró tres días de duelo nacional en homenaje al Nobel de Literatura de 1982.

Los principales medios del comunicación del país publicaron detallados especiales sobre quien fue su figura literaria más importante. Y esa relevancia quedó demostrada en el amplio abanico de figuras que se pronunciaron sobre el autor de “Cien años de soledad”.

Desde expresidentes como Álvaro Uribe Vélez y Belisario Betancur, hasta la cantante Shakira, pasando por un amplio grupo de futbolistas como Carlos Valderrama y Radamel Falcao, señalaron su tristeza por la muerte de Gabo.

También lo hizo el presidente Santos, quien en su cuenta de Twitter escribió “los gigantes nunca mueren” y “mil años de soledad y tristeza por la muerte del más grande colombiano de todos los tiempos”.

 

Mensajes de mandatarios

En una línea similar y por el mismo medio escribió el mandatario ecuatoriano Rafael Correa. “Se nos fue el Gabo”, comentó. “Tendremos años de soledad, pero quedan sus obras y amor por la Patria Grande”.

Los mensajes de condolencia por la muerte del novelista traspasaron las fronteras del español, una muestra del carácter universal que tuvieron sus letras.

Dilma Rousseff, la presidenta de Brasil, se refirió precisamente al legado del escritor nacido en Aracataca, un pequeño pueblo cerca de la costa Caribe. “Sus personajes singulares y su Colombia y América Latina exuberantes permanecerán marcados en el corazón y la memoria de sus millones de lectores”, anotó en portugués.

Sus escritos también impactaron al mundo anglosajón y como muestra queda el comunicado que envió el presidente de Estados Unidos, Barack Obama. “Como colombiano orgulloso, y representante y voz del pueblo de las Américas, y como maestro del género del ‘realismo mágico’ ha motivado a muchos más, incluso a que tomaran la pluma y escribieran también”, dijo Obama.

El expresidente Bill Clinton y el senador demócrata Harry Reid también tuvieron palabras para el escritor que falleció a los 87 años. Clinton recordó cómo le sorprendieron “los dones únicos de su imaginación, su claridad de pensamiento y su honestidad emocional”, mientras Reid resaltó cómo sus contribuciones durarán más que el dolor por su muerte.

 

El hombre que sólo quería ser amado por sus amigos

En su larga y prolija vida, Gabriel García Márquez, consiguió lo que siempre había deseado. No eran los honores, ni el premio Nobel de Literatura. Ni siquiera escribir una de las más grandes novelas de todos los tiempos. Su ambición al escribir era, según lo dijo en varias ocasiones, que sus amigos lo quisieran más. Y vaya si lo hicieron.

Infancia corta y feliz

Gabriel García Márquez nació en Aracataca, el 6 de marzo de 1927, aunque le gustaba decir que había nacido en 1928, para que coincidiera con la Masacre de las Bananeras, un evento que marcó a su generación en Colombia y que recrea en “Cien años de soledad”.

Su infancia transcurrió al cuidado de sus abuelos maternos, el coronel Nicolás Ricardo Márquez Mejía -veterano de la guerra de los Mil Días en Colombia- y Tranquilina Iguarán.

El escritor siempre diría que la semilla de su estilo y de su imaginación desaforada está allí, en esa casona que los relatos de su abuela poblaba de fantasmas y presencias. Relatos que Tranquilina Iguarán contaba con cara de palo, como si fueran lo más normal del mundo.

Esa manera de contar, diría García Márquez muchos años después, es la misma que usaría en libros como “Cien Años de Soledad”.

El coronel Nicolás Ricardo falleció cuando “Gabito” -como le decían sus amigos- tenía ocho años. El niño fue enviado a vivir con sus padres, que eran prácticamente unos desconocidos para él, en el municipio de Sucre, al lado de sus demás hermanos.

Finalizaba su infancia corta y feliz. “Después, todo me resultó bastante plano: crecer, estudiar, viajar… Nada de eso me llamó la atención. Desde entonces no me ha pasado nada interesante”, recordó alguna vez.

En Zipaquirá

A los doce años de edad, García Márquez ganó una beca para estudiar en un internado de Zipaquirá, municipio situado cerca de Bogotá, la capital colombiana.

Muchos de sus allegados reconocerían después a Zipaquirá en las descripciones del lúgubre y remoto pueblo al cual Aureliano Segundo va a buscar a Fernanda del Carpio en “Cien Años de Soledad”.

Los años de internado también serían claves para forjar al escritor. Allí, en las solitarias tardes de sábado y domingo, el joven devoraría las obras de Julio Verne, Emilio Salgari y Alejandro Dumas.

En 1947 empezó a estudiar derecho en la Universidad Nacional de Bogotá, pero nunca finalizaría dicha carrera. Ese mismo año publicó, en el periódico El Espectador, su primer cuento, “La tercera resignación”.

En 1948 ingresó como reportero al recién fundado periódico El Universal de Cartagena, pero ello no detuvo la escritura de cuentos para El Espectador. En ese diario -que todavía circula- conoció a Clemente Manuel Zabala, jefe de redacción, a quien recuerda como una persona que empezó a afinar tempranamente su estilo.

 

El periodista famoso

En 1954, convencido por otro amigo, Álvaro Mutis, García Márquez regresó a Bogotá a trabajar de tiempo completo en El Espectador, donde escribió extraordinarios reportajes que lo convirtieron en uno de los periodistas más famosos de Colombia.

Al año siguiente viajaría a Ginebra, como enviado de El Espectador a la Conferencia de los Cuatro Grandes. Iba a ser un viaje corto, pero duró cuatro años.

La dictadura de Gustavo Rojas Pinilla cerró el periódico y García Márquez, que se encontraba en París, decidió invertir el dinero del billete de regreso en finalizar en Europa la novela que estaba escribiendo, “El coronel no tiene quién le escriba”.

En Europa, García Márquez también escribiría “La mala hora” y varios de los cuentos que luego aparecerían en “Los funerales de la mamá grande”.

En uno de sus regresos a Colombia, en 1958, se casó con Mercedes Barcha -el “Cocodrilo Sagrado”, como la llama en su dedicatoria de “Los funerales de la mamá grande”- a quien, según relata en uno de sus libros, le propuso matrimonio ebrio, en una fiesta, cuando ella tenía trece años.

Su periplo como periodista llevó a Gabriel García Márquez a distintos lugares de América. Uno de ellos fue La Habana, en 1960, en donde trabajó en la agencia de prensa creada por el gobierno cubano (Prensa Latina) tras la Revolución. Allí empezó su interés por la isla, el cual mantendría inalterable a través de los años, cimentado en una estrecha amistad con Fidel Castro.

También laboró en Caracas y Nueva York, casi siempre obedeciendo al ofrecimiento de trabajo de algún amigo.

Finalmente llegó a Ciudad de México -exactamente el día en que murió Ernest Hemingway, otro de sus maestros- en lo que sería un destino crucial en su carrera como escritor y donde se reencontró con su gran amigo Álvaro Mutis.

En la capital mexicana trabajó como guionista de cine, editor, publicista y periodista y fue en esta ciudad donde escribió la que para muchos es su obra cumbre: “Cien Años de Soledad”.

 

Ahora, Gabriel García Márquez pertenece a la Historia.

Sin embargo, él mismo lo dijo, -y también lo dijeron sus amigos-: en el fondo de su alma nunca había dejado de ser el hijo del telegrafista de Aracataca. Quienes tuvieron la oportunidad de tratarlo personalmente se dieron cuenta de que detrás de la fragorosa imagen del hombre público, amigo de estadistas y allegado al poder, se escondía un hombre tierno y casi tímido.

Por eso, pero sobre todo por sus libros, no sólo sus amigos lo quisieron. Millones de personas alrededor del mundo lo amaron. Y muchos años después lo seguimos haciendo. (Fuente: BBC)