El camino por recorrer

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EL EVANGELIO EN MARCHA

(DEUTERONOMIO 8:1-10)

Por: Rev. Julio Ruiz, Pastor de Iglesia Bautista Hispana Columbia, Falls Church, Virginia

 

INTRODUCCION: “El camino recorrido” ha quedado en el pasado. Para los efectos nuestros, el año 2014 ya no existe. No habrá otro tiempo como el que pasó. Ahora hemos comenzado otro período. El año 2015 se ha abierto con su agenda para que comencemos a escribir en él lo pensamos hacer. Ojalá que al plasmar nuestras metas podamos decir como el sabio: “Enséñanos a contar nuestros días que traigamos al corazón sabiduría”. Que no comencemos este año sin tomar la decisión de Moisés, quien antes de seguir a la tierra prometida, dijo: “Si tu presencia no ha de ir conmigo, no nos saques de este lugar”. Así, pues, nos aventuramos a vivir un nuevo año. Para nosotros, esto será “el camino por recorrer”. El presente capítulo de Deuteronomio nos impide vivir una entrega condicional y parcial a Dios. Su gran desafío es una absoluta dependencia en Dios. Este capítulo es como si estuviéramos en presencia de Romanos 12:1-2. La intención de esta palabra es mostrarnos los peligros de la religiosidad contemporánea, que pretende decirnos que lo importante es separar un pequeño rincón para Dios una vez a la semana, mientras que el resto de mi tiempo y vida lo comparto con el mundo. El asunto es que todo mi ser le pertenece a Dios las veinticuatro horas del día. Con esto en mente quisiéramos adentrarnos en el año 2015. Que la exigencia de su palabra sea lo que determine mis acciones: “Y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible hasta la venida del Señor”. La generación que quedó de Israel está a punto de entrar a la tierra prometida. Las demandas del Señor no podían ser menos que estas. De parte de Dios todo está preparado. Ahora nos toca nuestra parte. En el camino por recorrer hay una pedido por el lugar que ocupará la palabra, hay una seguridad de la gracia que nos espera, pero sobre todo, hay una confianza en vivir la autentica prosperidad que viene de Dios. Hagamos, pues, este recorrido juntos.

 

  1. EL CAMINO POR RECORRER DEMANDA LA GUÍA DIVINA DE LA PALABRA DE DIOS

 

  1. Hay que guardar la palabra v. 6. Una cosa es leer la palabra y otra muy distinta es guardarla. Usted podrá leer la Biblia todos los años, pero si no la guarda, ella no cambiará nada en su vida. El salmista (y si fue David con mayor razón), nos ha dejado una poderosa razón por la que debemos guardar su palabra: “En mi corazón he guardado tus dichos para no pecar contra ti” (Sal. 119:9). Para Dios, la necesidad que su pueblo Israel considerara su palabra antes de entrar a Canaán, fue determinante. Bien sabía Dios de la inclinación de ellos por la idolatría, pero también del paganismo reinante en la tierra por conquistar. Cuando a Josué se le entregó la final tarea de llevar a Israel a la tierra prometida, el énfasis en guardar la palabra y la importancia de poner todo su esfuerzo en lograrla, quedó evidenciado en Josué 1:7-8. En el camino nuevo que estamos por realizar en este 2015, las demandas no podrían ser otras. Si queremos que nuestro recorrido por este nuevo tiempo tenga éxito, la palabra de Dios no debe apartarse ninguno de los días de este recorrido (Sal. 1:2). ¿Qué importancia tendrá el guardar la palabra este nuevo año? ¿Puede imaginarse lo que hará en nuestras vidas que cada palabra leída sea guardada en la vida?

camino

  1. Cuidarás de ponerla por obra v. 1.Ahora vea esto. Una cosa es guardar la palabra como la gran defensa del corazón, y otra muy distinta es de cuidarla para “ponerla por obra”. Esta parte es lo que llamaríamos la palabra en puesta en acción. A Israel se le instruyó sobre la necesidad de practicar la palabra de Dios como garantía de su más rotundo éxito espiritual y material. Los resultados no podían ser mejores: “…para que viváis, y seáis multiplicados, y entréis y poseáis la tierra que Jehová prometió con juramento a vuestros padres”. “Poner la palabra por obra”, es darle una asignación a todas las cosas que compete a mi condición espiritual para temer a mi Dios y no pecar contra él, pero también lo que respecta la obra evangelística con el perdido. Sobre el poner por obra la palabra, Santiago 1:22 nos llama a ser “hacedores” de ella.

 

  1. EL CAMINO POR RECORRER SE NOS ABRE PARA QUE LO VIVAMOS A LA ALTURA DE LA GRACIA QUE NOS ESPERA

 

  1. La gracia de Dios es poseer algo que otro hizo (6:10, 11). Creo que ninguna descripción es tan exacta de la gracia como la que nos presenta este texto. ¿Se imagina mudarse a un lugar donde le regalen su casa, equipada con todo, pero además abastecida con toda clase de comida? ¿Se imagina poseer un lugar con todas las cosas que necesito, las cuales otro hizo y me las dejó para mi disfrute? Pues Israel vivió esa experiencia. La gracia es el don inmerecido de Dios a los hombres. Es la acción de un Dios que nos amó tanto que equipó la “despensa de nuestra vida”, sin que nosotros hayamos hecho nada para eso. La seguridad de esta promesa tuvo que llenar a Israel de profundo gozo al momento de poseer la tierra que se les prometió.

 

  1. La gracia de Dios es infinita en sus recursos (8:7-9). Muchas cosas podrían definir a Dios como alguien inagotable en todos sus atributos. Escoja cualquiera de ellos y le aseguro que será inagotable. Pero ningún asunto de lo que él posee por su naturaleza divina lo hace tan inagotable, como lo es su gracia. En la vida tenemos carencia de todo; con mucha frecuencia se agota lo que poseemos. En algunos lugares más que otros la escasez es parte de su cotidianidad. Ahora bien, ¿no es consolador leer una promesa de esta magnitud proveniente del Dios que lo posee todo? Si para Israel fue confortante saber que la tierra que iban a conquistar ya estaba dotada de todos estos recursos, ¿no es interesante pensar que esta misma promesa Dios la extiende delante de nosotros al iniciarnos en este nuevo periodo de la vida?

 

III. EL CAMINO POR RECORRER NOS INVITA A RECONOCER DE DÓNDE VENDRÁ LA PROSPERIDAD

 

  1. Bendecirás a Jehová por la buena tierra v. 10. Yo no sé cuántos de nosotros al llegar a la mensa damos gracias a Dios por el fruto que produjo la buena tierra que está delante de nosotros. Hay algo extraordinario en todo esto, y es que a pesar de los efectos del pecado, la tierra sigue siendo generosa. Pero, ¿quién más podrá recibir el crédito de esto sino solo Dios, el creador de ella? La palabra que más se destaca en este capítulo es “acordarse”. Y el énfasis del autor es reconocer siempre que la abundancia del cual Israel iba a disfrutar al dejar el desierto, se debía al bondadoso Dios, quien no solo había creado la tierra, sino que había provisto la semilla para que allí germinara. Toda autentica prosperidad tiene que buscar su origen en Dios.

 

  1. Dios es el que da las riquezas v. 17. Israel debió recordar este texto siempre. La intención era poner un freno a los que no toman a Dios en cuenta, sino que piensan que es debido a ellos que vienen sus riquezas. Los ricos piensan que ellos son los únicos creadores de sus riquezas. Lo que a todos se les olvida es que la tierra de donde obtuvieron sus fortunas no les pertenece. Lo que muchos ignoran es que los productos de los cuales ahora se jactan, tuvieron que necesitar de lluvia, sol y buen tiempo. Si esto no lo diera la naturaleza, ninguna cosecha pudo ser posible. Y quién es el dueño de tales cosas sino Dios. La tentación de no reconocer a Dios como el autor de las riquezas es propia de los hombres que no le temen. De allí la advertencia a Israel. En el año nuevo los bienes que recibamos, tomémoslos con gratitud, recordando que provienen de la mano de Dios. Recordemos que no es mi poder ni mi fuerza la que nos da la prosperidad (Dt. 8:17-18). Todos los bienes materiales que poseemos tienen su origen en Dios. Solo los necios desconocen esto. Toda prosperidad que tengamos este nuevo año es una convocación para reconocer a Dios.

 

  1. EL CAMINO POR RECORRER NOS ADVIERTE SOBRE LAS CONSECUENCIAS DE OLVIDARNOS DEL SEÑOR

 

  1. La rebelión del orgullo v. 14, 17. Nada es más feo que el pecado del orgullo. Y si en el hombre que no teme a Dios ya esto es condenable, cuánto más feo será en aquellos que un día saborearon la gracia divina. Nos sorprende que la Biblia nos revele que el olvidarse de Dios trae como resultado la rebelión del orgullo y sus consecuencias (v. 15, 16). ¿Puede un creyente olvidarse de Dios? El creyente se olvida de Dios cuando ante pone su devoción a él por la devoción de sus logros, vistos en sus bienes materiales.

 

  1. La disciplina divina v. 19. Dios se toma muy en serio el pecado del olvido. Si bien es cierto que es un Dios de amor, también lo es “fuego consumidor”. Que nadie se equivoque al pensar que Dios pasará por alto la ignorancia de su nombre y de su obra. Israel experimentó esto una y otra vez. La deportación a Asiria y otra a Babilonia tuvieron su origen en el abandono que Israel hizo del Dios que le sacó de la tierra de esclavitud y la condujo a esa tierra que “fluye leche y miel”. La forma cómo perecieron por los instrumentos que Dios usó, yéndose muchos de ellos a vivir en la diáspora, confirma los métodos disciplinarios utilizados para corregir a Israel cuando este se olvide de Dios y le abandonó. La presente advertencia tiene mucho que enseñarnos. Dios se vale de sus muy particulares métodos para traernos hacia él. Y si bien es cierto que podamos experimentar pérdidas, en nosotros se cumplirá la palabra misma que nos dice que Dios a quien ama disciplina (He. 12:6). La presente advertencia nos es dada para mantenernos muy cerca del Señor cuando vamos a conquistar este nuevo año. Nada le haré más bien a nuestras vidas que nuestra comunión con él. Mi real amor a Dios me impedirá olvidarme de él.

 

CONCLUSIÓN: Amados, hemos entrado al 2015. El “camino por recorrer” apenas comienza. ¿Qué hacer ahora? No dejemos la palabra como la guía para el camino. Si usted la deja, vivirá perdido todo el tiempo. Considere la abundancia de la gracia; ella es mi completa provisión para mis tiempos de escasez. Reconozcamos que toda prosperidad viene de Dios. Si llego a tener riquezas, que no me olvide quien es el dueño de la tierra y quien es quien la sustenta. Y finalmente, que nunca me olvide de Dios con mis acciones. Dios no tolera mi repudio. Así que al entrar a este a este nuevo año, como Israel entró a Canaán, asegurémonos que es Dios quien nos “introduce en la buena tierra…”. Recorramos el camino nuevo siguiendo las pisadas del Señor.

 

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