EVANGELIO EN MARCHA
PERLAS DEL ALMA
El ser humano es el fruto de la cosecha
Por: Francisco Aular (faular@hotmail.com)
Mi Padre es glorificado cuando ustedes dan mucho fruto y muestran así que son mis discípulos. Juan 15.8 (NVI).
“El fruto de un cristiano es otro cristiano.” Decía el doctor Roy Lyon, nuestro inolvidable profesor de teología en el Seminario. Es cierto, lo demás que produzcamos en este breve espacio vital que llamamos la vida humana, se quedará aquí cuando nos vayamos. Únicamente nos llevaremos con nosotros la satisfacción de haber sido usado por Dios en alcanzar para Él, aquellos a quienes evangelizamos. Por eso, testificar lo que JESÚS ha hecho en nuestras vidas es un asunto urgente, porque la persona sin salvación no tiene un mapa para vivir, ni una esperanza al morir.
JESÚS, nos dice “mi Padre es glorificado cuando ustedes dan mucho fruto”. Dios espera que llevemos frutos como la marca que garantiza que somos Sus discípulos. La gran cosecha de nuevos discípulos para el Señor, es el resultado final de nuestro paso por este mundo.
Pues bien, ¿por qué el ser humano es el fruto de la cosecha? Veamos. La Biblia nos dice que Dios nos creó para la gloria de Él: “Dios nos escogió en él antes de la creación del mundo, para que seamos santos y sin mancha delante de él. En amornos predestinó para ser adoptados como hijos suyos por medio de Jesucristo, según el buen propósito de su voluntad,para alabanza de su gloriosa gracia, que nos concedió en su Amado”. (Efesios 1.4-5).
El ser humano es el fruto de la cosecha que Dios levanta en su Reino. Tanto es así que Dios tomó la iniciativa para buscarlo y salvarlo. En efecto, Dios nos creó con la habilidad de reinar sobre la tierra-pero no sobre nosotros mismos- Era el propósito de Dios darnos un maravillo plan para nuestras vidas basado en nuestra obediencia a Él, en cambio nosotros aceptamos la oferta de Satanás, quien dijo: “— ¡No es cierto, no van a morir!Dios sabe muy bien que, cuando coman de ese árbol, se les abrirán los ojos y llegarán a ser como Dios, conocedores del bien y del mal”. (Génesis 3.4-5).
Un filósofo a quien le testifiqué, me preguntó: ¿No es arrogante o ser estrecho de pensamiento asegurar que existe un solo camino de salvación o que el camino que seguimos es correcto? Le respondí: No creo. Así como existen leyes físicas que gobiernan nuestro mundo material, de igual modo Dios tiene leyes espirituales que dirigen nuestra relación con Él. Basado en las leyes físicas el ser humano ha podido pisar la luna y va en camino a conquistar otros planetas y lograr cosas que nosotros, ni soñábamos hace apenas cien años, o menos. ¿Llamaría usted estrechos de mentes a los ingenieros, pilotos, médicos y todo aquel profesional, cuando siguen al pie de la letra todos sus instrumentos para conducirlo a un diagnóstico de la situación en que viva en un momento dado? Igualmente, los que hemos descubierto en la Palabra de Dios, la Biblia el manual para llegar a Dios, seguimos su guía y nos ceñimos a su diagnóstico certero cuando nos dice, que el ser humano está contagiado de una enfermedad espiritual, un cáncer con su metástasis y todo -llamada pecado- Dios nos ha dado el remedio contra esa mortal enfermedad: JESÚS. Por eso, Él dijo: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí. (Juan 14.6)
Es claro entonces que, el ser humano es el fruto de la cosecha que Dios está recogiendo en Cristo en este mundo perdido, y sus posibilidades son infinitas en cuanto a su capacidad espiritual para reproducirse en otros.
Por otra parte, mientras más vivo mi experiencia espiritual a través de los años, más convencido estoy que cumplir el propósito por el cual todavía estoy pisando la tierra, se explica en alcanzar a alguno más para Cristo. El gran apóstol Pablo, lo dijo así: “Cuando estoy con los que son débiles, me hago débil con ellos, porque deseo llevar a los débiles a Cristo. Sí, con todos trato de encontrar algo que tengamos en común, y hago todo lo posible para salvar a algunos.” (1 Corintios 9:22 NTV) ¿Por qué al Apóstol tenía tal convicción? Porque: El ser humano es el fruto de la cosecha.
Perla de hoy: Nosotros sembramos la semilla; Dios recoge los frutos.