EL EVANGELIO EN MARCHA
Por: Enrique Monterroza
Hay momentos en la vida en las que nos sentimos en un desierto, olvidados por todos y hasta cierto punto nos sentimos olvidados por Dios, vemos a nuestro alrededor y al no ver nada bueno según nuestra propia vista, decimos: “Estoy solo”.
A veces hemos sido testigos del poder de Dios actuando en nuestra vida y de pronto nos encontramos en el peor desierto que hemos experimentado, en una soledad tal que nos hace decir cosas que sentimos en ese momento, pero que en realidad no queremos decir.
El profeta Elías pasó por un momento como esos, después de ver el poder de Dios respaldándolo, recibió la noticia de que Jezabel una mujer muy mala iba a buscarlo para matarlo y teniendo temor huyo del lugar y es allí donde la Biblia dice: “Viendo, pues, el peligro, se levantó y se fue para salvar su vida, y vino a Beerseba, que está en Judá, y dejó allí a su criado. Y él se fue por el desierto un día de camino, y vino y se sentó debajo de un enebro; y deseando morirse, dijo: Basta ya, oh Jehová, quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres” 1 Reyes 19:3-4 (Reina Valera 1960).
El encontrarnos en el desierto y sentir temor sobre lo que puede pasar en nuestra vida nos puede llevar muchas veces a sentirnos sin fuerzas, cansados y todo eso da lugar a que de nuestra boca salgan palabras que dejan en evidencia el mal momento que estamos pasando.
Elías acababa de matar a cientos de profetas de Baal por orden de Dios, había visto como Dios lo había utilizado para llevar su juicio a cabo, sin embargo, en este momento se sentía mal, quizá hasta cierto punto abandonado, y pienso esto porque el pedía la muerte, ¿Por qué en su lugar no pedía la intervención de Dios?, ¿Por qué no decía cosas como: “¡Dios ayúdame y líbrame de mis enemigos!”?, ¿Por qué?, porque en muchas ocasiones el panorama turbio nos hace pensar de maneras equivocadas y no nos enfocamos en lo que Dios puede hacer.
A veces medimos los resultados que pueden haber acerca de una situación en base a lo que tenemos a la mano o en base a lo que creemos que puede pasar, pero a veces también se nos olvida que nuestra vida le pertenece a Dios, que cualquier cosa que venga a nuestra vida por muy difícil que parezca tendríamos que tener la confianza en que Dios también está al tanto de eso y que Él ha de ayudarnos.
Quizá en este momento te encuentres en un episodio pareció al de Elías, quizá hace poco acabas de ser usado por Dios para una tarea en especial, quizá has sido testigo los últimos días o semanas del poder de Dios, sin embargo en este instante te sientes solo, abandonado, en el desierto y con ganas quizá hasta de morir al ver los problemas tan grandes que tienes a tu alrededor.
Menos mal que Dios no nos da todo lo que pedimos, porque si así fuera, quizá muchos de nosotros estaríamos ya muertos. ¿Qué tal si Dios le hubiera concedido a Elías lo que le pedía?, eso de: “Basta ya, oh Jehová, quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres”. Pero Dios no se mueve en base a nuestras emociones, no se mueve en base a lo que sentimos decir en esos momentos de crisis, desiertos o soledades, sino que Él tiene una forma única y exacta de actuar.
La Biblia dice que Dios envió un ángel que lo animo, le dio alimento y le permitió descansar: “Y echándose debajo del enebro, se quedó dormido; y he aquí luego un ángel le tocó, y le dijo: Levántate, come. Entonces él miró, y he aquí a su cabecera una torta cocida sobre las ascuas, y una vasija de agua; y comió y bebió, y volvió a dormirse. Y volviendo el ángel de Jehová la segunda vez, lo tocó, diciendo: Levántate y come, porque largo camino te resta. Se levantó, pues, y comió y bebió; y fortalecido con aquella comida caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta Horeb, el monte de Dios” 1 Reyes 19:5-8 (Reina Valera 1960).
Así es Dios, no nos da lo que locamente pedimos, sino que nos da lo que Él considera que necesitamos. Elías necesita alimentarse y descansar y eso Dios lo sabía. Y es que la paciencia de Dios para con nosotros es increíble, con tanto amor soporta cada queja nuestra y siempre termina bendiciéndonos aun cuando no lo merecemos.
¿Te sientes triste?, ¿Te sientes solo?, ¿Estas a punto de rendirte?, ¿Estás hablando más de la cuenta o pidiendo cosas que realmente no quieres pedir pero que el momento duro que estás viviendo te hacen decir sin pensar en lo que en realidad estas pidiendo?, ¿Estas quejándote?, ¡Ten Paz!, Dios no te va a dar lo que sin pensar pides, al contrario, Él sabe lo que tú necesitas, Él sabe que necesitas descansar, necesitas alimentarte espiritualmente, pero sobre todo necesitas de su cuidado y Él te lo dará.
No tengas miedo por muy difícil que se vea el panorama, aun cuando te encuentres en el peor desierto de tu vida o en la soledad más terrible que hayas experimentado, ten la seguridad que allí mismo Dios enviara a sus ángeles para que te cuiden, te den descanso y te alimenten, porque tienes que saber que largo camino te resta. ¡Dios es quien te cuida y sabe de lo que tienes necesidad!