EL EVANGELIO EN MARCHA
PERLAS DEL ALMA
La Palabra compañera del camino
Por: Francisco Aular (faular@hotmail.com)
Guía mis pasos conforme a tu palabra, para que no me domine el mal. Salmo 119:133 (NTV)
“Fran, necesito un favor tuyo, llévame al Hospital Universitario…”, escuché la voz inconfundible de la hermana Emperatriz Camero de Arreaza aquella mañana. Desde 1964, año en el cual la conocí se había convertido en una consejera, tanto para mí como para los demás jóvenes de entonces; era nuestra madre espiritual, en realidad, para ella, toda la vida, fui simplemente “Fran”. Estaba recién salida del hospital en donde Dios le había dado una cosecha espiritual abundante, muchos de sus compañeros enfermos habían llegado ha conocer a JESÚS por medio de su testimonio, pero, mientras estuvo hospitalizada se le diagnosticó cáncer en fase terminal, sin embargo, ella había seguido su vida lo más normal posible, ya que su fe firme en el Señor la había preparado, durante toda la vida, para aquel momento.
Aquella mañana, rápidamente la busqué en su casa la llevé al Hospital mientras hablábamos: “Fíjate que no voy a consulta, sino a llevar una Biblia de regalo al médico que ha estado a mi lado por muchos años…”. Llegamos al consultorio de su médico pero no estaba allí, le dijeron el lugar en donde estaría, y allí también lo buscamos, infructuosamente, así anduvimos buscándolo por varias horas, por los pasillos y salones de clases de la Facultad de Medicina de la Universidad Central de Venezuela, porque ella no quería irse sin darle el precioso regalo que tenía en sus manos. Caminábamos, ya sin esperanzas de encontrar al médico, cuando, de repente, ella me dijo: “¡Fran, allá va…!” Corrí hacia él, y le dije, “doctor, una paciente suya lo busca”, el médico fue hacia la hermana Emperatriz y le dijo tiernamente: “¡Viejita! ¿Qué haces por aquí?”, sin pérdida de tiempo la hermana fue al punto: “Doctor, quiero poner en sus manos la Santa Biblia, ella ha sido mi compañera de viaje desde mi niñez” –yo observaba a cierta distancia la hermosa escena-, el médico mostró su gran aprecio por aquel regalo, y le dijo: “¡Viejita, yo también haré de la Biblia mi compañera de viaje de aquí en adelante!”…
¿Por qué una mujer en las postrimerías de sus días en la tierra piensa en una persona amada, lo busca y no se tranquiliza hasta poner en sus manos la Biblia? Porque la Biblia es la Buena Noticia de la salvación por nuestra fe en JESÚS, y nosotros como cristianos nacidos de nuevo tenemos el mismo sentir de Dios: “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9; RV60).
En verdad, el Padre eterno ha determinado que el ser humano, juntamente con sus ángeles, estén con Él para siempre en la eternidad futura. Pero nuestros primeros padres, Adán y Eva, desobedecieron a Dios y decidieron emprender su propio camino en este mundo, y, ¡por allí anda toda la humanidad hasta hoy! Extraviada del plan de Dios para sus vidas, y no encuentra la manera de volver al Paraíso perdido. Toda la Biblia es la historia del Paraíso en donde Dios nos puso, la pérdida de ese Paraíso, cómo recobrarlo por fe y cómo andar en él hasta que se acabe nuestra jornada terrenal como seres humanos. Al final de nuestra vida aquí en la tierra comprenderemos que la decisión más importante que hicimos en nuestro breve paso por aquí fue, ¡nacer de nuevo! ¡Sin el nuevo nacimiento no habrá eternidad futura en el cielo o Paraíso recobrado por el Señor JESÚS para nosotros!: “Así como todos mueren porque todos pertenecemos a Adán, todos los que pertenecen a Cristo recibirán vida nueva” (1 Corintios 15:22; RV60).
Como bien lo entendió la hermana Emperatriz Camero de Arreaza, la vida cristiana es un “andar” de día en día y de paso en paso. JESÚS dijo: “Mi reino no es de este mundo…”. El cristiano es ciudadano tanto de la tierra como del cielo cuando se hace miembro de la familia de Dios: “Así que ahora ustedes, los gentiles, ya no son unos desconocidos ni extranjeros. Son ciudadanos junto con todo el pueblo santo de Dios. Son miembros de la familia de Dios” (Efesios 2:19; NTV) ¡No somos unos desconocidos y extranjeros para Dios!, sin embargo, es lo contrario para el mundo con todos sus deseos y sus vanidades
Oración: Amado Padre eterno: Gracias por tu Palabra viva la cual por tu gracia ilumina mis pasos, fortalece mi fe y me llena de esperanza con tus promesas cada momento y en cada paso. Ayúdame a hacerla mi compañera inseparable de mi jornada terrenal. En el nombre de JESÚS. Amén.
Perla de hoy: Mientras oramos pidiendo la dirección de Dios, el Señor nos responde por medio de su Palabra.